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Se despertó dispuesto a volver a dormir pero con el incesante reproche de deber ir a la escuela y la desesperante voz en su cabeza que le repetía que su actitud se volvía cada vez más insoportable, que sus amigos fingían aceptarlo, que a su madre realmente no le interesaba cómo había estado su día y su deseo por escribir decrecía al contrario de su soledad. Buscó entre las almohadas el celular negro que, aunque seguía resbalándose de sus manos siempre que podía caer en pavimento, funcionaba perfecto. Entró al reproductor, oprimió la opción de "aleatorio" y se dejó llevar por la triste canción que el destino había elegido para él. Se vistió y bajó, con su mochila colgando de un hombro y una carpeta gastada en su mano izquierda, a desayunar lo único que podía considerar droga: Avena con leche. Dijo adiós despacio, con precaución por si alguien aún dormía, tomó la llave de la puerta, cruzó el portón de metal que rodeaba la casa, se despidió de sus perros, caminó hasta la parada, esperó, subió al autobús, miró superficialmente el paisaje y llegó a su destino.

Ahí mintió, saludó a sus compañeros de clase con una sonrisa en el rostro y veneno en sus palabras, ¿Por qué todos decían llevarse bien? ¿Por qué él lo hacía también?

Mintió al sentarse adelante, al conversar con el chico del lado, al asentir cuando la profesora preguntó si había explicado correctamente, al bromear sobre lo gracioso que era el chico que tenía el cabello tintado de rojo, al tomar la mano de su novia, al besarla, al decirle que la amaba...

Al decirle que la amaba, al besarla, al mirar al chico tintado de rojo y arrepentirse, mirar al chico tintado de rojo y querer decirle que lo amaba, y besarlo y bromear con él respecto a lo crédulos que eran todos y correr a la parada, esperar, tomar el autobús y observarlo a él, al chico tintado de rojo, que tomados de la mano construyeran un hogar, criaran a sus perros, que al dormir ninguno se acompañe tan sólo del celular, que abrazados se despierten y la única música que necesiten sea la voz del otro...

Pero aunque él era su droga debía mentir, debía decir que era la Avena, que todos le agradaban, que el chico tintado de rojo era gracioso, que amaba a su novia...

Debía mirarlo a los ojos y desaparecer sus ilusiones.








Porque las mentiras no lo dejaban escapar...

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⏰ Última actualización: Apr 03, 2016 ⏰

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False ◽ JikookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora