«Bajo la cama»

4.1K 687 218
                                    

♡⃕ Parte única.

ੈ♡‧

—¡Kenma!

Kuroo ya llevaba cinco minutos gritándole a Kenma desde la puerta de su habitación, sin embargo, el menor no daba siquiera indicios de estar ahí.

—¡Es la última vez que intento que juegues voleibol conmigo! Y... ¡no te volveré a hablar, Kenma!

El pelinegro corrió hasta las escaleras y bajó; luego dio un portazo, pero no salió. Con cuidado para no ser oído, volvió a subir y regresó a la puerta de la habitación del pequeño, la cual no tardó en abrirse.

—¡Kuroo, espera!

El menor de los dos salió con tanta prisa al oír que Kuroo no le volvería a hablar, que ni siquiera tuvo tiempo de secar las pequeñas lágrimas en sus ojos. Estaba a punto de bajar las escaleras, pero una gran carcajada lo detuvo. Frunció el ceño al ver a Kuroo parado del otro lado del umbral con una expresión de satisfacción cubriendo su rostro y aferrándose a un balón de voleibol. 

—¿No te fuiste?

—¿Acaso querías que me fuera? Ay, Kenma, eres tan predecible. —No esperó respuesta alguna y entró a la habitación, ubicándose rápidamente sobre la cama y dejando el balón a un costado junto a la consola de videojuegos del contrario—. ¿Por qué no me abrías la puerta? —preguntó. Prestó atención a los ojos del menor y ladeó la cabeza al notar lo enrojecidos que estaban—. ¿Pasaste mucho tiempo frente al televisor otra vez? —interrogó con el ceño fruncido—. Es por eso que luego tus padres insisten en que salgas a jugar conmigo cuando no quieres, ¡debes controlarte!

Esta vez Kenma fue quien arrugó el entrecejo y chasqueó la lengua al voltear. Refregó con fuerza sus ojos para quitar el resto de lágrimas en ellos y sacudió la cabeza.

—¡No es así! Ya organicé mis horarios —explicó enfurruñado. 

Kuroo recorrió con la mirada el techo de la habitación antes de volver a detenerse en el rostro de su amigo. 

—Entonces... ¿estabas llorando?

A pesar de ser joven, la actitud de Kenma estaba bastante formada y Kuroo lo conocía muy bien. Así como sabía que jugaría cuando quisiera jugar, era consciente de que hablaría cuando se le diera la gana; no quería presionarlo, pero quería serle de ayuda.

—Vamos Kenma, si no me dices no podré ayudarte.

—Suenas como mi madre, Kuroo —farfulló.

El mayor rió y se encogió de hombros. Eso no lo podía ofender: a veces le divertía cumplir ese rol. Estaba acostumbrado a cuidar de Kenma, o al menos a preocuparse de él. Llevaban algunos años juntos, los suficientes como para ser cercanos y le gustaba hacerle saber que podía contar siempre con su amigo. 

—¿Me lo dirás? —insistió.

Tras acabar de asumir que Kenma sí estuvo llorando ya que no intentó negarlo, Kuroo se convenció rápidamente de que no lo hizo por algo en serio relevante; si no quería decírselo, significaba que creía que se reiría.

El más bajo titubeó por un rato. Su mirada se posó en distintos lugares de la habitación, jugó con sus manos detrás de la espalda y terminó por inclinar la cabeza con un deje de vergüenza. Señaló bajo la cama.

—El... monstruo bajo mi cama no me deja en paz, Kuroo. Todas las noches habla mal de nosotros.

—Mm, ya veo...

Kuroo retuvo una sonrisa, si el otro lo veía se enfurruñaría de verdad y lo sacaría de su habitación o se sentaría a jugar para ignorarlo. Estaba ligeramente enternecido y por un momento se sintió más maduro que su amigo. Él tenía ocho años y Kenma siete, Kuroo ya había superado al "monstruo bajo la cama". Durante unos segundos vio su minúscula diferencia de edad como algo maravilloso.

—¿Y qué te dice ese monstruo?

El menor negó con la cabeza nuevamente. Cielos, sí que era terco, pero no pensaba rendirse tan fácilmente.

En realidad, si se consideraba la clase de videojuegos que a Kenma le gustaban, era extraño que se dejara llevar por fantasías así. Kuroo no esperaba que él de todas las personas le temiera a algo como un monstruo bajo su cama, pero el factor inesperado solo hacía de la situación mucho más adorable. 

—¡Kenma! ¿Cómo se supone que te ayude si tú no pones de tu parte, idiota?

Kenma no respondió. El pelinegro suspiró y miró bajo la cama, si el chico no le explicaba la situación tendría que adaptarse a ella por sí mismo. Su semblante cambió, intentó ponerse serio, pero debido a que solo tenía ocho años, lo único que consiguió fue verse tierno y algo gracioso.

—Oye Kuroo, ¿me protegerás del monstruo bajo mi cama? —dijo en voz baja, sin cuestionar las acciones del otro.

—¿Ah? ¿Qué dices? —vociferó Kuroo con algo de burla, se ganó una mirada de disgusto en respuesta. Soltó una pequeña risa y prosiguió—. Recuerda esto, Kenma —dijo dando una palmada a su pecho—. ¡Yo te protegeré de todos los monstruos bajo tu cama, de todos los tipos que se metan contigo e incluso de las niñas que intenten jugar con tu cabello! —Los ojos de Kenma brillaron en una admiración que probablemente no exteriorizaría nunca y se mantuvo escuchando con atención, una pequeña sonrisa gatuna surcó el rostro de Kuroo y continuó—. Sin embargo, no sé si pueda protegerte de mí mismo en el futuro —zanjó.

El rostro del chico menor se deformó en confusión, pero Kuroo comprendía lo que él mismo quería decir... Al menos un poco. ¡Había escuchado bastantes conversaciones de adultos como para tener una pequeña noción de lo que quería hacer!

Se acercó rápidamente y posó sus labios sobre la mejilla del contrario. Kenma no dijo nada y Kuroo se alejó enseguida con una sonrisa triunfante. Estaba satisfecho con su desempeño como protector de su mejor amigo. Tenía solo ocho años, pero Kuroo sabía que quería a Kenma tanto como su mamá lo quería a él y ella solía besar su frente y mejillas para demostrar cariño cada vez que se asustaba por algo cuando era más pequeño.

Puso sus manos en la cintura y sonrió ampliamente, con aires de superioridad. ¡Seguramente ahora Kenma podría dormir bien!

—¡Bien, ahora busquemos a ese monstruo bajo tu cama!

BAJO LA CAMA 猫 KUROKENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora