Esquizofrenia

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Pasaba los días buscando una respuesta a mi destino, no sabía realmente lo que esperaba encontrar, no estaba cuerdo y no pensaba con claridad.

Las tardes que me quedaba ído sentado en aquella banca esperando una puesta de sol más hermosa que la del día anterior eran sin duda alguna las mejores de mi vida, no necesitaba nada más y aún así lo estaba buscando, pero tenía que mejorar mi vida, tenias que llegar tu.

No voy a negarte que ver esas puestas de sol me colmaban de felicidad, pero era feliz en lo que cabe, no necesitaba compañía, eso era lo que pensaba, era lo que para mí estaba bien, una tarde de sol con mi música favorita, los cuentos de Edgar Allan Poe y el viento soplando en dirección del mar, viento que llevaba esa fría brisa que humedecía mi cabello y volvía más agradables mis tardes.

Fue en época de primavera, si mal no recuerdo, cuando tu apareciste en mi lugar preferido, no voy a mentir porque en verdad me quedaba horas observándote desde aquel viejo roble al otro lado de la banca, solo esperando, esperando a que te marcharas del lugar para poder así volver a mis tardes felices. Pasaron días, quizá meses, y tú no te movías de ahí, así que, envuelto en desesperación y coraje me acerqué a ti con toda la intención de decirte que te marcharas cuando en ese instante tu dulce voz penetro mi alma. -Es curioso cómo la noche consume al día, quizá eso quiere decir que por más brillantes que logremos ser siempre habrá una oscuridad infinita que se apoderara de nuestro ser- , esas fueron tus palabras, sinceramente no supe qué decir, te tache de loca y corrí en dirección a mi casa deseando no verte al día siguiente.

Para mí mala suerte volví a encontrarte ahí, así que no tuve más opción que hablarte, con Pena, coraje y odio solo pude decirte hola, me coloqué mis auriculares, le subí todo el volumen e ignore tu presencia de esa manera me concentré en mi lectura mientras esperaba la puesta de sol.

Un día cuando comenzaba la lectura del cuento "William Wilson" te escuché decir que te gustaba, no podía entenderlo, nunca hablamos, no sabemos nada uno del otro, solo compartíamos banca y la puesta de sol, así que lo ignore y me concentré en mi lectura, al ver mi reacción te levantaste, te acercaste a mí y me robaste un beso, es gracioso porque quedé atónito, pensativo y distante, deja caer mi libro y corrí a casa.
Pasó tiempo para que yo volviera a ese lugar, cuando al fin me anime solo me quedaba detrás del viejo roble esperando la puesta de sol, se preguntarán qué pasó con el libro, la verdad es que lo olvide por completo, pro ella seguía en esa banca esperando que yo regresará.

Una mañana de otoño, cuando mis ganas de leer volvieron, recordé el libro que había perdido, y decidí ir en su búsqueda, era una mañana fría, el viento soplaba cada vez más fuerte y penetraba mi piel, me puse mi abrigo más cálido y empecé mi búsqueda, llegue al viejo roble el cual a causa del otoño tenía pocas hojas en su copa, era como verlo morir, me causo escalofríos, y como se imaginaran la chica estaba sentada en esa banca, me acerqué y sin dudarlo Ella extendió sus manos para entregarme el libro que había olvidado aquella vez que me besó, no se dijo ninguna palabra alguna y con el viento solo resonó el -gracias- que pude decir.

Dos semanas después de ese vergonzoso día, se celebraba mi cumpleaños, fue una tarde hermosa, más que las tardes de soledad visualizando las puestas de sol en aquella banca, recibí varios regalos pero el que me pareció más sorprendente fue el que mi padre me dio, pues cumplía 15 años y según él ya era todo un hombre.

Como de costumbre volví a la banca y me sorprendió el no encontrarla ahí, pero me colme de tranquilidad y una vez más pude disfrutar de la puesta de sol, perdido en mi música y mi lectura.

Tres semanas después, casi a punto de llegar a la época de invierno, tú volviste a aparecer, te sentaste a mi lado y no dijiste nada, esperando impaciente la puesta de sol una fuerte nevada cayó sobre nosotros, pero ninguno pensaba moverse, nadie quería volver a casa, sobrevivimos a la helada y vimos la puesta de sol, cuando el sol estaba a punto de ser consumido por la noche tú te levantaste e intentaste besarme, yo en cambio por reacción saque el obsequio de papa y te provoque una herida fuerte en el estomago, no voy a mentir pero al principio me preocupe demasiado al ver tu sangre derramada sobre la nieve, mi mente entró en shock y mis ojos se tornaron de un color odio y turbio, tome de nuevo el regalo de papá y te empece a descuartizar, tenía una risa malévola, y tus gritos de dolor y auxilio me inspiraban a seguir viéndote derramar sangre.

Aquel día fue tu final, no podían reconocer ni tu cara, en cuanto a mi, estoy ahora en este cuarto oscuro pagando por mi delito, pero yo estaba enfermo, siempre lo supe, papá no debió obsequiarme esa navaja, escucho tu voz a diario diciendo que vas a venir por mí, es algo así como esquizofrenia pero que puedo hacer, solo me queda pasar las tardes viendo el rojo de la nieve que tu sangre pinto mientras que al mismo tiempo veo tu rostro mirándome con odio.

Hace tiempo que deje de gritar en este cuarto oscuro, las cuerdas que atan mis manos ya no las siento, y no he vuelto a verte más, no entiendo del todo, pero estoy seguro que es lo que merezco,dirigí mi mirada al lado derecho del cuarto y ahí entendí todo, al ver mi cuerpo recargado en la pared y sin movimiento, supe entonces que había muerto y no volvería a leer mas un cuento de Edgar Allan Poe y por consecuente los atardeceres para mí se habían acabado...

Fin.

Autor
Leonel Valdez

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