Era un bonito día de verano, yo leía tranquila en un banco del patio de casa. Mientras, se podía escuchar el canto de los pájaros y las hojas movidas por la suave brisa, pero la voz de mi hermana y sus pasitos me devolvieron a la realidad, cerré el libro y le dirigí una mirada a esa pequeña que caminaba torpemente hacia mí.
Ella apenas tenía tres años y como cualquier niño buscaba ser el centro de todo. Cuando se acercó un poco más la abracé y la levanté para tenerla a mi altura. Aysun sonreía y con su manita agarró mi vestido. Caminé con ella en brazos hasta el interior de la casa y la dejé sentada en el sofá no sin antes besar su pequeña frente. Ella se quedó sentada y me senté a su lado y comencé a hacerle cosquillas. Ella intentaba apartar mis manos mientras reía, era tan tierna.
-Ya está la comida- nos interrumpe mi madre.
Asentí y fuimos juntas a la mesa para comer. Ahí estaban ya sentados mi padre y mi madre, mis tres hermanos mayores y mi abuelo Ahmed. Ellos siempre estaban ocupados, nunca tenían tiempo para mi hermana y para mí. En parte les comprendo, pero, somos su familia. El único que si pasa tiempo con nosotras era nuestro abuelo, siempre nos contaba historias de amor sobre él y la abuela. Me gustaría haberla conocido, y él se encargó de que lo hiciera aunque ella no esté si está en mi corazón gracias a él.
Mi abuelo siempre decía que me parezco mucho a ella, que soy una chica muy inteligente y bella, astuta, valiente y fuerte. Sabía que en un futuro sería una chica responsable y que el destino me deparaba una buena vida.
Comimos en silencio como era de costumbre en mi casa. Al final de la cena cuando ya iba a levantarme mi padre comenzó a hablar:
-Bahar -me dijo- pronto cumpliras los dieciocho años, y como sabes las mujeres suelen casarse a edades más tempranas que esa -asentí y continuó-. Ozan nos ha pedido tu mano y he accedido, él te dará un buen futuro.
Mi rostro palideció y las lágrimas querían salir de mis ojos, pero no iba a llorar delante de todos. Me limité a asentir de nuevo y marcharme hasta mi habitación. Cuando ya estaba dentro no pude reprimir más las lágrimas que caían sobre la almohada que yo tenía agarrada con fuerza. ¿Cómo me pueden hacer esto? Eso es una tradición demasiado antigua para tener que cumplirla, seguro que a parte de eso había algo más... ¡Dinero! Si, es eso. Está claro. Pero, ¿desde cuándo yo me convertí en un objeto? La voz de mi madre me despertó de mis pensamientos. Se sentó a mi lado y me abrazó mientras secaba mis lágrimas.
-¿Por qué?
-Sabes que eso no lo elijo yo. Bueno querida, venía a decirte que la boda será la semana que viene, recoge tus cosas porque después de que ésta se celebre vivirás con él - su mirada era de compasión, se podía ver que a ella esta situación le hacía tanta ilusión como a mí, ninguna.
Me tumbé y seguí llorando hasta quedarme dormida.