Prólogo

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Otoño de 1995...

Pudo oír un relámpago cruzar el cielo diurno y nublado. Estaba en la parada de bus que llevaba hacia el centro para poder ir a trabajar. Pero no iría. Su paraguas negro provocaba que las gotas resbalaran por los costados cayendo hacia sus zapatos negros.

Odiaba la lluvia y estar en traje. Los dos al mismo tiempo. Pero el nunca tomaba el bus para ir a trabajar. ¿Qué hacia en una parada casi inhabitable por los humanos? Podía sentirla. Si. La podía sentir como si fuera el olor a un bello perfume. Pero venenoso.

A lo lejos, pudo divisar un BMW serie 3 MT Sport Coupe de color negro mate dirigiendose hacia la parada en la que Fugaku estaba parado. Podía olerla con más fuerza y sentir su poder mucho más fuerte.

El auto estacionó frente suyo con mucho cuidado y sigilo. Pudo oír al motor gruñir como una bestia a pesar del sigilo.

La ventana polarizada bajo lentamente y co un chilloso ruido molesto. El asiento del acompañante lo ocupaba una chica bastante atractiva. Tenía un cabello violeta atado en una coleta bastante prolija y unos ojos marrones claros lo observaban con cierta lujuria.

- Lilith- pronunció con un poco de asco. La última vez que la había visto, para su desafortunada suerte, fue en la Segunda Guerra Mundial y resultó ser una de las amantes del Famoso dictador. El dictador habia sido influenciado por aquella víbora  vestida de mujer.

Lilith sonrió mientras su dedo pasaba la abertura de la ventana eléctrica. Se mordió los labios pintados de un rojo oscuro mientras se llevaba un mechón de cabello hacia detrás de su oreja.

- Mi Asmodeo- dijo un tanto chillona como una madre-, fue demasiado tiempo sin verte.

-Mi nombre en esta tierra es Fugaku, Lilith.

Lilith bajó del auto con delicadeza y sensualidad. Llevaba un vestido rojo como sus labios que se le pegaba al cuerpo mostrando el nuevo cuerpo.

Fugaku observó que Lilith no había elegido un mal cuerpo. La humana que había elegido a llamaba Anko Mitashi según los susurradores. Y era bella como una flor en plena primavera resaltando sus colores.

Al menos le llevaba media cabeza a "Anko". Solo era una humana que podía mantener a un demonio dentro de ella. Era un demonio bastante fuerte para poder conservarse en un cuerpo humano sin ser dañado. Aunque Anko, no parecía tan dañada como la veía.

- ¿Quién es Anko?- pregunto con fuerza Fugaku. Lilith soltó una pequeña sonrisa.

- Es una de mis hijas- sonrió con maldad-, es una Sucubo.

A "Fugaku" le dio repulsión. Lo suficiente como para mirarla de forma reprochable. Pero no podía hacer mucho. Ya era tarde. Lilith ya ocupaba un cuerpo de una de sus hijas. Por esa razón, Anko podía contener a Lilith sin ser dañada.

- ¿Acaso ahora te gusta interferir en tus hijas?

Lilith sonrió sin pudor.

- Ellas solo me sirven para esto, "Fugaku".

Cuando resaltó su nombre, le dio bastantes ganas de golpearla. Pero no podía golpear a su ex amante. Y encima que la muy perra lo estaba ayudando. ¿Qué más podía pedir?

- ¿Por que no subes al auto?- propuso mientras abria la puerta trasera-. Tengo lo que me pediste.

Fugaku sonrió. Sabía a que se refería. Mientras abordaba al auto, observó que en el asiento del conductor había un hombre de pelo oscuro y alisado con gel.

Lilith se sentó en el asiento a su lado mientras lo observaba y lo comía con la mirada.

- ¿Es un...- no pudo terminar la frase ya que Lilith lo interrumpió.

El pecado de un ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora