Perdida

Prólogo.

Todo lo que me rodea es un espacio en blanco, literalmente. No hay nada – mires hacia donde mires – que no sea una capa blanca, nada más. No controlo mi cuerpo que camina hacia la nada, no recibiendo mis órdenes.

No me controlo a mí misma.

De la nada, me detengo.Muevo un brazo – esta vez sí voluntariamente – y doy una vuelta sobre mí misma, sintiéndome de la nada mareada. Giro sobresaltada y veo una figura difusa, borrosa.

Frunzo el ceño pero...no siento miedo. Es más, un cosquilleo de intriga se forma en mi estómago. Y él – es un chico, sin duda – alarga una mano hacia mí.

No puedo pensarlo, mi mente no reacciona a mis órdenes, simplemente alargo mi mano y,cuando nuestros dedos apenas se rozan, su rostro se esfuma. Así, dela nada; y como el humo.

Siento todo el espacio blanco temblar y chillo asustada, gritando un nombre: pero no logro escucharlo del todo, hasta el sonido se escucha difuminado.

Y es entonces cuando el espacio blanco desaparece.

Y vuelvo de la nada.

Abro los ojos completamente asustada, siento mi respiración agitada y un pitido cercano. Frunzo el ceño e intento levantarme, pero un dolor intenso en las costillas derechas y un martillazo fuerte en la sien,me obligan a quedarme quieta.

<Blanco>

Ese es el color que me rodea: el techo y las paredes, de alguna forma es diferente al sueño, porque eso fue. Un sueño irreal y extraño.Trago saliva despacio y giro la cabeza despacio – ignorando el dolor no tan fuerte como el primero – y observo la máquina de latidos y, bajando la vista, los cables conectados en mis muñecas.

Estoy en...un hospital.

Y dela nada, el terror se apodera de mí.

Me enderezo tan rápido en la cama que, ya cuando estoy sentada, me llega la puntada que hace que me mareé. Cierro los ojos con fuerza y tanteo con mi brazo izquierdo el derecho, para sacarme los cables.

Odio los hospitales, mucho más estar conectada a...esa máquina.

—No lo hagas – levanto la vista de golpe, atrapada literalmente en el acto y miro al hombre vestido de bata blanca que apuesto, es mi doctor. Aprieto los dientes con fuerza pero no muevo mi brazo,todavía sostengo el cable entre mis dedos. Un tirón y se saldrán -¿sabes quién eres? - frunzo el ceño y lo miro...como si estuviese loco.

Alejo mi mano de los cables.

¿A qué se...refiere?

—CharlotteMiller – contesto, ignorando el dolor punzante de cabeza. Asiente y sonríe. Vale: debo afirmar que esto es raro – ahora ¿qué mierda hago en el hospital? - exijo, jugueteando con mis dedos, pero con el rostro impasible.

Los nervios se hacen paso en mi estómago, creando un nudo en él.Y...hay una sensación extraña. Algo así como un vacío, algo que nunca sentí antes.

Pero así se definía: como un vacío.

—Una cosa más, Señorita Miller – arqueo una ceja - ¿Cuántos años tienes? ¿Puedes decírmelo con exactitud? - pregunta, y casi siento como si me estuviese tratando como una estúpida.

De todas formas, me decido a contestar.

—Dieciséis años cumplidos hace tres meses – contesto, segura.

Abre los ojos y sacude la cabeza.

Siento un mal presentimiento sobre eso.

—Tienes diecisiete, Charlotte – murmura. Y es mi turno de abrir los ojos de golpe, y me quedo incapaz de decir algo – te has golpeado fuerte la cabeza, has olvidado el último año de tu vida debido a la fuerza del golpe en tu cráneo. Te haremos estudios para... - pero me quedo ahí.

Dejo de escucharlo, para escuchar muchas voces – y tan difuminadas como en el sueño – gritar en mi cabeza. Llevo mis brazos hacia ésta,involuntariamente y chillo.

Es entonces cuando siento a las enfermeras sostenerme – y sí, pego manotazos hacia todas partes casi que por inercia – hasta que siento mis párpados demasiados pesados para mantenerlos abiertos.

Y vuelvo a ese lugar de antes.

Con la diferencia de que el espacio es totalmente negro.

Y que no hay chico alguno

Próximamente en Wattpad...