Y tengo miedo, miedo de que crezca lo que siento, de que llegue a acaparar aún más mi mente, consumiendo más mi alma, reviviendo con caricias esperanzas desvanecidas en un pozo que creí haber sellado.
Suenan campanas que encienden mis ilusiones, se rompen miedos que se reemplazan por otros, y me invade una confusa alegría.
Así como aumentó mi felicidad y mis miedos, lo hizo mi desconfianza, cosa que creí, no sería posible.
Siento todo más real, lo veo, y lo podrán notar. Ya no es como antes. Puedo tocar sus manos, puedo abrazarlo hasta sentir que penetro en su pecho, pero no me atrevo.
Quiero recostarme en el pasto para admirar el paisaje, que empieza en sus ojos y termina... Vayan a saber dónde. Ellos me atrapan en un código que pasaría mi vida descifrando.
Siento todo esto, lo veo, lo vivo. Es repentino, lo admito, pero es que mi corazón no miente cuando digo lo que él siente.
Se acelera, para un poco y a veces, frena del todo, pero ahora tiene un motivo más para seguir, uno que lo impulsa en los momentos en los que quiere dejar de latir.
Es fuerza, un ejemplo de la pureza, paz personificada, alivio para mi alma.
Quiero ir lento, no anticiparme al sufrimiento, pero es que esto que siento corre desenfrenado por dentro.
¿Será bueno sacarlo a la luz? Correspondida sé muy bien, no lo seré, pero tengo miedo de algo cambiar, de que de esa mirada algo me haga distanciar.
Parte de mí quiere gritar, sacar por fin todo eso que tiene para dar, pero el miedo, la desconfianza, todo se acumula dentro mío y me impulsa por otro camino. Camino que esta vez, no tomaré.
Lo quiero, simplemente lo quiero y me atrevo a hacerlo después de tanto tiempo. Obstáculo tras obstáculo voy a enfrentar, sentir esto me hace bien, y el miedo no me dominará.
Es hora de revivir, salvar lo que quedaba dentro de mí. El dolor no bastará, para que deje de dar.
