Give Me Love

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¿Qué quiero?

Empieza suave. Empieza silencioso. Empieza efímero, como un vago pensamiento incompleto que se detiene en su mente, sin ser analizado por completo o visto con relevancia. Empieza así, como el toque de dedos sucios y podridos en su alma, un suave roce de aquella podredumbre, de aquél pesimismo humano, de aquella escoria social que todos hemos pensado alguna vez.

Quiero...

Es callado, es quedo, es un silencio rural; es un animal del bosque que mantiene la inocencia y pureza de la primera venida al mundo, un ciervo que apenas empieza a caminar y emite sonidos temblorosos, quejidos gatunos y somníferos. Es un bebé que aún no ha sido desgarrado por dentro, al que la crueldad de la realidad misma aún no ha pervertido, que aún no se ha enterado de la magnitud bestial de la malicia humana. Es un pensamiento limpio de todo sentimiento fuerte, es sólo una queja queda y silenciosa, que no puede cambiar maneras de pensar, pero que está a punto de hacerlo.

Quiero amor...

Y uno se da cuenta de ello. Algo en su mente sucede, una sacudida quejumbrosa al alma aún dormida y un golpe sordo al corazón palpitante. Es una sacudida al universo emocional, sujetivo y poético; un grito enmudecido por la propia cordura, que lo acalla, se hace escuchar tímidamente. No es vigoroso, no es ruidoso, no resuena; pero de todas maneras es fuerte.

¿Quiero amor?

Como el grito es borroso y diferente en todas sus dimensiones, el ser se confunde. Se hace miles de preguntas, anda cabizbajo e ido, confuso, siempre hundido en aquellas dudas planteadas con miedo a la respuesta. Es absurdo, es absurdo que el corazón tarde tanto en darse cuenta; cualquier rastro de duda es razonable, es comprensible, pero es estúpido, porque la respuesta está allí y uno no quiere darse cuenta, no quiere verlo, no quiere abrir los ojos.

¡Quiero amor!

Ha llegado el momento. Ese instante breve y profundo, es un dolor agudo en el pecho y un pinchazo profundo en la espalda. Es una daga realizando cortes profundos y repetitivos con furia ciega, con un realismo exuberante y sangriento. Y es magnífico, es sádicamente magnífico porque el alma sangra, a pesar de que el alma no puede sangrar; y los ojos sangran también, en forma de agua salada cargada de penumbras y melancolía; y lo extraño es que el corazón, el que de todos ellos es el único que late con vida, que tiene capacidad para sangrar, que puede gritar y hacerse conocer, no lo hace. El corazón se queda callado, y ese silencio es el que más duele. Es el silencio del corazón el que crea una presión agonizante en el pecho, una sensación de ahogo permanente, unos pellizcos mugrientos en el centro de los sentimientos; miles de sensaciones mezcladas que no lo dejan- no lo dejan respirar...

¡Quiero amor! ¡Quiero amor!

El corazón no puede sentir. Quiere sentir, y no puede, porque ha caído en un estado de mudez y neutralidad completas, los sentimientos permanecen catatónicos y el espíritu se encoge hasta desvanecerse.

Es por eso que se inicia un golpe. El músculo se sacude, se estremece, se retuerce; todas sus fuerzas convergen ansiosas en cada latido, y cada una de sus palpitaciones sacude vigorosamente el cuerpo. Pum, pum, pum, es repetitivo, es constante, es- es un grito. Ha evolucionado de ser un susurro tímido y quejumbroso a ser un alarido profundamente dolido y demandante. Demanda lo que quiere, lucha por ello, chilla y vocifera incoherencias mientras las cadenas se clavan en su superficie, pero sigue retorciéndose, no para, no se detiene...

¡Quiero amor! ¡Quiero amor! ¡Amor! ¡Necesito amor! ¡Quiero amor! ¡Quiero, quiero! ¡QUIERO AMOR!

Es imposible detenerlo ahora. El corazón se ha visto en su propia soledad, ha alzado la vista y ha observado alrededor, y ahora está desesperado por compañía, por afecto, por una caricia, por un susurro, por algo de sentimiento. Grita, grita desquiciadamente y mueve las extremidades desesperado por una respuesta, lo repite una, dos y tres veces, quiero amor, ¡quiero amor!, con la sorda y loca esperanza de que alguien lo escuche y se apiade de su lucha interna. Se sacude con salvajismo, con locura, como un furioso animal enorme siendo reprimido por sus captores, y ruge, ruge desgarradoradamente. Sus gruñidos fuera de control reverberan en todo el mundo humano y espiritual, el espíritu se esconde en su propia oscuridad, temeroso, y la mente se halla ahora dormida, indiferente. La parte bestial del corazón se ha despertado y se ha rebelado contra la cordura, devorándola con sadismo rabioso, con un enojo frustrado que resuena triste por todos lados.

El alma se resquebraja por la magnitud de la queja, rompiéndose, cayéndose a pedazos; y aunque esté destruyéndose, se siente libre...

QUIERO AMOR.

Y ya no es más tímido, ya no es más quedo, ya no es más cuerdo, ya no, ya no. Ahora demanda ser escuchado, sentido, observado, porque duele, y el corazón está cansado de provocar dolor. Dura y perdura, pero nada se estira para siempre...

Quiero amor, quiero amor, quiero amor...

El ataque de bestialismo ha sesado, como debía ser desde un principio, y con él las energías del corazón se han agotado. Late como puede, apenas con las fuerzas reticentes de su última agonía, palpita letardosamente casi sin ganas; y lo único que le queda es seguir susurrándolo una y otra vez, continuar latiendo para poder vivir, rezarle a algún ente divino que alguien haya escuchado su rabieta, que a los oídos de alguien hayan llegado sus alaridos estrepitosos, sólo que alguna persona, alguien, pueda darle lo que desea. Sólo le queda esperar a que alguien lo revitalice con algo de amor, o pudrirse en su propia melancolía, siempre en silencio, hasta que tenga fuerzas para dar otra serie de alaridos...

***

Qué profundo, man.

This is deeper than my cuts

Se me ocurrió escuchando Give Me Love de Ed Sheeran, como la parte en la que él grita como loco, me pareció un grito del corazón, y salió esto bueh

No se burlen si está feio :c bais ~♥

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⏰ Última actualización: Apr 10, 2016 ⏰

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