El reloj marcaba las doce,
Y sus lágrimas sus mejillas,
Sus ojos se inundaban,
Y ella sonreía,
Aquella noche de recuerdos,
Pequeñas torturas que su memoria compartía,
En silencio en una habitación oscura,
Su única luz aquel destello,
Que bajaba por su ventana,
El reflejo de la luna era su eterna compañía,
Tras llantos y recuerdos torturantes,
Ella se mantenía tranquila,
Aunque sus mejillas estuvieran llenas de lágrimas.