Velaré por ti

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Desde siempre tú fuiste diferente. Mi ángel me lo contó.

No estabas bien del todo. Nunca lo estuviste. Me acuerdo de cuando toda la clase fuimos a verte al hospital.

No, definitivamente no estabas bien.

Eso fue cuando aún ni teníamos siete años. Yo le rezaba a mi ángel todas las noches por que estuvieras bien, y por fín saliste de allí.

Cada día me preguntaba por qué te pasaba eso. Tú no te lo merecías. No paraba de repetírmelo: Tú. No. Te. Lo. Merecías.

Al final llegué a la conclusión de que no tenías un ángel que velara por ti. O que ese ángel no te cuidaba bien. Ese ángel era estúpido, dije. Le pregunté a mi ángel si él podría cuidarte para que no estuvieras mal, pero no podía. Decía que yo le necesitaría más. No quería enfadarme con mi ángel, pero yo sabía que tú lo necesitarías mucho más que yo. ¿Cómo ibas a necesitarlo menos que yo?

Pasó el tiempo, y parecía que ya estabas un poco mejor, pero yo siempre temía porque te pasara algo otra vez.

Pero siete años después, pasó.

Te emocionaste mucho, ibas a ir de viaje a Noruega con tus padres en unos meses. La felicidad podía contigo. Ese era tu sueño.

Para variar, tu ángel no quiso ayudarte.

Mientras eras feliz, empezó a dolerte mucho la cabeza. Gritabas. Te caíste al no poder soportar el dolor. Un profesor llamó a Urgencias y se te llevaron otra vez.

Esa vez no saliste tan pronto.

Pasaron los meses, se contaron cinco. Tu vuelo a Noruega salió, y tú no estabas en el avión. Tu sueño se fue volando.

No me atreví a ir a verte al hospital en todo ese tiempo. No sabía cómo te encontraría. Pero un día pude reunir el valor suficiente, y fui a visitarte.

Tu padre estaba en la habitación contigo, pero salió para descansar y para que pudiera hablar contigo a solas.

Al verte por poco no pude retener las lágrimas.

Tu piel estaba muy pálida y todo el pelo se te había caído. Unas ojeras negras como la noche adornaban la piel debajo de tus bonitos ojos. Era como si mi recuerdo de ti se hubiese esfumado.

Incluso teniéndote delante, te eché de menos.

Me preguntaste cómo iban las cosas en el instituto. Junto a esas otras cosas que se preguntan cuando has estado meses en una camilla de hospital.

Y yo contesté a todas tus preguntas, sintiendo que algo se rompía dentro de mí.

Pasaron las horas, y tuve que marcharme. Me dolía mucho separarme de ti una vez más, pero me obligué a conservar el optimismo.

Me obligué a pensar que algún día te pondrías bien del todo.

Al llegar a mi casa, lloré. Lloré muchísimo. Mientras intentaba dormirme, seguía llorando.

Pasé un largo rato así, hasta que miré el reloj. Las dos de la madrugada.

Vaya, tú quitándome el sueño. Como si fuera una novedad.

Le recé a mi ángel una vez más, lo hice con todas mis fuerzas.

Pero esa vez era distinto. No sabía por qué, ese vacío en el pecho se hizo más grande. Sentía que me ahogaba. Las lágrimas cayeron con más fuerza.

Me levanté de mi cama, todo el mundo en casa dormía. Apoyé mis manos en el escritorio, intentando estabilizarme.

No lo conseguí.

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⏰ Última actualización: Apr 08, 2016 ⏰

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