I. Presentaciones

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Vuelta a la rutina. Llevaba desde que se había levantado, hacía poco más de una hora, pensando lo mismo. Hoy era el primer día de clases tras las vacaciones de verano, y si los años anteriores, al menos los primeros días, había empezado con ganas, este año sólo quería volver a meterse bajo las sábanas y seguir durmiendo.

Lo cierto es que las dos últimas semanas había estado bastante aburrido y le había dado por pensar que no le importaba tanto volver a empezar un nuevo curso, pero ahí estaba, sentado en la mesa con el café a medias y la cabeza enterrada entre las manos intentando mantener los ojos abiertos.

Estaba planteándose seriamente la posibilidad de faltar el primer día de clase, al fin y al cabo el primer día nunca hacían nada, no era tan grave ¿no? Unos pasos procedentes del pasillo le avisaron de que Marcos ya se había levantado, lo que no mejoró en absoluto su humor, más bien lo contrario. Si algo había que le gustase a Marcos era tocarle los huevos por las mañanas, en especial los lunes cuando peor se levantaba. Él era todo lo contrario a su compañero, que parecía que mezclaba café con felicidad cada mañana, aunque se levantase a las cinco de la mañana. A primera vista puede no parecer demasiado molesto, pero cuando tienes que convivir con alguien así cada puto lunes a las siete de la mañana te acabas dando cuenta de que en verdad, lo es. Llevaban viviendo juntos desde primero de carrera cuando ambos decidimos venir a Madrid a estudiar y alquilar un pequeño estudio cerca de la universidad. Tan sólo le había visto levantarse de mal humor cuando se resfriaba.

- Buenos días. - dijo el recién llegado. Estaba demasiado...raro, normalmente le lanzaba algún comentario sarcástico, de hecho, solía ser quien le levantaba de la cama todas las mañanas antes de que sonase su despertador. Alzó una ceja repentinamente interesado.

- ¿Cómo?, ¿no vas a hacer ninguna broma?, ¿te encuentras bien?. - preguntó Alex divertido.

Marcos se giró bruscamente con una taza en una mano y la cafetera en la otra. Tenía una exagerada expresión de asombro.

- Oh Dios mío, no puede ser, ¿eso que detecto en tu voz es humor? ¡¿Tú - dijo señalando a su compañero con la mano que seguía sujetando la taza - te has levantado con buen humor?! joder...y yo sin el teléfono a mano...- claramente le estaba vacilando.

- Capullo...- musitó, lo peor es que se lo había ganado él solito y lo sabía, para un día que le dejaba en paz. Supongo que se le hacía raro verle tan callado, parecía incluso somnoliento.

- Vaya, llama a Blancanieves, gruñón ha vuelto. - bufó molesto mientras intentaba aguantar la risa. Vale, había despertado a la bestia, aunque las zonas moradas bajo sus ojos le seguían delatando.

- Ya podrías ser mudito - replicó Alex bebiendo el resto del café.

- Lo siento, yo soy el príncipe. - respondió sentándose en mesa justo enfrente del moreno.

- Tú lo que eres es gilipollas. - soltó sin más. Esta vez no se contuvo y estalló en una sonora carcajada. - En serio, a ti te pasa algo, que nos conocemos.

- Bah, es que estoy nervioso por empezar las clases y eso. - intentó demostrarle que no le creía mirando fijamente por encima de su taza. Obviamente era una excusa y de las malas. Le resultaba hasta ofensivo.

- Claro - de pronto tuvo una idea bastante probable de lo que le pasaba a su amigo - ¿y no será... - dijo despacio, mirándole a los ojos - que te morías de ganas por volver a ver a Carol?.

Su expresión cambió inmediatamente. Sus mejillas se colorearon al instante, a pesar de tener la piel ligeramente bronceada se notaba muchísimo cuando se ruborizaba.

- Mira que eres pesadito con el tema, joder.

- Y más que lo voy a ser, hasta que me confieses que te gusta. - dijo señalándole. Le gustaba este cambio de papeles, ser él quien molestase al otro.

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