Prefacio

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"Hueco sonido el caer de la lluvia", pensó el audaz viajero mientras andaba por una larga carretera. A simple vista parecía asfaltada de hacía mucho. Estaba ya muy castigada por los años su alrededor: todos los árboles estaban negros y caídos. No había gente a la vista, sólo una pequeña caseta que se hallaba al final de la estrecha y larga nombrada carretera, esa larga carretera con tan relevante final, aquella caseta que determinaría su historia, su futuro, su posible final, su destino.

Era un hombre de largas piernas, gentil y refinadamente vestido, pues su americana portaba con orgullo desde largo tiempo atrás.

No era una persona muy agraciada o bella, el gentío se asustaba al verlo puesto que sus facciones faciales eran nulas a causa de las incurables cicatrices marcadas en su semblante debido a la explosión a la que sobrevivió aún sin saber cómo.

Mientras andaba, se paró un momento para mirar a su alrededor. Había oído gritos de un niño, "se habrá asustado al verme", pensó. Miró hacia un lado y entre el quemado bosque descubrió a un engendro de la naturaleza, una peculiar anormalidad en el seno de la mantícora: tenía una lanosa testa humana, deforme cuerpo de tigre y peculiares y delgados brazos y piernas de humano corriente. No era de muy buen ver. El sujeto se hallaba atando por brazos y piernas a un niño desnudo a las ramas de los chamuscados árboles que aún se sostenían derechos en la extensa parcela.

-¡Ahora vas a recibir lo que mereces, inmundo malogrado asqueroso!- le dijo la mantícora al tierno niño de abés siete u ocho años mientras sacaba un pequeño puñal del interior de un árbol cercano.

-¡No, no por favor! ¡Te lo suplico, Ukk!- el niño le rogaba e imploraba a la fea cosa que le dejara, moviéndose con todos sus esfuerzos para deshacerse de esas cuerdas que las extremidades tanto le oprimían, sintiéndose totalmente impotente, plañiendo y sollozando a lágrima viva sin resultado ninguno.

-Te voy a...

Nadie supo jamás lo que el abilto de Ukk tenía intención de hacerle al pequeño muchacho con ese afilado artefacto. Justo cuando lo estaba levantando para hacer un primer corte recibió una flecha en el centro del ojo.

El caminante se acercó al chico para desatarlo.

-Estas bien, mozalbete?

-Si... Creo que si...-dijo mientras se acariciaba unas marcas rojas que habitaban sus muñecas y tobillos- ¿Quién eres?

-Llámame Ayken. ¿Te gustaría acompañarme? Si quieres te puedo dar ropa, zapatos y un hogar. A decir verdad, ir así despojado por los bosques no parece demasiado holgable.

Ayken era a menudo brusco y grosero, hacía mucho tiempo que no veía a ningún ser humano en sus plenas facultades y pensó que ese crío tenía que ser una señal, algo que definiría ésa historia suya que tan ansioso estaba por entender en la caseta del final del camino.

-De acuerdo.

Empezaron a andar. Sin mirar atrás, aquel niño de constitución más bien oronda que no llevaba ropa por alguna razón que el diablo sabía tenía un turbio pasado y más de una cuestión para su nuevo conocido Ayken.

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⏰ Última actualización: Dec 14, 2016 ⏰

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