Mi abuela solía decir que cuando encontrabas a tu alma gemela la conexión perduraba a pesar de la distancia, del tiempo, de la situación, de la falta de presencia, de las circunstancias.
A mí me parecía una condena. Pasar cada segundo lejos de Sofía era una forma de matarme lentamente. Ellos lo habían planeado bien, sabían cómo herirnos.
"Tú eres la sombra de mi luz, So" le había dicho la noche que ella me estaba contando su plan de escapar para evitar que nuestro problema se hiciera más grande. "Te necesito, sin ti no puedo brillar, si ti ni siquiera hay luz."
"¡Mimi! Tú eres la luz de tu vida. Yo solo soy muy afortunada de quedar ciega por tu luz."
Sofía había entrado a mi vida hace más de doce meses y me hizo encontrar el significado de "vivir", de amar cada segundo con cada fragmento de mi cuerpo.
— ¡¿Nos sentiste?! — le grité a mi madre cuando me encerró en mi habitación para evitar que ayudara a Sofía. — ¿Sentiste alguna vez el amor que nosotras sentimos? ¿Por lo menos sabes qué es amar a alguien?
— Solo espero que Dios te perdone algún día. — respondió ella.
Esta era otra estrella que se desvanecía por culpa de mi madre. A ella nunca le había agradado Sofía porque "metía ideas absurdas en mi cabeza", porque Sofía hizo que me diera cuenta que ser como mi Madre no debía ser mi objetivo de vida. Las dos queríamos mucho más de lo que la sociedad nos permitía, queríamos gritar que nos amábamos sin recibir un castigo a cambio. Pero cada vez que nos reuníamos en algún callejón para sujetarnos las manos y darnos fuerza para seguir adelante estábamos temerosas de que nuestro objetivo estuviera fuera de vista, que algo más poderoso que nuestro deseo nos hiciera añicos.
Y así fue.
Solo me enteré por las noticias que la policía había entrado a media noche a la casa de Sofía para sacarla de su cama por la fuerza y llevarla hasta una de las comisarías. Quise ir a verla pero mi madre me detuvo, encerrándome en mi habitación. Ella me dijo que nuestra familia no necesitaba ser hundida por mis actos, que la familia de Sofía debía pagar por no haber educado bien a su hija.
La denunció, dijo que ella estaba atentando contra mi vida, que me acosaba y que ponía en peligro la vida de todos, que estaba enferma y debían "limpiar la ciudad para evitar una propagación". Las noticias anunciaron un "castigo ejemplar" para que las futuras generaciones se dieran cuenta que no se permitirían desviaciones a los "valores de la sociedad".
Yo solo quería verla viva, solo quería vernos vivas por lo menos un día más.
"¿Dónde estás ahora?" pensé con todas mis fuerzas como si fuésemos capaces de comunicarnos por telepatía. "So, ¿Dónde estás? ¿Estás bien?"
No quería comer, dejé de dormir y a causa del cansancio me parecía escuchar a Sofía gritando mi nombre como en súplica, como si me estuviera llamando para que la ayudara. ¿Todo estaba en mi imaginación? ¿Solo era mi conciencia reprochándome por estar encerrada en una habitación y no estar al lado de la persona que amaba?
"¿Dónde está Sofía?" eran las únicas palabras que salían de mi boca cada vez que alguien iba a verme. Mamá se encargaba de hacerme olvidar aquel nombre, me golpeaba con un palo de madera una y otra vez hasta que se cansaba de agitarlo con fuerza o hasta que yo dejaba de llorar. De hecho nada de eso se sentía tan mal como cuando escuchaba que decía "con suerte estará sepultada bajo el mar"; otras veces, cuando estaba de buen humor, después de la paliza que me daba se sentaba a cepillarme el cabello y repetirme que Sofía nunca existió, que era solo un sueño, parte de mi gran imaginación.
Pasé tantos días sin comer y sin dormir que no tenía claro nada, no sabía qué era real y qué era solo parte de mi imaginación. Me sentaba en un rincón de mi habitación y me abrazaba para poder sentir algo, para confirmarme a mí misma que seguía viva.
Solo una cosa logró llamar mi atención: un cuadro de un paisaje de playa nocturno, el agua parecía moverse, las pequeñas olas aparentaban chocar contra las piedras pintadas.
"Si hay un lugar donde tú y yo podamos ser felices tiene que ser en el mar" me había dicho un día sin ocultar su fascinación por el mundo submarino. "Atlántida, allí podríamos tener un futuro. El mar es tan grande que podríamos perdernos allí y nadie nos encontraría, es tan claro y puro que no podría haber maldad. Atlántida, allí quiero ir".
"Me estoy desvaneciendo, So" pensé mientras miraba el cuadro. "No siento ganas de vivir, solo quiero que este dolor termine. Ya no quiero sentirme incompleta. Te necesito, ¿dónde estás?"
Cada hora que pasaba lejos de Sofía y más cerca de los castigos y discursos de mi madre una parte de la Michelle que era gracias a Sofía se desvanecía. Perdí al amor de mi vida, el tiempo no avanzaba para mí, estaba perdida, estaba condenada a una vida en la que estaba mal querer tanto a Sofía.
Pero yo no quería vivir sin ella y si ella estaba en Atlántida, bajo el mar, esperándome para que por fin lográramos ser felices yo iría tras ella. Porque quizá yo no era la luz, simplemente era oscuridad y necesitaba de una luz para poder ver qué hay en el interior.
Mi luz se ha extinguido.
Los monstruos que corren salvajemente dentro de mí y repiten que ya perdí. Grité y grité que la necesitaba, que ella era la única que podía salvarme de los monstruos escondidos en mi cabeza.
Me desvanecí.
La oscuridad se apoderó de mí.
"Los monstruos ganaron, So" pensé antes de cerrar mis ojos. "Los monstruos dentro y fuera de mi cabeza. Te veré en nuestra Atlántida."
Y me hundí pensando en Sofía.
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FADED (#Playlist)
Short StoryRelato corto inspirado en la canción "Faded" de Alan Walker. One-shot para el concurso #Playlist.