Paso la página del libro, pero en seguida me canso. Creo que le estoy cogiendo coraje a este libro. A pesar de ser triste, me aburre. Estoy empezando a odiar a los clichés. Siempre termino mal, aunque el libro termine bien. Claro que me gustaría ser la chica que enamora al chico malo, algo en plan "Good girls love bad boys" (chicas buenas aman a chicos malos), pero a la vez me parece demasiado trabajo. Además, yo es que tampoco sea ten buena persona para hacer que un tío lo sea, pero que mas da, al fin y al cabo son novelas. Me pregunto si alguna vez alguien ha vivido una historia de amor como en las novelas. ¿Existirá?
— Eider...
La verdad es que si, me gustaría vivir una.
— Eider.
¿Tan doloroso es?
— ¡Eider!
Levanto la vista del libro y veo a Uriel con una sonrisa.
— ¿Te puedes callar? me acabas de estropear mis pensamientos.
— Vale, si quieres seguir tirando el zumo al suelo, por mi bien. — me señala mi mano derecha.
Mi mano está completamente girada, tirando el zumo que estaba en el interior del vaso. Inmediatamente incorporo el vaso y oigo como Uriel se ríe de mi.
— Cállate gilipollas.
el sigue riéndose. Estaba tan despistada que no me daba cuenta de que tenía el vaso en la mano. Admito que si yo lo hubiera visto, también me hubiera reído, así que me uno a la risa de Uriel. A veces hay que saber reírse de uno mismo.
— Lo mejor es que te estaba llamando desde hace rato, y aún así seguías sin escucharme.
— Estaba pensando. — me seco las lágrimas de los ojos.
— ¿En qué pensabas exactamente? — esta vez me mira serio.
— Nada importante.
— Quiero saberlo Eider.
— No te incumbe Uriel.
El alza una ceja, algo que me molesta ya que no puedo hacerlo. Me agarro una ceja e intento levantar la otra. Giro mi cabeza hacia la derecha en dirección a mi espejo, veo que he conseguido alzar la ceja y sonrío victoriosa. Uriel me mira como si fuera un bicho raro y suelta una risa nasal.
— Sigues sin saber alzar una ceja.
— Lo sé, pero tengo mejores cosas que hacer que estar frente a un espejo intentando alzar una ceja.
— ¿Mejores cosas que hacer? — se rasca la barbilla. — ¿Cómo cual?
— ¿Puedes dejar de hacerme tantas preguntas?
— ¿Sabías que contestar con una pregunta es de mala educación?
— Tu lo acabas de hacer, imbécil.
Uriel y yo nos insultamos mutuamente, pero sabemos que lo hacemos con cariño, menos en momentos serios. Ahora que lo pienso, Uriel y yo nunca hemos tenido un momento serio, de enfado, siempre que lo tenemos terminamos riéndonos ya que Uriel se ríe de todo.
Vuelvo a fijar mi vista en el libro aburrido de antes, fingiendo que leo. Mi pelo largo, liso y rubio se me cae por encima de los hombros tapándome completamente la cara. Me lo intento sujetar detrás de las orejas varias veces, pero se vuelve a caer. Levanto la vista impidiendo la mirada fija de Uriel y busco un elástico para amarrarme el pelo. Encuentro una encima de mi escritorio, pero antes de correr hacia ella, veo que Uriel también la observa. Se que la observa con intención de quitármela, pero lo hace para molestarme ya que el no tiene el pelo suficiente para amarrarlo con un elástico.
Me pongo de pie en la cama y doy un salto para detener a Uriel, que ya estaba de pie para coger el elástico. Logro volverlo a tumbar en la cama y le agarro los brazos. Se que voy a terminar perdiendo, pero por probar no pierdo nada. Alcanzo un cojín de mi cama y le golpeo la cara con el. Me siento incómoda estando en esta posición con Uriel ya que estoy sobre su aparato reproductor. Me aparto rápidamente y me siento en la cama, el se levanta y alcanza el elástico.
— ¡JA! ¡LO COGÍ!
Aparto la mirada de él y me miro en el espejo, veo que estoy completamente roja y me tumbo en la cama tapándome el rostro con el cojín.
— Eider, ¿estás bien? — niego con la cabeza. — ¿ha sido por el elástico? — vuelvo a negar con la cabeza. — Bueno, aunque no haya sido eso, te la devuelvo, no la necesito.
Siento el mini peso del elástico en mi barriga, me destapo y miro a Uriel. La verdad es que nunca me había fijado, pero mi mejor amigo es realmente guapo. Su pelo corto y negro y sus ojos azules le hacen verdaderamente mono. Es el típico rarito de la clase, junto conmigo, y no me creo que nadie se haya acercado a el antes.
— ¿Se puede saber por qué me miras tanto? me intimidas. — sonrío.
— Uriel será mejor que te vallas. — el vuelve a alzar una ceja.
— ¿Y eso por qué? ¿Te estoy poniendo cachonda?
Le miro con los ojos bien abiertos, nunca escuché decir so a Uriel. El capta mi mensaje y levanta los brazos en forma de disculpa.
— Era coña, era coña.
— Mas te vale, que no se vuelva a repetir. Ahora, fuera.
— Ya me voy.
Uriel se acerca a mi para darme un abrazo pero yo lo rechazo y le despido estrechando mi mano con la suya. Uriel me mira, coge su mochila y se va.
Me siento en la cama, pero en seguida me levanto ya que siento que aplasto algo. La libreta de Uriel, que está envuelta en la chaqueta de Uriel. Menudo despistado.