La noche había comenzado con la misma calidez de siempre, un susurro de viento entre las hojas y un cielo despejado. El reloj marcaba las diez en punto cuando llegamos a casa, y mi entusiasmo era palpable. Había pasado el día en el centro comercial con mis padres y Tommy, nuestro perro. No había nada que pudiera arruinar esta noche.
Mi padre, con su habitual sonrisa amplia, abrió la puerta de nuestra casa. La emoción en mi pecho crecía a medida que entrábamos. El aroma familiar del hogar nos envolvía, pero algo estaba terriblemente fuera de lugar. Las luces estaban apagadas, y un silencio inquietante nos recibió. Mi padre encendió las luces, y la escena que se desplegó ante nosotros era una pesadilla.
Las paredes estaban salpicadas de manchas rojas, una macabra obra de arte que contrastaba horriblemente con el blanco inmaculado de la pintura. Adornos rotos y fotografías esparcidas por el suelo formaban un caos visual. La televisión, que solía proporcionar risas y entretenimiento, estaba con la pantalla rota y el equipo disperso. Mi corazón se hundió en un abismo de terror cuando noté que Tommy, mi fiel amigo de cuatro patas, no estaba ladrando para recibirnos.
Mi madre, con su rostro pálido, intentó contenerme, pero mis ojos se dirigieron hacia la mesa en la sala, donde algo extraño y perturbador captó mi atención. Corrí hacia allí, impulsado por una curiosidad aterrorizada. Allí estaba Tommy, una masa de sufrimiento y mutilación. Su piel había sido arrancada, sus ojos estaban casi ciegos, y su cuerpo estaba cubierto de cortes. Estaba esperando la muerte con un dolor que me era imposible de describir.
El llanto se apoderó de mí, un grito desgarrador que no podía ser contenido. Mi mente estaba en shock, incapaz de procesar la magnitud de la brutalidad que estaba presenciando. La desesperación me ahogaba mientras me arrodillaba junto a mi amigo, su dolor reflejándose en el mío.
De repente, un grito de mi madre rompió el frágil equilibrio de mi mente. Giré la cabeza y vi a un hombre alto, vestido completamente de negro, sus ojos eran los únicos que reflejaban la maldad más pura. Mi padre, con la valentía de un héroe, intentó enfrentarse a él. Pero el hombre no era de este mundo. Lo agarró del cuello con una fuerza inhumana y, en un acto de brutalidad que parecía sacado de una pesadilla, le propinó veinte puñaladas en el abdomen. Luego, con un movimiento final, le cortó la garganta, salpicando la sangre en todas direcciones.
Mi padre cayó al suelo, su mirada fija en mí, una mirada que no podía olvidar. La imagen de su muerte quedó grabada en mi mente, una herida abierta que nunca sanaría. El hombre se volvió hacia mi madre, sus acciones se convirtieron en una serie de actos indescriptibles y horrendos. La vi golpeada y violada, su cabeza estrellándose contra la pared, mientras su vida se desvanecía ante mis ojos.
La sensación de impotencia era aplastante. Me sentía como un espectador en un horror que no podía detener. La tragedia que viví esa noche transformó mi mundo, llenando mi alma con un vacío profundo y doloroso.
La llegada de la policía trajo una nueva ola de desolación. Ellos entraron a la escena, sus rostros reflejaban el asombro y el horror que solo se encuentra en las pesadillas. Yo estaba tendido en el suelo, llorando y acurrucado al lado de mis padres muertos. Nunca olvidaré las caras de esos oficiales, la forma en que sus ojos se quedaron fijos en la escena, como si estuvieran atrapados en un sueño aterrador.
Después de lo que pareció una eternidad, me desmayé por el dolor abrumador. Cuando desperté, me encontraba en una fría camilla, envuelto en un vacío de soledad. La realidad se había convertido en un lugar frío y distante. El futuro que me esperaba era incierto, y la idea de ser enviado a un centro de adopción se cernía sobre mí como una sombra inevitable.
Tres horas después, me encontré en una sala blanca, sin nada más que un vacío en mi corazón. Mi vida había cambiado para siempre, y el camino que se extendía ante mí estaba marcado por el dolor y la pérdida. El destino me había despojado de todo lo que amaba, y lo único que me quedaba era la promesa de una existencia vacía y llena de preguntas sin respuestas.
La tragedia de esa noche había creado un vacío tan profundo en mi ser que la idea de encontrar paz o felicidad parecía un sueño lejano. Mi vida, que una vez estuvo llena de amor y alegría, ahora se había convertido en una serie de eventos trágicos que me habían dejado con un corazón endurecido, una mente atormentada y una existencia marcada por la pérdida y la desesperanza.

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Trauma Mortal
HorrorToda tu vida te han contado cosas solo para asustarte. Quizás algunas fueron reales o simplemente para jugarte una broma pesada. En mi vida han ocurrido hechos espeluznantes llenos de horror que jamás te imaginarías vivir. Ahora contaré todo a detal...