.. Y allí estaba, destrozado y sin lágrimas que soltar por el mismo motivo que siempre, y del mismo modo como detonante la misma chica, el mismo sentimiento sin sentido de alguien destrozado, ¿acaso podía ser tan idiota?
Merdek no se manifestaba, pues desde la última vez el tulpa parecía que estaba "muerto", o al menos atado, aunque desde su mente brotaba cierto sentimiento que sabía que procedía del mismo rincón del cual nació esa aberración: sentía ira.
"¿Por qué todo esto?" -se preguntaba a si mismo- "¿tan patético soy? ¡¿Ni siquiera merezco un poco de respeto?! ¿Como puede ser todo tan frío y horrible?"
Comenzó a sentir odio por ese rechazo, y todo lo que simbolizaba, y donde antes había amor ahora nacía la ira la cual se regaba por aquella manguera llamada tristeza, y este árbol era superior a los demás, tanto que ahora su odio se extendía a todo
"Miralos -se dijo a su mismo, con asco al resto- bailando y arrimándose como desesperados a el primer culo bonito que ven, ignorando su cerebro; emborrachándose para olvidar lo jodidamente patéticas que son sus vidas, vidas vacías y mentes aún más huecas sin personalidad ni capacidad para pensar que es lo que se esconde tras esa cara guapa de todas esas zorras que se arriman al paquete del gilipollas con menos coeficiente intelectual posible"
Odiaba esa música, odiaba ese ambiente, odiaba a esas personas que iban a pasar un buen rato a una discoteca, pero por encima de todo se odiaba a si mismo, y donde antes la ira brotaba de la tristeza, ahora la tristeza retomaba su papel principal, pues se daba cuenta de que entre todo, lo que más despreciaba era su vida.
"Yo al menos lo intento, estos no, ¡joder ya saldré adelante! Es normal que me cueste" -no conseguía engañarse a si mismo- "no... ¿Por qué no puedo salir adelante? ¿Para qué tanta mierda filosófica si no puedo llegar a donde quiero? Estoy harto, harto de sentir sin recompensa, harto de no encajar en ningún lado, harto de intentar ser el mejor y quedarme en lo mediocre, ¿eso soy, un nombre más? ¿Un número para el gobierno? Quizás entre todos estos... El más patético soy yo, porque encima me creeré superior o algo, y no, soy la escoria que ni siquiera ha conseguido salir de fiesta y divertirse. Sólo sé odiar o querer sin sentido, y nunca he realizado nada productivo."
Entonces empezaron a pasar gente, más o menos de su edad, por delante suya, mientras el se encontraba lo más alejado posible, pero allí lo más alejado posible era una acera un poco alejada de las discotecas, y de vez en cuando pasaba gente. Y aunque estaba cabizbajo y hundido por todo los fracasos de su vida los cuales parecían pasar como un desfile por su mente, se daba cuenta de quién se fijaba en él y quien no. Y de vez en cuando había quien le daba alguna palabra de ánimo, como si le hubiera dejado la novia, o como si el problema principal fuera el alcohol, pero esa noche el alcohol era muy muy secundario para él.
El que le dijeran algo le motivaba un poco, pero también pasaba algo: nadie se daba la vuelta, como él hubiera hecho. Durante toda su vida buscaba que alguien le preguntara si estaba bien: él responderia que sí, y la otra persona insistiría, y entonces le contaría la verdad: así podía distinguir a quien lo hacía por moral, que no lo veía mal pero no era lo que necesitaba, y quien lo hacía por corazón. El mundo, para el punto de vista suyo, necesitaba esos cabezones que chocan con la pared una y otra vez hasta romperla o modifican un poco el camino, pero llegan a donde quieren. El mundo necesita más inconformistas. Y él necesitaba una de esas personas, alguien que no conociera de nada, que le demostrará que aún había esperanza. Pero sabía que era imposible. El mundo el demasiado frío, o mejor dicho, las personas lo hemos hecho así.
Entonces una chica de más o menos su edad le preguntó, pero esta vez fue un poco diferente, aunque él no supo muy bien por que: quizás el tono, quizás la forma. Le respondió que estaba bien, que sólo era una mala racha, e incluso cuando empezó a marcharse, parecía estar inseguro de que él estuviera bien.
-Una cosa... -dijo tímidamente, y ella se giró-... gracias por preguntar.
Ella le respondió que "de nada", que lo había visto solo y se había preocupado por él. Y siguió su camino.
" una entre cien que insiste un poco -se decía a si mismo- realmente me encantaría que volviera, que me insistiera, que se sentara y me escuchara, igual que yo haría, pero no va a ser así"
Curiosamente, ahora era cada vez más ignorado, como si en vez de un joven deprimido vieran una roca: pasaban por el lado y punto. Y aunque de siempre le había gustado la soledad, a veces necesitaba un abrazo: sentirse querido. Al menos eso, porque ya ni siquiera se sentía vivo, y eso para él era lo más importante. Cada vez se acostumbraba más a la idea de que nadie le iba a hechar más cuentas junto con el aguantar el frío: temblaba, pero no sentía tampoco mucho frío.
Y cuando ya había aceptado su completa soledad, toda su fortaleza y todos sus sentimientos se derrumbaron como un castillo de cristal cuando en el silencio se escuchó la misma voz que antes se había girado, diciendo que estaba intranquila dejándolo ahí, y entonces él le contó la verdad, y ella se sentó junto a él. Luego caminaron, charlando sobre el chico y sobre lo que había pasado en torno a su vida, sus estudios... Todo. Entonces él se dio cuenta, había encontrado al modelo de persona que el mundo necesitaba, era una entre millones, y se estaba quedando corto. Conforme hablaban, la abrazaba una y otra vez; un abrazo que necesitaba desde hacía mucho, y una conversación que era necesaria desde aún más. Y de entre todas las frases que Ángel pensaba que solo él sin el control de la ira a la que a veces era sometido era capaz de decir, en su interior se quedó con dos: "No llegues alto por ella, hazlo por ti; esta bien que centres a alguien pero eso es demasiado, debes hacerlo por ti, de verdad, por ti y por nadie más" tras esa frase, como en tantas otras ocasiones, él la abrazó.
La segunda, le impactó, porque era algo que él mismo se propuso y pareció olvidar: "Vive cada día como si fuese el ultimo. Si mañana te murieras, ¿no darías todo por un último día de fiesta? Hoy ella no está aquí, pero tus amigos sí, y no puedes saber si está es tu última noche o no, ¿realmente quieres pasarla así?"
La volvió a abrazar. Y tras una despedida que él supo de lejos que sólo era temporal, comenzó a disfrutar de la noche, como si fuese la última, porque desde esa posición, en ese día y en esa hora, no podía hacer nada: ya era hora de dejar de lado la ira y la tristeza y recolocar los sentimientos.
Pero en medio de aquella increíble felicidad que hacía tiempo que había olvidado, en un chasquido lo recordó.
Todo vuelve, e igual que esa noche le tocaba disfrutar y al día siguiente le tocaba sobrevivir a la resaca, lo que veía próximamente era el camino a ser el mejor, a ser lo que debía ser. Lo entendió; la felicidad para el es como el agua para un deportista: sin ella no eres nada. La ira y el amor eran su motivación, la tristeza de lo que huía, cambiarlo todo era su meta, y la felicidad era su agua. Y aunque esa noche tocaba saciarse, no debía olvidar la meta.
Y en una esquina oscura en donde sólo él miro, Merdek le recordó eso con una mirada.
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Arete Calle
RandomPequeño fragmento de Arete destacado, no leer si se está leyendo la obra