Le début

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"La gente cree que un alma gemela es la persona con la que encajas perfectamente, que es lo que quiere todo el mundo. Pero un alma gemela auténtica es un espejo, es la persona que te saca todo lo que tienes reprimido, que te hace volver la mirada hacia dentro para que puedas cambiar tu vida..."


Podía escuchar con claridad aquella pesada marcha que se acercaba con cierta rapidez hacia su despacho. 'Toc-toc-toc', reconoció el golpeteo desesperado de aquel singular chico tras la puerta de la habitación. No hubo respuesta, sólo un silencio que dejó pasar sin importancia. Lo escuchó de nuevo, pero siguió sin contestarle; no deseaba hacerlo, estaba ocupado y aquel muchacho lo sabía... siempre lo sabía. Pasaron segundos que se convirtieron en minutos, en un vago silencio que comenzaba a hartar a uno de los dos hombres.

—Sé que estás ahí —musitó el extraño chico tras la gran puerta de madera—, sólo venía a decirte que me iré en un par de minutos.

Seguía sin responderle. Agradecía ser una persona cuya paciencia fuera realmente apreciable, pero en estos momentos poco le estaba importando aquello. O era más bien que... no quería responderle. Aún se encontraba enojado con el menor; ¿quién dejaría a su pareja por una semana completa, sin mencionar con anterioridad que lo haría y sin alguna conexión o nota que le explicara lo que había sido de él? Exacto, sólo el castaño tras el umbral.

Porque aquella persona tras la puerta era su pareja... O eso suponía. Quería creer que en lo que sus recuerdos le dictaban.

Inclinó su torso hasta que su rostro estuviera a la altura del escritorio e hizo reposar su regordeta mejilla sobre la superficie del mismo; posó su penetrante mirada en la entrada del cuarto, pensando en lo que debía hacer. Podía perdonarlo con facilidad, pero estaba la posibilidad de que el castaño lo volviese a hacer; o bien podía seguir ignorándolo, pero igual se iría por otra semana y ésta vez se lo había avisado con tiempo... con un tiempo de dos horas antes de la extensa partida.

Hizo una ligera mueca al no saber qué decidir, hasta que pudo reconocer el sonido de algo pequeño pasando bajo la puerta. Levantó su rostro del escritorio y lo alzó por encima del mismo, iniciando la búsqueda de lo que hubiese sido responsable de dicho sonido. Divisó una pequeña fotografía, que por unos momentos se tornó borrosa ante su mirada y, sin pensarlo dos veces, saltó de su asiento para tomar con inmediatez la fotocopia entre sus manos, al mismo tiempo que se arrodillaba en el suelo para su mayor comodidad; estaba difuminada, no podía ver con claridad a las personas o siquiera la imagen dentro del cuadro. Giró el retrato con el pensamiento de que había sido víctima de una broma de su amante y se encontró con un pequeño texto.

—Lo siento... —recitó, casi en un murmullo y con dificultad, aquellas palabras escritas, sentía su mirada tornarse un poco borrosa por lo que no sabía si estaba en lo correcto de aquello que leía.

Y por el contrario a la habitación, aquel chico, rebosante de felicidad, soltó una suave risita al escuchar sus palabras. No hubiese podido distinguir lo que decía a no ser porque tenía su oreja pegada a la puerta; quería poder escucharle con claridad, puesto que sabía el cómo era la voz de su novio. Continuó esperando a que el mayor prosiguiera con la lectura en voz alta, aún con ligera la esperanza de que le abriera la puerta.

Después de unos silenciosos minutos, no pudo evitar sonreír amplio para sí mismo. No era una gran respuesta por parte de aquel pelinegro, pero igual era todo lo que necesitaba para saber que le prestaba atención. Abrió su boca con intenciones de pedirle que continuara con aquello, cuando una voz estruendosa y algo chillante llamaba su nombre una y otra vez.

El secreto del ángel IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora