Vena ecológica

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Llegué a casa emocionadísimo, Ordene mi mesa, empuñé una bonita pluma que conservaba del botín de mi primera comunión y comencé a escribir. ¡Fuera el ordenador!

No soy escritor, ni nunca lo he sido, pero es curiosa la inspiración que me llegó de repente con tan simple infraestructura. Aún ahora, me asombro de mi mismo recordando la fluidez con la que estaba manuscribiendo aquel relato.

Pero un mal olor que se estaba prolongando demasiado estaba perturbando mi estado emocional. Me temí lo peor en estos casos, haber pisado una cagada de perro con mis zapatos de suelas dentadas, pero afortunadamente no era eso. ¡De buena me libré!

En vano, abrí todas las ventanas de la casa tratando de que la corriente de aire pudiese con aquel hedor. No sabía lo que estaba pasando y encima, estaba empezando a perder la inspiración después de haber escrito ya cinco páginas del relato de mi vida.

Cada vez me estaba poniendo de peor humor por lo que opté por tirar a la basura, tanto los folios que ya había escrito, como todo el paquete que acababa de comprar. Cerré bien la bolsa de basura y la bajé al contenedor, aunque me arriesgué a que me pusieran una multa porque estaba fuera de hora.

Quizás hubiese podido conseguir un "best seller", pero mi mujer estaba a punto de regresar a casa y no me apetecía escucharla diciendo: ¡Sólo a ti se te ocurre comprar un paquete de folios hechos con pasta de papel higiénico usado reciclado!

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