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Oh, mi querida Madeleine, la sinfonía de tu ronca voz me tenían obsesionado.

Los versos que salían al cantar de tu delgada boca era como escuchar a los mismos ángeles.

Tu desesperada risa de niña era lo mejor que yo podía oír.

Desesperada, tal y como te sentías como cuando estábamos juntos.

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Oh, Madeleine Donde viven las historias. Descúbrelo ahora