"¡Buenos días, princesa!
Recuerda que un día sin sonreír es un día perdido, así que espero que hoy nos ilumines con esa hermosa curva que posees."
¿Qué? Leí por cuarta vez el post-it que estaba dentro de mi casillero. Probablemente, la persona que escribió la nota se equivocó, y en realidad no soy yo quién debió recibirla.
Por favor, nadie se fija en mí, nadie me llama princesa a excepción de mi papá, y a nadie le gusta mi fea sonrisa con frenillos, definitivamente, la nota no iba para mí.
Suspiré y cerré con cuidado mi casillero, dirigiéndome a mi segunda clase del día: álgebra.