Al terminar de ver The Notebook, decidimos ir a cenar a McDonals y cuando llegamos, me sorprendí muchísimo cuando vi al dependiente.
Tendría unos dieciocho años, y era pelirrojo.
Su aspecto me hizo recordar amistades pasadas, haciendo que en mi pecho sintiese un vacío monumental.
Suspiré y vi cómo Luke se ponía celoso.
-Bárbara, ¿te traigo un cubo?-preguntó. Rodé los ojos.
-No, gracias-contesté en su mismo tono.
Cuando fue nuestro turno, el chico sonrió nervioso.
-Hola, ¿qué desean?-su tono de voz de adolescente tierno, me hizo sonreír y acordarme de Jude.
Al terminar de pedir, salimos por la puerta y me giré, por última vez, a ver al chico que me había hecho recordar.
Quizás era el tiempo de volver, ¿no?
«...»
Por la mañana, Luke me dio un beso y me dijo lo mucho que me amaba antes de irse a coger el avión que lo llevaría a Los Ángeles.
Llamé a Sía a las diez de la mañana para que viniese a hacerme compañía y ella aceptó al momento.
La rubia venía con un tinte de pelo de color celeste y...como siempre...metimos la pata.
-Venga, Barb. Un lavado de pelo y se va. Probemos.
Y ahí estaba yo.
Con el pelo rojo fuego, arrepintiéndome de haber aceptado teñirme.
Sía estaba muerta de risa, aunque estaba nerviosa.
Su madre era peluquera y ella quería seguir por el mismo camino...Sin embargo, futuro, no tenía.
Después de una hora mirándome al espejo frustrada, le empecé a coger gustillo al color.
Un cambio... Nunca es malo, ¿no?
Calum, el novio de Sía y mejor amigo de Luke, llegó a casa sonriendo y moviendo tres billetes de avión.
Ambas nos miramos sorprendidas antes de que él gritara:
-¡Nos vamos a Estados Unidos!
