¿Sólo un sueño?

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Era un día lluvioso de otoño. Esther se había ido temprano a la cama porque había cogido un resfriado el día anterior que no le dejaba hacer nada. Tumbada, Esther leía la historia de un vampiro que habitaba en un tenebroso castillo.

La fiebre, que le estaba empezando a subir, hizo que Esther cayese en un profundo sueño sin notar siquiera que el libro se le cayó de las manos. En mitad de la noche alguien comenzó a llamarla suavemente. Esther se despertó y oyó que pronunciaban su nombre.

¿Quién es? Bárbara ¿Eres tú? Preguntó Esther, pero no obtuvo respuesta alguna. Inquieta por saber quién la reclamaba, se levantó con cuidado, temerosa de caer debido a su estado febril. Una vez que estuvo de pie sintió una ligera brisa. Preocupada por coger frió siguió la brisa hasta su punto de origen: el salón, de ahí procedía la fría corriente de aire.

Estaba todo oscuro, así que encendió la luz. Toda la estancia se iluminó. Esther miró a su alrededor pero no vio a nadie. "¡Puede que la fiebre me halla hecho imaginarlo!" Y pensó en volver a meterse en la cama.

En ese instante se encontró frente al espejo de una de las paredes. No podía dar crédito a lo que estaba viendo. Cerró los ojos y los volvió a abrir. La imagen del espejo seguía ahí, no había cambiado.

Esther llevaba un vestido de seda negra y una sobrefalda de tul roja adornada con diminutos murciélagos de suave terciopelo negro. De su boca surgían dos pequeños colmillos.

"¿Esa soy yo?" se preguntaba sorprendida. Giró sobre si misma y se observo detenidamente. "¡Soy un vampiro!"

De pronto al lado del espejo se abrió una puerta. Una cálida luz de velas atrajo a Esther. Vacilante, atravesó la puerta y se halló en la estancia de un castillo digno de un relato de terror vampírico. Gruesas cortinas de terciopelo negro cubrían las ventanas y una gran alfombra roja bordada cubría gran parte del suelo.

En la chimenea crepitaba un fuego que lanzaba reflejos fantasmagóricos por toda la estancia. "¡Me recuerda a muchos de los relatos que he leído"! Pensó Esther.

Recorrió la estancia palpando los muebles cuando su mirada reparó en una mesita junto a la chimenea. Había una cajita. La curiosidad la llevo a abrir con cuidado la tapa. Dentro había cinco frascos con un líquido rojo. Una extraña sensación de sed invadió el cuerpo de Esther. Cogió uno de los frascos, lo destapó y se lo llevó a los labios hasta que el líquido rozo su lengua. Lo bebió.

Comenzó a sentir que estaba flotando en el aire. A su alrededor había como una neblina blanca. Esther se asustó y empezó a moverse nerviosamente.

¡Eh! ¡Esther! ¡ Despiértate! ¿Te encuentras bien? Esther reconoció la voz de su hermana Bárbara y abrió los ojos. Miró a su alrededor. Estaba en su habitación, tumbada en la cama y con su pijama. Todo estaba igual que al principio. Se levantó corriendo dirigiéndose al salón para comprobar si todo estaba en orden, si la puerta seguía ahí o no. Cuando llegó nada hacia pensar que justo al lado del espejo había una puerta que conducía a un enorme castillo. Salvo por un frasquito vacío que observó en el suelo y unas manchitas de sangre en la comisura de sus labios.

¿Había sido sólo un sueño?

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⏰ Última actualización: Apr 17, 2016 ⏰

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Paraíso de Sombras vol. 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora