Superficial

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9:00 de la noche, preferiría que un camión me atropellara a seguir viviendo de esta manera, me despierto del sofá mugriento y sin cojines, me dirijo al baño a cepillar mis dientes postizos y a darme una ducha, solo para darme cuenta que ya van 2 semanas desde que me cortaron el servicio eléctrico y de agua.

Siempre he sido una chica muy superficial, lo único que me mantiene con ganas de vivir son mis vestidos viejos y rasgados, mis tacones que le robe a una compañera de trabajo y mi lápiz labial rojo carmesí que hace resaltar mis labios gruesos. Salgo de mi apartamento y bajo las escaleras del segundo piso hasta la planta baja.

Al llegar hasta allá abajo, me encuentro con mi arrendador que quiere que le pague la renta del mes o sino me echara del edificio, creo que haré lo que hago cada mes de pago de renta. Una mamada cálida y húmeda, una penetración sin condón formidable, y él acabando en mi boca hasta que me lo trague todo; cualquiera diría que me he rebajado a los niveles mas pútridos de la sociedad, pero no es mi deber avergonzarme, después de todo, ese es mi trabajo.

Salgo a la calle, las luces de las cocteleras de los policías y el sereno abundan la noche de hoy, luego de atravesar 3 avenidas he llegado al prostíbulo donde me gano la vida, Al entrar se siente un ambiente oscuro y pesado, y un olor fuerte muy raro que estremece los pasillos del salón. Es como un olor a semen combinado con flujos vaginales de las mujerzuelas de aquí; y de igual manera, ya me acostumbre a ese olor extraño.

Tomo mi vestido de ramera y espero a que llegue mi cliente del día, un gordo sudado con pelos en todo el cuerpo que viola niñas en las tardes y aun vive con su madre, lo que siempre admira este prostíbulo. Luego de un poco de desnudez, el gordo me dice que yo no soy su tipo de mujer, esto me ha de molestar y le he clavado mi tacón en su ojo izquierdo hasta sacarlo de su cuenca, los gritos del sudoroso se estremecían por todos los pasillos del prostíbulo, pero nadie podía intervenir, todos sabían lo que había pasado.

No es primera vez que asesino a un tipo como él solo por no querer tener sexo conmigo,mis tacones han presenciado mas muertes que cualquier ladrón de la ciudad, aquí todos me conocen como la cazadora de hombres, y no me he ganado ese apodo siendo exactamente una princesa, en fin.

Luego de un duro día de trabajo, me dirijo hacia mi apartamento y me encuentro con una zorra que denigra mi forma de caminar en tacones y la manera extravagante en la que se encuentra el lápiz en mis labios. La lleve a un callejón en donde nadie escucharía sus suplicas por ayuda. Le desfigure el rostro a golpes, con una botella rota que me encontré le corté cada uno de los dedos de su mano he hice que se los tragara uno por uno, con la misma botella le rebané sus pies y se los introduje por su conducto vaginal, le quemé los ojos con un cigarrillo que me venía fumando y como lo que había hecho lo consideré arte le deje mi firma plasmada en el recto hecha con el mismo lápiz que a ella no le gustaba.

Continué con mi camino y como si nada hubiera pasado, tampoco era primera vez que una perra así envidiaba mi belleza y mi forma de ser. Llego a la habitación de mi apartamento muy cansada luego de la dura pero rutinaria noche de trabajo que tuve.

Me fumé mi ultimo malboro light, me tomé mi ultima copa de vino barato de la tienda de la esquina, tire mis tacones ensangrentados, solté mis vestido de ramera y lo colgué en la ventana, con una servilleta mojada de orine de rata me arrebate el maquillaje y labial adherido a la piel de mi rostro, dejé caer mis copas después de soltado el vestido, arranqué la peluca de rubia de mi cuero cabelludo y procedí a dormirme de nuevo en el sofá, para al día siguiente continuar con la repetición de hechos como los sucedidos anteriormente lo que hacen de mi vida un infierno en vida.

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⏰ Última actualización: Apr 01, 2016 ⏰

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