Introducción

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— ¿Te puedes callar de una maldita vez?

— No. 

Me acerco a el intentando que la profe no me vea y le susurro:

— La vieja te va a oír.

Uriel se tapa la boca con la mano para intentar no reírse, y yo le ayudo tapándole la boca con la mía también. Uriel siempre ha sido un chico de risa fácil, se ríe por cualquier cosa, aunque sea una tontería, se ríe. La profesora gira su tronco, algo que no entiendo como consigue hacer ya que está demasiado mayor y nos mira por encima de sus gafas de secretaria.

— Eider y Uriel. — ambos la miramos. — ¿por qué no contáis eso tan gracioso para reírnos todos? 

Uriel me mira, esperando a que yo diga algo, pero no lo hago, me quedo mirando a la profe como una idiota. Se que ahora mismo tengo los cachetes rojos de la vergüenza, ya que media clase nos mira. El otro día Uriel me dijo que cuando estaba nervioso o en una situación incómoda, se imaginaba a la gente desnuda. No creo que este sea buen momento para hacerlo, no quiero ver a la profe sin ropa. Hago una mueca de asco ante mi pensamiento y la profe se vuelve hacia la pizarra.

— Si os veo otra vez hablando, os separo.

Nos miramos a la vez, en tercero de primaria, esa era la peor amenaza que los profesores nos podían hacer, y mas a Uriel y a mi. 



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