Capítulo 1

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Entonces desperté. Mi sangre resbalaba desde mi labio inferior hasta el filo de mi barbilla, goteando de forma lenta y paulatina el suelo. No podía levantarme, tenía un dolor punzante en la cabeza y el tobillo con un pequeño esguince. James no paraba de aporrear la puerta, diciendo mi nombre una y otra vez. Finalmente James irrumpió en el cuarto de baño y me encontró en el suelo.
-Joder, Lea ¿estás bien?- dijo mirándome con la cara completamente blanca.
-Sí, creo que sí- balbuceé como pude ya que notaba que mi labio no estaba para mucho trote. James me ayudó a levantarme con mucha delicadeza y paciencia. Me miré al espejo y entonces comprendí la preocupación de mi marido.
Tenía el labio completamente reventado, en la frente una pequeña brecha y un cardenal que parecía que iba a aumentar conforme pasase el tiempo en mi sien.
-Tenemos que ir inmediatamente al médico a que te miren eso, cariño-
Lo miré y simplemente asentí.
¿Cómo leches acabé así?
Ah, sí, ya recuerdo. Fui a ducharme porque me sentía un tanto mareada. Al salir de la ducha me resbalé torciéndome el tobillo, me di con el lavabo en el labio y de rebote en la frente, con tan mala suerte que me desmayé. Supongo que el cardenal me lo hice al caer.
James me cogió en brazos con dulzura, me llevó al cuarto, me ayudó a vestirme y juntos fuimos al hospital. Al llegar los médicos estaban un tanto alterados. Supuse que hubo un accidente importante. Unos minutos después escuché unos gritos. Provenían de un solo hombre, sin embargo los gritos eran tan desgarradores que parecían de cinco personas gritando a la vez. A continuación pasó por delante de la sala de espera el autor de tales berridos amarrado en una camilla. Estaba teniendo unas convulsiones tremendas, su piel era muy blanca y sus ojos estaban abiertos como platos mirando a todos los sitios a la vez. Sólo pude verle unos instantes ya que los médicos corrían por aquel frío pasillo con extrema urgencia. Miré a James. Estaba tan sorprendido como yo.
-¿Qué crees que le pasa?- pregunté.
-No tengo ni la menor idea- respondió sin cambiar el gesto de su cara. A los segundos de desaparecer la camilla, continuó hablando- Puede que ese hombre no estuviese vacunado y haya tenido un brote de la rabia.
Miré al pasillo de nuevo vacío con enfermeros y enfermeras corriendo de vez en cuando. En todo el hospital solo se podía oír a gente murmurando, médicos y enfermeros metiéndose prisas unos a otros y los gritos de nuevas personas que iban llegando. Todo parecía surrealista. En la sala sólo se podía respirar un aire incómodo de temor y preocupación.
Tras tres largas horas de espera, el Sol ya se escondió en el horizonte y dijeron mi nombre para que me dirigiese a la consulta 26, donde me atendería la doctora Simons.
Al entrar James y yo, vimos a una doctora de unos 50, pelo ya grisáceo por las canas que poblaban su cabello. Se la notaba alterada, sin embargo me atendió con paciencia y esmero.
Me cogió unos puntitos y me puso una venda en el tobillo. Me dijo que si me dolía tomase ibuprofeno y descansara. Recogí mis cosas dispuesta a irme, sin embargo no pude resistir mi curiosidad.
-Disculpe, doctora Simons.
-¿Sí?
- ¿Podría decirme que les ocurría a las personas de antes?
Simons me miró. No hizo falta que le explicase a quienes me refería. Suspiró mirando la mesa y comenzó a juguetear con su bolígrafo nerviosa. Tras un breve instante volvió a mirarme a los ojos.
-No lo sabemos, señorita. Tienen síntomas de varios virus pero no coincide con ninguno investigado hasta la fecha.
Se hizo un silencio un tanto incómodo. Mi inquietud no estaba satisfecha así que continué.
-¿Que les ocurrió, si no es mucha indiscreción?
- Un chico llamó a urgencias por teléfono. Explicó que estaban en una fiesta particular y se quedaron sin hielo para las bebidas. El susodicho fue a comprarlo y, cuando volvió, se encontró a su amigo abalanzado sobre otro, golpeándole con fiereza y tratando de morderle. Las otras personas presentes intentaban separarles pero esta persona trataba de atacar a todo al que se le acercaba. Minutos después, a quien atacó y los que trataron mediar la situación acabaron igual. Nosotros los médicos pensamos en un tipo de infección que se transmite por la piel, sin embargo, como he mencionado antes, no coincide con nada visto hasta ahora. Tras esto, señores, les pido por favor que se marchen. Tengo más enfermos a los que atender y con el revuelo muy pocos médicos podemos hacer consultas así que... Les pido con todo el respeto que se marchen.
-Claro, muchas gracias, Doctora, y disculpe las molestias. Espero que todo se solucione pronto.
-Gracias, buenas noches.
-Buenas noches- dije abriendo la puerta para salir de la sala.
En el coche de vuelta James y yo estuvimos comentando lo ocurrido. Habría que tomar más medidas higiénicas por si acaso.
Al llegar a casa, me puse mi pijama y me acosté.
No tuve más remedio que ponerme a leer un libro, ya que lo que esa noche sucedió, no podía quitármelo de la cabeza.

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⏰ Última actualización: Sep 16, 2016 ⏰

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