Prólogo

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El sonido sordo de algo caer hizo que Rubén se despertará de mal humor.

Dio una patada a las cobijas que cubrían su cuerpo esa noche, se sentó en el borde de su cama para estirarse un poco antes de ponerse de pie.

Sus brazos se levantaron y en ello, sus alas hicieron lo mismo. Se puso de pie y sin algo que lo cubriera del frío que hacía en las calles y salió de su casa.

Un gemido de dolor sobresalto al demonio, busco de donde venía el gemido encontrándose a una morocha con un vestido dorado diminuto, tendida en el suelo.

Se acerco a paso lento a la chica, pero un grito por parte de otra persona hizo que los pocos pasos que había dado los retrocediera.

–¡Aléjate de ella!–el grito de la chica no era para asustarse

La chica tenía las mismas alas que Rubén, solo que las de ella eran blancas y las plumas se caían una a una. La expresión del ángel era cansada, tenía unas pequeñas cortadas en los brazos y piernas haciendo que al demonio le mirase cierta lástima.

–¿Quién eres?–ambos seguían sin moverse, Rubén viéndola a ella, y ella viendo a la chica que estaba aún en el piso

–Eres un demonio.–hablo ella con voz débil mirando sus alas.–No deberías de estar cerca de mí

–Estoy cerca de ti porque tú y tu amiga estáis fuera de mi casa

–Necesito ayuda.–se acerco a su amiga, se dejó caer dándose en las rodillas

–Acabas de decir que no debería de estar cerca de ti.–tomo la cabeza del otro ángel entre sus manos y con un poco de trabajo la puso en sus piernas

Rubén decidió acercarse un poco, vamos, no podía negarse a ayudarla, aunque fuera un ángel. Se arriesgaría.

Cuando estaba a unos centímetros de las chicas, noto que debajo de la otra había una ala, que por cierto, estaba rota, un montón de plumas y sangre.

¿Las abran desterrado?

–¿Qué necesitáis?

–¡No necesito nada de ti!

-¡No seas orgullosa!, tu amiga podría morir y te importa más el color de mis alas.–gruño con molestia

Vio como el ángel pensaba un poco y después hacía un moviento de cabeza, haciendo que Rubén tomará eso como un sí.

El demonio se acerco a las ángeles, tomo a la que estaba desmayada y la miro preocupado esperando a que la otra se levantase.

A simple visita, esta imagen es magnífica, un chico sin camisa sosteniendo en sus brazos a un ángel caído. Valdría su peso en oro.

Pero si ves bien al chico, te das cuenta de que no es un humano, si no un demonio, un maldito demonio con alas negras. Sosteniendo a un ángel.

Ángeles y demonios nunca pueden estar juntos. Son como el agua y el aceite.

Rubén Doblas, el demonio con nombre de ángel, está cometiendo un error el cual le puede costar la vida.

Y ellas, ellas ya no se juegan nada. A simple vista se ve que han sido desterradas del cielo.

Demons »r.d.g.«Donde viven las historias. Descúbrelo ahora