Takao...Takao

2.1K 137 27
                                    


[DISCLAIMER: Kuroko no basket pertenece Tadatoshi Fujimaki. Este fanfic no tiene ningún fin de lucro, tan sólo entretener al lector.]

Todo el equipo de Shutoku estaba en la cancha de su instituto completando su entrenamiento de tarde, como todos los días. Fuera todavía quedaba un resquicio de Sol, pero se estaba poniendo y el cielo se oscurecía a cada segundo, lentamente.

Midorima practicaba sus tiros en busca de la perfección, aunque jamás fallaba uno. Takao le observó un momento antes de pasar la pelota y volver a correr por la pista. Apenas quedaban diez minutos de entrenamiento, el equipo entero estaba sudado y cansado, pero no pararían hasta que fuese la hora.

Pasaron los pocos minutos restantes y el silbato sonó, indicando el final. El equipo se fue a los vestuarios a excepción de Takao y Midorima. Este último continuaba practicando sus tiros, impasible, debía completarlos todos o no se sentiría satisfecho consigo mismo. El resto del equipo comenzó a salir, habiendo dado por finalizado su día, duchados y soñando con llegar a casa para tumbarse y descansar. El entrenador se acercó a Midorima:

–Te dejo las llaves donde siempre, ya sabes. – le puso una mano en el hombro y se dio media vuelta, dispuesto a irse, sin necesidad de despedirse. No era la primera vez que Midorima se quedaba más tiempo del necesario, intentando aumentar su resistencia para hacer sus tiros infinitos.

–Entiendo. – dijo el peliverde en acto reflejo, asintiendo y cogiendo otra pelota.

Takao le observó desde la banca, antes de levantarse y entrenar un poco más también, no pensaba quedarse atrás, mejoraría y se convertiría en un jugador imprescindible.

Un buen rato después, el pelinegro, sudando ya, decidió dejarlo. Midorima continuaba, poco sudor cubría su piel. Takao recogió su botella y bebió, saciando su sed. Se giró mientras todavía bebía para observar de nuevo a su amigo tirando el balón, pero se tropezó con sus propios pies con tal mala suerte de que el agua se derramase por encima de su camiseta y su chaqueta. En ese momento llevaba el característico chándal naranja de Shutoku, con la camiseta blanca de entrenar, que solían llevar cuando no se ponían el uniforme de los partidos.

–Oh, mierda. – tan sólo soltó una maldición por lo bajo, mientras veía el estropicio que él mismo había causado. Se quitó las dos prendas y se sentó en la banca, aún tenía planeado esperar al peliverde.

De repente, otra chaqueta le dio de lleno en la cara, tapándole la visión momentáneamente. Cuando se la quitó, vio como el peliverde se alejaba recogiendo otra pelota del suelo y volviendo a sus tiros, a la par que decía:

–Si piensas esperarme sin ropa, al final te pondrás enfermo.

–Oh, ¿Shin-chan se preocupar por mí? Gracias. – le dijo con una amplia sonrisa y tono cantarín. Se puso aquella chaqueta que le venía grande, sin cerrarla. Las mangas cubrían mucho más allá de sus manos y la tela del cuerpo de la prenda iba más allá de su cintura. El olor de Midorima le inundó de golpe las fosas nasales, mientras volvía a dirigir la vista a su dueño.

Desde hacía un par de meses había comenzado a desarrollar una atracción por el peliverde. Como para no hacerlo, pensó. Lo observó saltar de nuevo a la vez que tiraba, con sus poderosas piernas y sus musculosos brazos, perlados en sudor. De nuevo encestó y cogió otra pelota repitiendo el proceso. El pelinegro se rascó la clavícula desnuda, empezando a divagar en su mente. Había visto muchas veces al peliverde en los vestuarios, de manera furtiva. Se preguntó cómo sería tener aquella piel para él, poder reclamarla. Poder arañarla con sus manos y disfrutarla cuanto quisiera. O aquella mano tan preciada para el más alto, sentirla descendiendo lentamente desde su pecho hasta el vientre. Volvió a soltar una pequeña maldición mientras se daba cuenta del camino que se tomaban sus pensamientos.

Takao...TakaoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora