Capítulo 27

6.6K 506 26
                                    

Dominique tuvo que aguantarse las ganas de llorar. Andrew no le volvió a mirar ni por error, lo cual la hizo sentir mucho peor.

— Señorita Howard, responda ya —le exigió el director.

— No, el profesor Collins y yo no tenemos una relación fuera de aquí. Incluso ni hablamos sobre asuntos escolares, ¿cree que hablaría con él de otra cosa? —soltó ella.

— ¿Entonces por qué la persona que nos informó sobre eso nos aseguró haberla visto con el profesor Andrew en una situación bastante cariñosa? —inquirió el director.

— Vamos, director, aquella persona lo hizo con el fin de perjudicar a Howard y a mí —se apresuró a decir Andrew.

— Por supuesto... Un profesor tan respetado como el aquí presente haciendo eso. Que va —dijo Dom—. Tratar de perjudicar a alguien como el profesor Collins... Muy mal.

— Calumnias —agregó Andrew.

— Sí, es lo más lógico —corroboró el director—. Lamento mucho este inconveniente, profesor y señorita Dominique.

— No hay problema —dijo Dom—. ¿Puedo retirarme?

— Por supuesto, vuelva a sus clases.

Dominique salió de ahí. Todos los alumnos que se topaban con ella, la miraron confusos, pues la expresión de Dom no era más que odio puro.
A lo  lejos iba Alice, caminando hacia Dom; la rubia tenía una sonrisa.

— Amiga —saludó Alice.

— A ti te quería ver, maldita perra —saltó Dominique, al empujarla contra un casillero.

— ¿Qué mierdas te pasa, idiota? —reclamó la rubia.

— No sé qué tanta mierda le fuiste a decir al director, pero no te funcionó. Sólo quedaste como vil mentirosa.

— Ah, ya veo —Alice rió—. ¿Andrew ya te botó? —preguntó en voz baja.

— Mira hija de puta, más te vale dejar de joderme, o de lo contrario me vas a conocer.

— Tranquila, amiga, ya no hablaré, logré lo que quería. Andrew te dejó.

Dominique quiso soltarle otro golpe, pero prefirió irse de ahí.
No podía ver a Andrew. No sabía qué pensar. Al llegar a su apartamento, cerró la puerta con seguro.

— ¡Eres un maldito hijo de puta! —gritó al dejarse caer al suelo y comenzar a llorar—. Fui una idiota por creerte.


Las clases habían concluido. Andrew estaba muy preocupado por no haber visto a Dominique después de su plática con el director. No dudo ni un minuto en ir a buscarla.
Estaba frente al edificio donde vivía Dom. Su mirada la tenía fija en la ventana del apartamento de ella.

— No querrá verme —musitó.

Seguido de eso caminó hasta adentrarse al edificio. Tomó el ascensor y subió hasta el piso de Dominique. Sentía su respiración bastante agitada.
Al llegar a la puerta de Dominique tocó la puerta. No oyó nada. Tocó nuevamente, pero el único sonido que percató fue a Hércules rasguñar la puerta.

— Quizás no está —dijo al darse la vuelta y encontrarse a Dom, quien llevaba unas bolsas con comida—. Hola...

— ¿Qué mierdas haces aquí? —soltó furiosa.

— Necesito hablar contigo.

— ¿Hablar? Ya me quedó todo claro. Lárgate de aquí.

— No, primero debemos hablar.

— No quiero volver a dirigirte la palabra, cabrón de mierda —las mejillas de Dom ya estaban empapadas de lágrimas—. ¡Vete de aquí ahora mismo!

— Dom, sólo quiero protegernos... No te quería lastimar.

— ¿Protegernos? —preguntó con sarcasmo—. ¡Mejor dicho solo querías protegerte a ti! Sólo piensas en tu puto bienestar, y está perfecto. En el fondo sabía que harías algo similar. Porque eres un egoísta.

— Dom, no seas así. No podía dejar perder todos esos años de esfuerzo por esto. Me ha costado mucho llegar hasta donde estoy. Y tú...

— Pues entonces no sé qué haces aquí, de todos modos ya mandaste todo al carajo. ¿Qué más da?

— Tienes razón. Ya no queda más.

— Jugaste bien, eh. Me hiciste creer muchas cosas, y ahora quizás debes estarte burlando por dentro.

— Te equivocas. Realmente me importas.

— ¿Te importo? —Dominique se mofó—. Mi padre murió y te lo dije, ¿y sabes quién fue a apoyarme en ese momento?

Andrew tensó su mandíbula. Dominique lo miraba con bastante desprecio.

— Supongo que el imbécil de tu vecino —musitó al mirarla colérico.

— El imbécil es otro, ¿no te parece?

— Sólo venía a disculparme —dijo tras un momento de silencio—. Lo nuestro es obvio que no debió suceder. Fue un error.

— ¿Pero tú qué pierdes? —Andrew no respondió—. Nada. Ahora estás con Rebeca. Y ahora te vas a casar, ¿no? Porque todos hablan de eso. Tu puta boda. Cabrón mentiroso.

— No... No lo sé aún. Dom, no hay nada entre Rebeca y yo. Pero, debía pensar en algo para solucionar ese asunto.

— Es mejor que ya te largues. Como dijiste, tú y yo ya no somos nada. Lárgate con tu Rebeca.

— No pensé que fueses tan rencorosa.

— ¿Rencorosa?

— Y bastante.

— Quiero que te largues. Jugaste conmigo. Prometiste no lastimarme y lo hiciste. Y siempre pensaste en ti, no en nosotros. Siempre supe que terminaríamos mal, pero no pensé que tan rápido. No pensé que tu egoísmo fuera tan grande. Eres una basura.

— ¡Me amenazaron! Y claro que pensé en ti. Te pudieron haber expulsado. Muchos piensan que porque tú ya eres mayor de edad no pasa nada, pero sí pudo haber pasado. Mi reputación, Dominique...

—  Tu puta reputación no la podías manchar. Piensas mucho en el qué dirán. Lárgate.

Andrew y Dominique se miraron sin decir nada. La joven limpió sus lágrimas y sacó las llaves de su apartamento.

— Nunca debí interesarme en alguien de tu edad. Desperdicié tiempo. Es mejor alejarme de ti por completo.

— Me parece perfecto.

EL PROFESOR [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora