Pesadillas

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Como todos los días, Briana despierta con el penetrante sonido de la alarma.
Tiene la nuca y las palmas de las manos sudorosas, de nuevo. Ha tenido una pesadilla.
Hace años que los malos sueños no la perturban más. Se había acostumbrado, como a todo lo demás, a aquellas cosas que no podían explicarse.
Después de una cálida ducha que remueve todos los restos de sudor de su delgado cuerpo, se alista para otro aburrido día, rodeada de gente demasiado común para su escasa paciencia.

Mientras cepilla su rubio cabello, intenta recordar algo sobre la pesadilla que ha perturbado sus sueños la noche anterior, sin embargo y como es costumbre, no logra recuperar ningún mínimo recuerdo.

Mientras camina por el angosto pasillo que separa su habitación a la de sus padres, escucha la ronca voz de su padre desde el otro lado de la puerta.
-Anoche la volví escuchar hablando. ¡Hablando con nadie, Olivia!.-Seguro que se refiere a ella.
-Roland, estaba soñando. Yo misma fui a verla en la madrugada, hay personas que hacen eso. Hablar en sueños.-Casi puede ver a su madre intentando aligerar el ambiente, sonriendo con aquella dulzura que tanto la caracteriza. Su madre había tardado años en poder concebir a su única hija, jamás admitiría que había traído al mundo una niña que veía algo que los demás no podían, una niña que podía ver... muertos.
Los ojos de Briana se cristalizaron, sabía que las personas no entendían, y dudaba que algún día lo hicieran, aquello con lo que había nacido. Sin embargo, le devastaba saber que su propia familia no la aceptaba como era.
Se apresuró a desayunar, y posteriormente a salir de su casa.
Aún recuerda la primera vez que su padre renegó en frente de ella. Fue en su cumpleaños número doce; su madre, entusiasta como siempre, había invitado a sus compañeros de clase a una fiesta sorpresa  que ella misma había planificado para su pequeña.
Pero ese día, nadie fue.
Mientras Olivia intentaba calmar a su desconsolada hija, Ronald Anderson únicamente paseaba por la decorada sala de estar de su casa.
-Era de esperarse.-Dijo por fin, después de un largo rato. Ambas voltearon a mirarlo, con nada más que confusión en sus miradas.-Quiero decir.-Continuó, ahora refiriéndose sólo a su mujer.-Ella mira muertos, cariño. No puedes esperar que tenga amigos; claro, a parte de sus imaginarios.-Aquellas palabras hirieron a la pequeña Briana. Era su padre, ¿cómo podía hablar así de ella. Estando presente?.
Recuerda que esa noche lloró tanto, que al otro día se vio obligada a usar, por primera vez, maquillaje; y así poder ocultar lo hinchados y rojos que sus ojos se encontraban.

Al llegar al colegio, aparca su auto a un lado de una estorbosa camioneta, maldiciendo por la falta de lugares. Se quedó  unos minutos en el asiento y cuando era la hora de entrada, decidió  salir de su escondite temporal.

Livvy, su mejor amiga, se encontraba  ya sentada en su respectivo lugar cuando Briana llega al salón de Física.
-Bri, ¿no te has enterado del más reciente chisme?.-Briana no puede creerse aún, después de tres años de amistad, que alguien como Livvy pudiese ser su mejor amiga. La mira sonriendo y niega con la cabeza; la chica contigua la mira con una incredulidad, demasiado dramática, y mientras forma rizos distraídos en su coleta de caballo color marrón se acerca de manera cómplice a Briana.-El profesor George sufrió un terrible accidente, al viajar a visitar a sus hijos. Al parecer no va a regresar en un buen rato. No me quiero ni imaginar quién ocupará su lugar.
Y dicho esto, una corpulenta mujer entró en el aula. Sus rubios cabellos, que parecen estar teñidos, estaban sujetados con fuerza en un moño alto, endureciendo aún más sus facciones. Mira a todos los alumnos con superioridad, mientras lleva sus largas piernas al asiento del profesor. Mientras se acomoda la falda azulada, que luce ridícula en un cuerpo tan poco femenino, comienza a hablar.-Muy bien, chicos. Pocos me conocerán, y eso es porque no tengo mucho tiempo trabajando en esta institución.-Sonríe con cierto orgullo.-Pero para empezar, pueden llamarme Monica, o profesora Thompson. Como les sea más cómodo.-Su voz es tan grave y ronca que hace a todos saltar de sus pupitres.
Livvy mira discretamente a Briana, quien hace exactamente lo mismo. Una mirada llena de terror.

Después de una larga hora de clase sobre las leyes de Newton y un argumento del porque la profesora Thompson es tan buena haciendo su trabajo, los alumnos salen aliviados del aula.
-¡Dios!, como extraño al profesor George.-Una risa nerviosa sale de los labios de Briana, quien concuerda completamente con su quejumbrosa amiga
-Oh, vamos Livvy. Pensé que odiabas como enseñaba aquel maestro.-El sarcástico comentario de Briana, hace que la chica ponga los ojos en blanco mientras se dirigen a los casilleros. Sin embargo, ambas quedan petrificadas al llegar al pasillo lleno de casilleros, apilados en forma alfabética.
Karen Morrison se encuentra frente al locker de Briana. Su perfecto cabello, de un rojo parecido al fuego, está suelto, creando perfectas ondas. Sus petulantes ojos verdes las miran desafiantes, y sus labios perfectamente pintados de un rosa  chillante están surcados hacia arriba, creando una sonrisa malvada.
En una mano sostiene un excesivo bolso caro, y en la otra un spray de color azul. Livvy y Briana giran sus miradas hacia el casillero detrás de Karen. En él, la palabra «fenómeno» resalta con el intenso color de la tinta azul rey.

-Zorra.-Es lo único que escucha Briana, antes de que su amiga se lance contra la chica de piel aceitunada que tiene en frente.

Reparto: Olivia Anderson/ Naomi Watts.

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