Alegre río, tu cristalino fulgor
Tu curso límpido, tu agua errante,
Son un emblema invocador
De la belleza: el corazón abierto,
El risueño serpenteo del arte
En la hija del viejo Alberto.
Mas cuando ella en ti se mira y, de repente,
Tus aguas se iluminan y estremecen,
Entonces, el más bello torrente
Y su humilde devoto se parecen,
Pues ambos llevan su imagen anclada,
Uno en el cauce, otro en el corazón
En ese corazón que su mirada
Intensa, honda, enciende de emoción.