6: La biblioteca familiar

43 3 1
                                    


El silencio era profundo y casi cortaba las lenguas de los que se atrevían a hacer intentos para abrir la boca. Estaban todos en la habitación que solían llamar el segundo sótano, donde la resistencia solía planear sus movimientos y tener reuniones. Usualmente no todos estaban presentes; había miembros que ocupaban refugios muy alejados de la mansión y no podían arriesgarse tanto en viajar todos los días. Pero esa vez, esa noche, estaban todos. Incluso el viejo Zack, que aunque no perteneciera oficialmente a ellos, era parte igual.

Jude estaba con los brazos cruzados en una punta de la mesa. Detrás de ella habían unos cuantos más en la misma posición, como si estuvieran esperando que una persona en particular rompiera el mutismo, y eso hacían. Mark estaba en la otra punta con los puños apoyados en la mesa y los hombros rígidos. Apretaba los labios en una finísima línea y tenía los ojos más oscuros de lo usual. La luz en el cuarto era leve, casi lóbrega. Las sillas que solían ocupar estaban todas vacías porque nadie pensaba darse por vencido y ser el primero en ceder.

Randy, a un lado de Mark, estaba muy serio. Se agarraba el cabello con las manos pálidas y tenía los ojos cerrados, haciendo de cuenta que no había nadie allí. Si los enfrentaba sin primero calmarse, sabía que saltaría al cuello de aquella mujer al otro lado de la mesa.

—Esta vez sí que te has pasado, Judith —murmuró Rick, imitando la posición de Mark y enviándole miradas enfadas a la aludida.

Ella alzó la barbilla y los observó con sus fieros ojos negros.

—Yo no he hecho nada malo —se defendió firmemente —. Somos una organización y las decisiones que se tomen deben ser sabidas por todos los integrantes. Eso hemos hecho siempre, ¿verdad? No veo por qué cambiar nuestras costumbres por un simple muchacho...

Mark golpeó la mesa tan fuerte que todos los presentes se sobresaltaron. Rick le envió una mirada significativa a Randy, comunicándole que debían estar atentos a las acciones que tomara Mark. Cuando se enfadaba perdía todo sentido común, y usualmente era siempre Jude quien lo irritaba.

— Esto no tiene nada que ver con los demás —rugió. Procuró mantener la voz baja para que nadie más que ellos oyeran, aunque sonó tan violento que se sintió mucho peor que un alarido a garganta pelada —. Esta es nuestra casa, nuestro refugio. Traemos y sacamos a quien queramos. No le incumbe más que a nosotros.

Un hombre que estaba junto a Jude se enervó en su lugar y tomó la palabra antes de que nadie más lo hiciera.

—Sí nos concierne —declaró, sin inmutarse por la mirada afilada que su líder le dedicó —. Has traído a un Mortífago a esta casa, y no a cualquiera, ¡a un Malfoy! ¡Su padre trabajó con el Innombrable en la primera guerra y en la segunda, por Merlín santo! Toda esa familia estaba luchando en nuestra contra en la batalla final. ¿Qué te hace pensar que ese niñato no está fingiendo y en cuanto tenga acceso pondrá en aviso a su señor?

Mark soló una risa que no guardaba nada de gracia. Era seco y severo, aun así intentó controlar sus impulsos lo mejor que pudo. Los miedos de la resistencia eran lógicos, se debía repetir eso una y otra vez.

— ¿Fingir? Cuando lo encontramos estaba siendo torturado hasta la muerte por los seguidores de "su señor". Si no hubiéramos llegado a tiempo, ahora mismo estaría bajo tierra. ¿Es que piensas que arriesgaría su pellejo de esa forma sólo para que nosotros lo hallemos?

—Han hecho cosas mucho peores. Matar a uno de los suyos no le cuesta nada al Innombrable si realmente quiere algo —intercedió Jude.

Randy se quitó la mano de la cabeza y finalmente alzó la vista, abriendo los ojos.

Hidden Donde viven las historias. Descúbrelo ahora