La Emperatriz Infantil comenzó a subir por ella y, mientras trepaba escalón por escalón, iba leyendo al mismo tiempo las palabras:
¡VUELVE ¡VUELVE! ¡VETE! ¡VETE! ESTO NO ES NINGÚN JUGUETE. ¡NO ME SUBAS! ¡VUELVE ATRÁS! ¡NO PODRÁS LLEGAR JAMÁS! EL CAMINO ESTÁ CERRADO Y YO BIEN TE HE ACONSEJADO. SI TE ENCUENTRAS CON EL VIEJO, TARDE LLEGARÁ EL CONSEJO. LOS PRINCIPIOS SON LOS FINES: ¡VUELVE ATRÁS! ¡NO DESATINES! PUES SI ALCANZAS LA ABERTURA ¡LLEGARÁS A LA LOCURA!
La Emperatriz se detuvo para reunir fuerzas y miró hacia arriba. Todavía faltaba mucho. No había recorrido ni la mitad.
-Viejo de la Montaña Errante -dijo en alta voz- si no quieres que nos encontremos no hubieras tenido necesidad de enviarme al abismo esta escala. Tu prohibición es la que me lleva a ti.
Y siguió subiendo.
LO QUE HACES Y LO QUE ERES ESTÁ ESCRITO EN CARACTERES. SI TE ACERCAS CON AUDACIA, ¡OCURRIRÁ UNA DESGRACIA! NO TENDRÁ UN FINAL FELIZ TU CARRERA, EMPERATRIZ. NUNCA HE SIDO NIÑO YO, POR ESO TODO ACABÓ.
AL VIVO LE ESTÁ PROHIBIDO VERSE MUERTO COMO HA SIDO.
Otra vez tuvo que detenerse la Emperatriz para tomar aliento.
Ahora estaba muy alta y la escala se balanceaba en la tormenta de nieve como una rama. La Emperatriz Infantil se aferró a los helados renglones de letras y subió el último tramo de la escalera.
SI NO ESCUCHAS EL AVISO QUE LA ESCALA DARTE QUISO Y ESTÁS DISPUESTA A LLEGAR DONDE NUNCA HAS DE HABITAR, NO TE DOY OTRO CONSEJO: ¡BIENVENIDA! SOY EL VIEJO.
[.... ]
Poco a poco se pudo ver en las tinieblas un resplandor rojizo y débil. Salía de un libro que, cerrado, flotaba en el aire en el centro de la estancia de forma de huevo. Estaba inclinado, de forma que ella podía ver su encuadernación. Tenía las tapas de color cobre y, lo mismo que en la Alhaja que la Emperatriz Infantil llevaba al cuello, también en el libro se veían dos serpientes que se mordían mutuamente la cola, formando un óvalo. Y en ese óvalo estaba el título:
"La Historia Interminable"La cabeza de Bastián le daba vueltas. ¡Era exactamente el mismo libro que estaba leyendo! Lo miró otra vez. Sí, no había duda: el libro que tenía en las manos era el libro del que se hablaba. Pero, ¿cómo podía aparecer ese libro dentro de sí mismo?
[.... ]
La Emperatriz Infantil leyó lo que ponía y era exactamente lo que en aquel momento estaba ocurriendo, es decir:
«La Emperatriz Infantil leyó lo que ponía...».
-Escribes todo lo que ocurre -dijo ella.
-Todo lo que escribo ocurre -fue la respuesta. Y otra vez era aquella voz profunda y oscura, que ella había escuchado como un eco de sus propias palabras.
Lo curioso era que el Viejo de la Montaña Errante no había abierto la boca. Había anotado sus palabras y las de ella, y ella las había oído como si sólo recordase que él acababa de hablar.
-Tú y yo -pregunto- y toda Fantasia... ¿todo está anotado en ese libro?
Él siguió escribiendo y, al mismo tiempo, ella escuchó su respuesta.
-No. Ese libro es toda Fantasía y tú y yo.
-¿Y dónde está el libro?
-En el libro -fue la respuesta que él escribió.
-Entonces, ¿todo es sólo reflejo y contrarreflejo? -preguntó ella.
Y él escribió, mientras ella le oía decir:
-¿Qué se ve en un espejo que se mira en otro espejo? ¿Lo sabes tú, Señora de los Deseos, la de los Ojos Dorados?
La Emperatriz Infantil se quedó un rato callada y el Viejo, al mismo tiempo, escribió que ella callaba.
Entonces ella dijo en voz baja.
-Lo sé -respondió y escribió él.
-Sí -dijo ella-, así debe ser sin duda. Tú eres la memoria de Fantasía y sabes todo lo que ha sucedido hasta. este momento. Pero, ¿no puedes hojear tu libro y ver lo que sucederá?
-¡Páginas en blanco! -fue la respuesta-. Sólo puedo mirar atrás y ver lo que ha ocurrido. Podía leerlo mientras lo escribía. Y lo sé porque lo leí. Y lo escribí porque sucedió. De esa forma, por mi mano, la Historia Interminable se escribe a sí misma.
-Entonces, ¿no sabes por qué he venido hasta ti?
-No -oyó decir ella a su voz oscura, mientras escribía-, y hubiera querido que no lo hicieras. Por mí todo se hace inalterable y definitivo... también tú, Señora de los Deseos, la de los Ojos Dorados. Este huevo es tu tumba y tu ataúd. Has entrado en la memoria de Fantasia. ¿Cómo quieres salir otra vez de este lugar?
-Todo huevo -respondió ella- es el comienzo de una nueva vida.
-Es verdad -escribió y dijo el Viejo-, pero sólo cuando se rompe su cáscara.
-Tú puedes abrirla -exclamó la Emperatriz Infantil-: me has dejado entrar.
El Viejo negó con la cabeza y lo escribió.
-Fue tu fuerza la que lo hizo. Pero ahora que estás aquí ya no la tienes. Estamos encerrados para siempre. Realmente, ¡no hubieras debido venir! Éste es el fin de tu Historia Interminable.
La Emperatriz Infantil sonrió, sin parecer nada preocupada.
-Tú y yo -dijo- no podemos hacerlo ya. Pero hay alguien que puede.
-Crear un nuevo comienzo -escribió el Viejo- sólo puede hacerlo una criatura humana.
-Sí -contestó ella-, una criatura humana.
El Viejo de la Montaña Errante levantó lentamente los ojos y, por primera vez, miró a la Emperatriz Infantil. Era como si aquella mirada llegase del otro extremo del universo, de tanta distancia y tanta oscuridad venía. Ella le correspondió con sus ojos dorados, sosteniéndole la mirada. Fue como una lucha silenciosa e inmóvil. Por fin, el Viejo se inclinó otra vez sobre su libro y escribió:
-¡Respeta las fronteras, que también valen para ti!
-Lo haré -respondió ella-, pero aquel de quien hablo y al que espero las ha traspasado hace tiempo. Él lee ese libro en que escribes y se entera de cada palabra que pronunciamos. Por lo tanto, está con nosotros.
-Eso es verdad -oyó decir a la voz del Viejo, mientras éste escribía-: también él pertenece irrevocablemente a la Historia Interminable, porque es su propia historia.
-¡Cuéntamela! -ordenó la Emperatriz Infantil-. Tú que eres la memoria de Fantasia, ¡cuéntamela... desde el principio y palabra por palabra, tal como la has escrito!
La mano del Viejo que escribía comenzó a temblar.
-Si hago eso, tendré que escribirlo todo otra vez. Y lo que escribo sucederá de nuevo.
-¡Así debe ser! -dijo la Emperatriz Infantil.Bastián se inquietó.
¿Qué se proponía ella? Tenía algo que ver con él. Pero si hasta al Viejo de la Montaña Errante empezaba a temblarle la mano...El Viejo escribió y dijo:
«Si la Historia Interminable se contase a sí misma, sería sólo un sofisma este mundo admirable.»
Y la Emperatriz dijo:«Pero, si el héroe llega y a nosotros se entrega, brotará una nueva vida. ¡De él depende su venida!»