Prólogo

97 23 11
                                    


24 de febrero, 2014.

Termino de cerrar la última maleta y sin poder evitarlo, suelto un resoplido. Nunca nadie me dijo que meter ropa dentro de una valija podría costar tanto trabajo.

Son las ocho menos cuarto y el autobús sale a las nueve, todavía tengo tiempo para arreglarme.

Camino hasta el espejo de mi habitación y observo mi reflejo. Mi cabello castaño claro es un enredo y mis ojos de distintas tonalidades de azul están hinchados.

Vaya manera de despertar.

Lo primero que hice al levantarme fue armar las maletas para el viaje, debí hacerlo ayer, como sugirió mi madre, pero estaba demasiado entretenida mirando una serie en Netflix.

Procedo a darme una ducha rápida y peinarme, para luego ponerme un jean roto y un suéter negro. Junto a mis amadas zapatillas Vans.

Me siento en la cama y observo mi habitación. En unas horas estaré camino a Londres, para iniciar mi primer año de universidad. Quiero dejar Manchester atrás, comenzar de cero.

Estoy tan sumergida en mis pensamientos que no había notado hasta ahora la presencia de mi mamá.

—Cassandra, voy a extrañarte tanto, cielo —. Se sienta al lado mío y sin previo aviso, me abraza. Le devuelvo el abrazo con la misma fuerza. Siempre tuve una gran relación con Amanda. Siento que puedo confiar ciegamente en ella y es una de las pocas personas que se que nunca me defraudarían.

—Yo también, mamá. Pero voy a llamarte cada vez que pueda y vendré a visitarlos.

—¿Estás segura sobre esto? Siempre puedes quedarte y...

—No, quiero hacerlo. Además si planeo ser independiente, esta es una buena forma de lograrlo.

Me levanto y sostengo a mis dos hermosas maletas. Si, como que estoy exagerando un poco con la cantidad de ropa que me llevo, pero se me hace imposible elegir, no puedo desprenderme de ninguna de mis cosas.

Salgo del cuarto y bajo las escaleras de la casa con la ayuda de mamá. Al llegar al living, mi papá me aprieta contra su pecho y si no fuera porque esta es la última vez que lo voy a ver hasta dentro de algunos meses, ya me habría quejado.

—Confío en ti, Cassie.

Le doy una gran sonrisa y mi hermano mayor me quita de sus brazos para alzarme como lo hacía cuando éramos pequeños.

—¡Kyle, bájame! —Riendo, deja mis pies sobre el piso y aprieta mis cachetes, él sabe que odio cuando lo hace.

—Te voy a extrañar Cassinda —así me llama el, desde que tengo memoria—, espero que te comportes y no tenga que ir a buscarte por meterte con drogas o alcohol.

—Eres molesto, Kylindo.

—Es mi turno de saludarla —esa es mi pequeña hermana de catorce años, la más tímida e inocente de los tres— te quiero, Cassie, espero que me traigas regalos, muchos.

—Lo haré, Octavia. Si tú me prometes que levantarás matemática.

—Lo juro, pero el profesor me odia. —Río y la abrazo.

—Te odia porque no estudias —aclara mi papá.

—Cállate Edward —le digo.

—¿Desde cuándo me llamas por mi nombre?

Termino de despedirme de todos y salgo de la casa. Paro un taxi y ya dentro de este, sonrío.

Amo a mi familia.

Libros para Jarell Donde viven las historias. Descúbrelo ahora