¿Sabes? A veces me gustaría que fueras como las acuarelas, así podría borrarte con un poco de agua, con un par de lágrimas... tu color se iría extinguiendo poco a poco mientras el líquido se derrama, hasta llegar el punto en que este se volvería imperceptible y cuando este me tocara de nuevo, ya no habría restos de tu esencia inicial, ya no podrías mancharme, ya no estarías en mi corazón...
Él pensaba que era una historia algo burda, pero se había quedado enganchado de un hombre que fue a comprar un diccionario de coreano-alemán; solo había sido un pequeño intercambio de palabras en una fracción de tiempo apenas necesaria para hacer una transacción y él se había perdido.Sus ojos negros se movieron al escuchar la pequeña campanilla que colgaba de la puerta cuando esta se abrió, pero solo descubrió con ello que su mente le estaba jugando una mala pasada y a pesar de que sabía que probablemente no volvería a verlo entrar, seguía haciendo aquel acto involuntario.
"No se que fue más patético, enamorarme de ti o pensar que alguien como tú se fijaría en mi; posiblemente estar rodeados de tantos libros con historias con distintos finales me volvieron un hombre de fe en cosas sin fundamentos" pensó mientras resoplaba suavemente con la barbilla recargada en sus brazos cruzados sobre el mostrador mientras estaba sentado en un banquillo detrás de el, para no cansarse por estar de pie tanto tiempo.
Tenía una pequeña librería en una calle más o menos transitada, que estaba ubicada entre un negocio de reparación de celulares y una tienda de comida rápida... a veces se preguntaba si la persona anterior había tomado una decisión equivocada al rentar ese local, por que todos los clientes parecían ser atraídos por aquellos dos negocios; la tecnología y la comida siempre le ganaban a un buen libro, pero esos eran los tiempos de ahora.
Con el pasar de los días se dio cuenta que aquel hombre de cabellos castaños en traje parecía trabajar en algún lugar cercano porque durante una tarde mientras deambulaba por la librería ordenando los libros que estaban fuera de lugar, le vio caminar por la acera contraria y sus ojos le siguieron hasta que su presencia desapareció. Su corazón había saltado debido a una alegría que el mismo se había creado en su sistema y ahora esperaba que las horas pasaran para verlo de nuevo.
"Una página y eres el guerrero que arriesga su vida por lo que cree correcto; otra página y eres un casanova que gusta del arte y los amantes; otra página y te conviertes en una nueva fantasía..."
Jongwoon podría describir su vida fácilmente como carente de emociones reales, ¿a qué se refería? El joven de cabellos negros se encontraba perdido entre pastas de colores, portadas fantásticas y hojas con cientos de letras de vidas que nunca existieron en la mayoría de los casos, así que sus emociones estaban atrapadas entre el aroma de los libros nuevos y los estantes de los distintos géneros de lectura.
No era un antisocial, pero tenía gustos distintos a los vistos como normales y muchos pensaban que su vida era aburrida e inocente, y ciertamente lo era. A sus 21 años, Jongwoon era un joven que nunca había salido con nadie, ni siquiera para tomarse de la mano, su primer beso fue y era el único que había recibido en toda su vida, recibido porque una chica le había besado al hartarse de tratar de llamar su atención mientras le coqueteaba discretamente cuando estaba en la secundaria. Aún recordaba ese día, él no sabía que había pasado pero de un segundo a otro aquella estudiante había pegado sus labios un segundo a los suyos sin avisarle, por lo que la miró extrañado para luego verla alejarse con el ceño fruncido luego de decirle que era un tonto.
Apenas había podido terminar la secundaria, no tenía estudios más altos y lo único que podía hacer para sobrevivir era tomar pequeños trabajos donde no fuera necesario un grado de estudios más avanzado, pero no siempre le daban el empleo, siempre había personas que le ganaban al tener mejores habilidades sociales que les permitían desenvolverse mejor.
La librería había pasado a ser su responsabilidad porque el abuelo con el que vivía desde los 10 años murió luego de estar enfermo mucho tiempo. Aquel hombre de cabellos canuscos y voz enronquecida por la constante tos, había sido su única familia luego de perder a sus padres cuando apenas 10 años; el abuelo como solía llamarlo debido a su edad, le había ofrecido un pan mientras estaba sentado en la acera luego de deambular todo el día, pensando que estaba desanimado porque había olvidado su almuerzo en casa. No supo si fue lástima o algo más, pero aquella persona le había acogido luego de saber que tenía alrededor de una semana caminando de un lado para otro porque no tenía a donde ir.
El banco le había quitado todo y el quedó relegado, iban a mandarlo a una casa hogar, pero muchos de los niños de su clase decían que era un lugar horrible y antes de darse cuenta se había ido a cualquier lugar para que no lo encontraran; era un niño después de todo. Ahora en su adultez se daba cuenta de que había sido una mala decisión por un lado, porque tal vez habría pasado menos complicaciones, pero por otro lado le agradaba haber tomado aquella elección porque había conocido a una buena persona.
El abuelo le había pagado la matricula de la escuela con el dinero que había ganado vendiendo libros en un mes y el se dedicó a ayudarle a atender la librería luego de clases mientras reunía el dinero para devolvérselo con su empleo de repartidor de periódico. Ambos vivían en un pequeño cuarto en la parte superior de la librería que rentaba a la misma persona del local, así que debían encargarse de vender bien si querían pagar la renta de ambas partes y ganar un poco de dinero para comer, pero luego de que aquel hombre empezara a agravársele la salud, fue más difícil conseguir dinero para las medicinas y lo que se necesitaba.
Todavía tenía la deuda del préstamo que consiguió para el funeral del abuelo, así que cada tantos días que pasaban, los intereses aumentaban y parecía que las ventas se iban haciendo cada vez menores.
Suspiró, las cosas no eran fáciles y no podía darse el lujo de pagarle a alguien para que trabajara en la librería para tomar otros empleos para conseguir más dinero; se las estaba viendo negras desde hace semanas.
-¿Puede recomendarme algún libro?- escuchó aquella voz y levantó la mirada encontrando un par de ojos marrones -¿puede?- repitió al ver que no respondía.
-S-si- sonrió un tanto nervioso y se levantó de su banquillo de forma un poco torpe -¿hay un género que le interese?- preguntó mientras salía detrás del mostrador.
Nunca había visto a aquel hombre tan cerca, era mucho más atractivo de lo que recordaba. Llevaba un traje formal azul oscuro con pequeños patrones y una camisa blanca con una corbata encima; su cabello estaba bien peinado y su perfil era ciertamente atrayente. Estaba seguro que una persona como él podía ser el personaje principal en cualquier libro, se veía perfecto a sus ojos.
-No realmente- respondió –solo quiero algo para matar el tiempo cuando tenga que esperar para reunirme con alguien- su voz tenía un matiz que parecía afectar a su corazón, porque este parecía moverse más rápido mientras lo escuchaba, aunque aquella presencia con aire serio y capaz, parecía no ayudar mucho tampoco.
Sus ojos oscuros empezaron a moverse por ahí y tomó un par de libros para mostrárselos –hay algunas novelas policiacas donde se combinan varios géneros, he escuchado que son buenas y yo particularmente leí este- le entregó el libro para que lo viera –es muy interesante, tiene misterio y...-
-Paso- dijo haciendo que se quedara con las palabras a medias –no me gustan las cosas fantasiosas- el pelinegro asintió suavemente con la cabeza y dejó las cosas que había tomado para buscar otras.
-Creo que hay un libro que podría interesarle...- murmuró mientras revisaba un librero en otra sección –se llama "pétalos sobre la nieve"- sacó el libro que tenía un ligero color azul cielo un poco apagado y se detuvo un momento viendo la portada –siempre me ha gustado la nieve- murmuró más para si mismo que para el hombre de cabellos castaños –pero es demasiado fría para mi- dibujó una pequeña sonrisa y acarició la portada con los dedos de su mano derecha.
Jongwoon no se percató de aquella mirada ni la expresión algo incrédula del hombre de traje, tampoco se dio cuenta de que el pecho de esa persona se había oprimido y que temblaba algo en su interior.
El pelinegro se giró a verlo y le sonrió con amabilidad –le gustara- "te gustara" escuchó en su interior y lo único que pudo hacer el castaño fue asentir con la cabeza de forma mecánica mientras los pensamientos se arremolinaban en su mente.
Apenas pagó y se fue, dejando una pequeña estela de suspiros apagados sin destino que brotaban de un par de labios de la persona detrás del mostrador.
Esa noche mientras estaba acostado mirando el techo le recordó y le hubiera gustado poder hablar un poco más con él, aunque fuera para comentarle algo sobre un libro. Las conversaciones nunca fueron lo suyo y siempre era torpe para hablar, pero podía haberse esforzado por esa vez, para con ello intentar demostrarle que podría ser un buen conversador, para conseguir plasmar un recuerdo en su mente ese día, uno donde recordara la conversación interesante del joven que atendía la librería, para que por un momento su imagen fuera evocada como él solía hacer con la suya siempre que estaba en silencio esperando ver aparecer a un cliente.
¿Los anhelantes siempre sufrían? Se preguntó la mañana siguiente mientras limpiaba el polvo de algunos ejemplares y se dijo que era así, solo que a diferencia de muchos, ellos sufrían en silencio, cubiertos por un manto invisible mientras veían aquello que deseaban; solo eran cobardes con deseos que temían arriesgarse a perder a su corazón en el camino, al contrario de otros que convertían sus deseos en palabras que tal vez nunca fueran escuchadas, con corazones al descubierto que podrían sufrir daños, pero incluso cuando caían ellos eran mucho más fuertes.
Se preguntó si su corazón siempre había sido débil por no haberlo utilizado antes en el aspecto del amor, aquel que todos parecían conocer más que a su propia esencia. Solo había conocido el cariño aquel similar al amor que venía de las personas que lo estimaban y el que sentía por ellas, como sus padres o el abuelo, pero nunca el sentimiento de dos enamorados, al menos no de la parte contraria y solo de la suya, aunque a veces se preguntaba si no se habría equivocado, después de todo nunca se había enamorado y no sabía si eso que sentía era amor, verdaderamente.
Escuchó la campanilla pero no se giró, ya se había regañado a si mismo en varias ocasiones por parecer un pequeño siempre esperando a que su mejor amigo apareciera por la puerta, además de que no quería incomodar a los clientes con sus miradas expectantes para luego pasar a una expresión un tanto decepcionada.
-Buenos días- su voz provocó un pequeño estremecimiento que recorrió su piel y se quedó pasmado un segundo antes de voltear; lo vio ahí de pie con un traje similar al del día anterior, siempre con ese semblante serio y no pudo evitar sentir una sensación de felicidad en su pecho al ver que no se había imaginado nada, que si era él, la persona que estaba de pie en la entrada.
-Buenos días- lo saludó con una sonrisa sin poder evitarlo y volvió a seguir con lo que hacía porque temía que pudiera ver que apareciera un sonrojo sin avisar sobre sus mejillas.
Jongwoon pudo observarlo en la librería los días siguientes, nunca decía nada, solo saludaba si lo veía necesario y lo veía rondar de un lado a otro mientras parecía buscar algún libro, pero no le importaba, de alguna forma le alegraba que estuviera ahí aunque fuera en silencio.
Se planteó en muchas ocasiones durante el día iniciar una conversación, pero cada vez que sus labios se separaban y trataban de soltar algo, se arrepentía y olvidaba todo lo que quería decir. Le costaba soltar un "veo que vino de nuevo, ¿hay algo que quiera leer?", "¿necesita ayuda?" "¿trabaja cerca de aquí?", algo, lo que sea que le ayudara a hablar con él solo para alimentar un poco aquella curiosidad que le había surgido cuando le vio por primera vez.
Era un inexperto en relacionarse con los demás, así que lo único que podía hacer era observarlo de forma discreta intentando que no lo atrapara con su mirada puesta sobre su persona, por ello a veces mantenía un libro entre sus manos para leer y elevaba la vista unos segundos en distintos tiempos para captar un poco más de aquella presencia, utilizando el texto como coartada cuando se veía casi atrapado en su tarea de grabar más su imagen.
-Hola, mucho gusto- saludó con una sonrisa brillante aquella hermosa mujer que era dueña del local cuando fue a verlo por lo del pago de la renta. No sabía mucho de ella pero por su forma de vestir y el auto que usaba debía suponer que era alguien que había nacido en una buena familia. Estaba al tanto de que juzgar por la apariencia no era bueno, pero no podía evitarlo, después de todo era común que una cosa estuviera relacionada con otra como en su caso.
Aquel hombre castaño la miró sin entender ante el saludo y una parte de él se alegró cuando le ignoró de forma cortés –si es que podía llamársele así-, para luego hacerle a el una pequeña venia antes de abandonar la tienda.
Probablemente aquella joven había caído también bajo los encantos de esa persona, no le parecería extraño que lo hiciera, pero admitía que no había esperado que la rechazara de esa forma, siendo que en muchas ocasiones presenció a varios hombres admirándola mientras paseaba por ahí, pero tal vez, sujetos como él estaban acostumbrados a mujeres como ella o sus estándares eran mucho más altos.
Sabía que no ganaba nada con hacerse esperanzas, después de todo dudaba que un hombre así pudiera ser homosexual, seguramente estaba casado y tenía hijos... siempre se sentía peor luego de pensar en esa posibilidad, pero era la opción más realista dentro de su repertorio de fantasías burdas donde se decía que podría tener una oportunidad algún día con una persona como él.
-¿Lo conoces?- preguntó luego de ver que el hombre de traje se despedía de él con una venia.
Negó –solo es un cliente que ha empezado a frecuentar la librería- respondió y la vio pensativa.
-¿Podrías pedirle su número para mí?- una sonrisa se dibujó en su rostro angelical y juvenil debido a que se encontraba en sus veintes, y le miró expectante a espera de una respuesta.
-¿Eh?-
Asintió con un pequeño puchero –vamos, de seguro si le dices que soy una buena persona él te da su número para que ambos concertemos una cita, ¿no crees?- la vio abrir su bolso y anotó su número junto con su nombre –si resulta que es un hombre un poco tímido puedes darle el mío y decirle que me llame- le sonrió y aunque quiso negarse no pudo, a pesar de que aquellas palabras le desanimaron, haciéndole dar cuenta de que ella probablemente tenía más posibilidades con el hombre que rondaba sus pensamientos y ocupaba su corazón.
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Tu reemplazo {KyuSung}
FanfictionEl amor era descrito de muchas formas y convertirse en su reemplazo le demostró que aquel sentimiento que representaba felicidad tenía un lado doloroso. *Notas: •Mención de WonKyu •Por motivos históricos Kyuhyun es mayor que Jongwoon en este texto. ...