El Grito

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Era media noche en la casa de los Gutiérrez, la casa entera estaba oscura, tanto que parecía congelada en el tiempo. El silencio era inquietante, casi tenebroso. Incluso las paredes parecían estar durmiendo, los retratos miraban fijamente al vacío y el suelo lucia como una larga capa de nieve. Daniel dormía tranquilamente en su habitación cuando de repente un sonido agudo rompió el silencio que había en la casa de la manera más espeluznante que se pueda imaginar.

Era un grito terrorífico, que trasmitía dolor y angustia. Tan agudo que y tan fuerte que levantó a todos en la casa, descongeló el silencio casi invernal que existía un segundo antes de que el grito fuese articulado. Daniel se despertó inmediatamente.

Los ojos de Daniel miraban el techo que estaba completamente oscuro, y él solo veía sus pensamientos. Ladridos de un perro se escuchaba a los lejos. Daniel estaba algo confundido, el sonido que había escuchado, ¿Había sido real?, quizá simplemente lo había soñado; y si quizá aún sigue durmiendo. Pero, mientras navegaba en sus pensamientos se dio cuenta de algo, los ladridos no paraban. Inmediatamente recobró la lucidez y se levantó casi de un brinco. Rápidamente fue hacia la puerta de su cuarto y se detuvo bruscamente mientras miraba la perilla.

¿Porque Ramón estaba ladrando tanto? Daniel abrió con cuidado la perrilla y empezó a caminar sigilosamente por el pasadizo que llevaba a la habitación de su hermano. Mientras caminaba el largo pasadizo escucho que de atrás de él se abría una puerta.

-¿Daniel? – Dijo Roxana, la hermana menor de Daniel.

Inmediatamente Daniel se volteó y miró a su hermana que tenía una expresión un poco ansiosa.

- ¿Por qué Ramón está ladrando tanto?, ¡Christian! – llamó Roxana; pero nadie respondía.

Daniel estaba por fin de pie frente al cuarto de Christian. Y Roxana le había alcanzado.

Daniel abrió la puerta muy despacio y cuando estuvo a punto de llamar a su hermano, escucho otro grito; esta vez mucho más fuerte que el anterior que le dio un escalofrío que recorrió desde sus pies hasta su cabeza. Detrás de él escucho otro grito, era de Roxana.

Roxana entró rápidamente al cuarto de su hermano Christian y al verlo tendido en su cama boca arriba con los ojos desorbitados, corrió rápidamente a su lado para preguntarle que le pasaba.

-¡Christian! ¿Qué te sucede? –Decía Roxana preocupada.  Luego levantó su cabeza y mientras la sostenía con una mano se le caía una lágrima – ¡Christian! ¡Por favor respóndeme!

Pero no se escuchó ninguna respuesta de aquel sujeto que estaba como desmayado; pero sus ojos permanecían abiertos.

Daniel aún estaba en la entrada del cuarto de Christian.  Miraba sorprendido la escena.   El enorme san Bernardo, llamado Ramón, estaba aún ladrando frente a la cama de su amo, sus ladridos parecían campanadas que llenaban toda la casa de un eco general.  En la cama estaba Christian con los ojos desorbitados y a un lado de él Roxana que lo miraba terrorífica y empezaba a llorar silenciosamente. ¿Y si aún estaba durmiendo y todo esto era nada más que un sueño, o mejor dicho una pesadilla?

De repente vio como los labios congelados de Christian empezaban a abrirse, sus ojos se hacían más grandes, y de su boca salía un sonido estremecedor y espeluznante. Nuevamente un tercer Grito llenó todas las paredes de la casa, era un grito que taladraba los oídos y llegaba justo a la espina dorsal, causando un escalofrío.  Roxana se apartó aterrorizada de la cama de su hermano, mientras este parecía estar sufriendo tanto, pero solo atinaba a mirar al techo oscuro. Incluso Daniel pareció haberse despertado por fin de su trance.

 Cuando el largo grito terminó llenó al cuarto de una cierta incertidumbre y pánico a la vez. Ramón ya no ladraba, por un momento se acercó a la cama a olfatear un poco y luego salió a toda prisa de la habitación, pasando por entre las piernas de Daniel.

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