encuentros y decisiones

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-tikki ¿estas segura?

-completamente, pasa, esta persona te ayudará, lo prometo.

-confió en ti, tikki- Marinette empujó la puerta de aquel lugar mientras tikki se escondía en su bolso, la chica sintió que era trasportada a la lejana China. Desde el estilo oriental de aquella sala de masaje y terapias, así como ningún sillón donde sentarse. Ya había visitado el lugar una sola vez, cuando la pobre kwami había enfermado terriblemente, pero en aquella ocasión estaba tan concentrada en que su compañera se recuperara que no habia puesto atención a nada en particular. Ahora, a pesar del dolor que estaba sufriendo, miro a su alrededor con detenimiento.

La sala estaba ligeramente dividida en secciones, en la pared de fondo se apreciaba un mueble de madera, y encima de este, un viejo fonógrafo negro y rojo que parecía estar tallado y pintado a mano.

El futón que se extendía en el suelo era blanco y lo suficientemente grueso para pasar por colchón. Unos cuantos cuadros con caracteres chinos y plantas ornamentales adornaban el sencillo piso. Simple, pero lindo.

Sin embargo, lo curioso de aquel lugar no era su falta de muebles o colores intensos, sino el pequeño hombrecito de cabellos grisáceos y barba puntiaguda que la escrudiñaba con la mirada. Sin duda el señor estaba ya pasado sus sesenta años, quizás incluso llegaba a los setenta y tantos. Era incluso más bajo que Marinette, y sus manos eran algo delgadas. Sus marcados rasgos le decían a la chica que sin duda era de ascendencia chica. y a pesar de todo, la camisa rojo cereza con motivos hawaianos en blanco le daban un aspecto... peculiar.

-buenos días- saludó juntando las manos y haciendo una reverencia el hombrecito- mi nombre es Maestro fu, bienvenida a mi consultorio ¿dime en que puedo ayudarte?

Tenía un acento marcado al hablar, pero su pronunciación era impecable.

-buenos días- dijo imitando el saludo del anciano- espero que me recuerde, soy la chica que el otro día le trajo a su gatito enfermo.

-ah... la recuerdo, señorita- el maestro Fu puso sus manos detrás de su espalda- ¿ha vuelto a recaer su mascota?

-no, me temo que estoy aquí por otra razón, quisiera que me atendiera a mí.

-¿Qué le aqueja, jovencita?

Marinette se dio la vuelta, y bajo ligeramente la tela que cubría su hombro izquierdo, revelando la grave herida que estaba sobre su piel. El maestro Fu no parecía impresionado o conmocionado ante el hecho, se acercó a examinar detenidamente la herida.

-tengo lo apropiado para usted, por favor recuéstese en el futón y descubra por completo la herida, vuelvo en unos momentos- se alejó caminando a paso calmado hacia la habitación continua, donde se escucharon ruidos de cajones siendo abiertos y cerrados.

Tikki salió de su bolso mientras Marinette, con algo de dificultad y dolor acomodaba su brazo fuera de su blusa.

-tranquila Marinette, todo estará bien.- antes de que la chica le dijera algo a su kwami, el maestro Fu regresó con un ungüento entre las manos, con un aroma un poco peculiar. Se acomodó sobre sus rodillas y le pidió amablemente a Marinette que se recostará boca abajo, cerrará los ojos y concentrará sus energías en sanar, ya que la medicina alternativa que él practicaba se guiaba mucho del poder de la mente humana.

Cuando hubo hecho esto la chica, Tikki salió de su escondite y miro fijamente al maestro Fu, quien con una sonrisa y asentimiento le dio el saludo, para después con un movimiento de cabeza le indicara hacia donde tenía que ir si quería hablar con Wayzz, el kwami tortuga del maestro.

mi pequeño mininoWhere stories live. Discover now