EL HOMBRE QUE SE VENGÓ DE SÍ MISMO de Emerson Walkman

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  • Dedicado a Emerson Walkman
                                    

 Cuídate de que nadie te odie con razón…

Siro

PROLOGO

   El hecho de que precisamente hoy se haya fundido el foco halógeno que ilumina la antigua máquina de escribir con la que Ernest Hemingway escribió la mayoría de sus obras tras finalizar la Primera Guerra Mundial; no podía ser una casualidad...

   La definición exacta de casualidad es: acontecimiento no previsto cuya causa se desconoce. Pero que se haya fundido precisamente hoy y no cualquier otro día del calendario en años les aseguro que no es ninguna coincidencia.

   Poseo esta máquina desde el año 2001 y no es a quien perteneció ni que hubieran escrito con ella obras premiadas con el Pulitzer o el Nobel lo que le dan su valor, y por supuesto, esta no es ni de cerca la auténtica historia que atesora esta máquina. Su verdadera historia comienza el día que fue robada por un ladrón llamado Álvaro Escribano, quien protagonizó el acontecimiento más espeluznante que yo he presenciado o del que he tenido noticias jamás.

   Aún se me eriza el vello tan solo recordarlo.

    Su nombre falso era Trece, era un ladrón de los llamados de guante blanco y era muy bueno en su trabajo. Robarla no había sido ningún encargo, fue un capricho; Trece coleccionaba antigüedades que por supuesto nunca compraba. Fue un flechazo a primera vista y uno de los encaprichamientos más peligrosos que había tenido hasta la fecha. Cuando entró en aquel despacho que está en la cúpula del palacio Metrópolis; en plena calle Alcalá esquina Gran Vía de Madrid, tras meses de labores de información, culminaba uno de los encargos más complejos y arriesgados de su carrera delictiva, y además, cumplía también de  necesidad, con una de sus obsesiones más latentes, aunque a esto iremos más tarde dada la complejidad de este detalle.

    El afanamiento era documental, o dicho de otro modo; un robo de documentos en soporte informático. A este negocio se le denomina espionaje industrial, y es esencial cuando se roba información que jamás se averigüe que dicha información ha sido robada. Es por este motivo por el que Trece volvería a este despacho meses después del robo para apoderarse de esta máquina. Por supuesto no era la primera vez que allanaba una propiedad sabiendo que volvería a por algún capricho. Algo que podría llevarse en aquel mismo instante, pero que no osaba tocar por simple motivo de disciplina profesional. Cada caja fuerte, objeto, documento o lo que sea, debe ser sometido a una rigurosa labor de información. Nunca debes tocar nada del despacho de un pez gordo que no te hayas asegurado antes, de que vayas a poder tocar, coger, transportar u ocultar. Y por supuesto, como ya he dicho, nunca si se trata de un robo de información.

    Era una Underwood número 5 americana; la considerada primera máquina de escribir moderna. Una pieza muy valorada por los coleccionistas ya que fue la de mayor éxito de la historia y la que fijó los estándares y estilo de diseño de aquella época. Empezó a fabricarse a finales del siglo XIX hasta entrados los años 30. Pero para Álvaro, el auténtico valor de esta máquina residiría directamente en el lugar de donde la robaría, y no a quién había pertenecido.

    Cuando Trece murió me apropié de ella y la he expuesto en el pasillo de mi casa desde entonces. Le puse el foco de luz justo encima, conectado al interruptor de la entrada para que se iluminara al llegar a casa. La mayoría de las veces el valor de las cosas se lo damos nosotros mismos; otras veces son esas cosas las que nos dan nuestro valor. Todos guardamos tesoros del pasado que nos recuerdan la gloria de otros tiempos, lo temerarios que fuimos, lo valientes o lo cobardes que pudimos llegar a ser o simplemente, recuerdos de algún lugar, algún momento o alguna persona en concreto. Pero coincidiréis conmigo en que todos estos objetos que conservamos con celo como el retrato de una antigua novia,  poseen un fragmento de nuestra vida que podemos sentir, ver, y tocar. Pueden incluso llegar a hacernos revivir en el acto lo que sentimos justo en ese instante en el que aquel objeto obtuvo su valor. Pues bien, la máquina de Trece no me trae buenos recuerdos ni buenos sentimientos, y el valor que tiene para mí, está en que es la prueba definitiva de que nada en esta vida ocurre por azar, y que las coincidencias; son el desenlace inevitable de nuestros vaivenes cotidianos.

     Cuando Trece fue  asesinado, pude concluir en que existe un mundo debajo de este mundo, y debajo de ese mundo, existe otro, y después otro, y cuando pensaba que se había acabado no había hecho más que empezar; se lo aseguro, yo estuve allí. Así que volvamos a la definición de casualidad: acontecimiento no previsto cuya causa se desconoce. ¿Y si fuera errónea tal definición? ¿Y si más bien fuera acontecimiento previsto ya que su causa se conoce de sobra, pero ustedes, pobres seres humanos, ignoran por completo los detalles mientras se dejan vapulear por el vientecillo de las casualidades?

    Hoy es día trece de enero, hoy, hace 13 años que Álvaro murió, y hoy; se ha fundido el foco de su máquina de escribir… no es casualidad; es que su historia aún no ha acabado...

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⏰ Última actualización: Sep 02, 2013 ⏰

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