<<II>>

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  *Detrás de cada máscara había un chico. * 

  –¿Quién es ése? –señaló Tom Skelton. 

 –No lo diré. ¡Secreto! –gritó la Bruja, disimulando la voz..

  Todos se rieron...

 –¿Quién es ése? 

 –¡La Momia! –gritó el niño envuelto en viejos lienzos amarillentos, como un inmenso cigarroque se paseaba por las calles anochecidas.

 –¿Y quién es...?

  –¡No hay tiempo! –dijo Alguien Oculto Detrás de Otro Misterio de Muselina y Pintura–.¡Premio o prenda! 

-¡Sí!

 Chillando, gimoteando, desbordantes de una alegría macabra, correteaban en todas partesmenos en las aceras, saltando por encima de los arbustos casi cayendo sobre perros queescapaban aullando. 

Pero en mitad de las carreras,   las risas, los ladridos, de pronto, como si una gran mano denoche, viento y olor de algo raro los detuviese, todos se detuvieron.

 –Seis, siete, ocho.

  –¡No puede ser! Cuenta otra vez. 

–Cuatro, cinco, seis...

 –¡Tendríamos que ser nueve. ¡Falta alguien!Se husmearon unos a otros, como bestias asustadas.  

  –¡No está Pipkin! 

¿Cómo lo supieron? 

Todos estaban escondidos detrás de las máscaras. Y sin embargo, y sinembargo...Podían sentir la ausencia de Pipkin. 

–¡Pipkin! 

En un zillión de años nunca ha faltado a la Noche de las Brujas. Qué horror.¡Vamos!En un amplio movimiento de abanico, un trotecito y un meneo perruno, dieron una vueltaentera y se alejaron por la calle empedrada, barridos como hojas en el principio de unatormenta.

 –¡Aquí está la casa de Pipkin!  

  Se detuvieron frenando. Allí estaba la casa de Pipkin, pero no había bastantes calabazas enlas ventanas, ni bastantes barbas de maíz en el porche, ni bastantes fantasmones espiando porel vidrio obscuro desde la alta buhardilla.

 –Diantre –dijo uno–. ¿Y si Pipkin está enfermo? 

–No sería Noche de Brujas sin Pipkin. 

–No sería Noche de Brujas –gimieron a coro. 

Y uno de ellos arrojó una manzanita ácida a la puerta de Pipkin. Se estrelló con un ruiditoapagado, como si un conejo pateara la madera. Esperaron, entristecidos sin razón, perdidos sinrazón. Pensaban en Pipkin y en una Noche de Brujas que podía convertirse en una calabazapodrida con una vela apagada si, si, si... faltaba Pipkin.Vamos, Pipkin, 

¡ven y salva la Noche!  

  ¿Por qué esperaban a un chiquillo, por qué temían por él? 

Porque...  


   Porque Joe Pipkin era el chico más extraordinario que hubiera existido jamás. El mejor;cuando se caía de un árbol se reía de la broma. El más generoso; cuando corría alrededor de lapista e iba ganando, viendo a sus amigos rezagados allá lejos, a un kilómetro de distancia,trastabillaba y se dejaba caer, esperaba a que lo alcanzasen, y luego todos juntos, codo concodo, rompían la cinta de llegada. El más divertido; siempre descubría las casas embrujadasdel pueblo, difíciles de encontrar, y regresaba a darles la noticia y a llevarlos a todos a husmearpor los sótanos y a trepar por los muros cubiertos de hiedra y a gritar por los huecos de las chimeneasy orinar desde los tejados, ululando y bailando como chimpancés y aullando comoorangutanes. El día que nació Joe Pipkin toda la Naranja Crush y la soda Nehi del mundoburbujeó desbordando en las botellas, y enjambres de abejas alborozadas invadieron lascampiñas para picar a las solteronas. En los cumpleaños de Pipkin, el lago se alejaba de lacosta en pleno verano, y retornaba con una marea de chiquillos, un corcovo de cuerpos y unarompiente de carcajadas.

 En los amaneceres, desde la cama, oías en la ventana el picoteo de un pájaro. Pipkin.Asomabas la cabeza al aire matutino del estío, límpido como aguanieve. 

Allí sobre el césped húmedo de rocío había huellas de conejo, donde un momento antes nouna docena de conejos sino sólo un conejo había corrido en círculos y zigzags, jubiloso,exultante, saltando setos, tronchando helechos, aplastando tréboles. Parecía el campo demaniobras de la terminal ferroviaria. Un millón de huellas en el césped, pero no...  

  Pipkin...



**Hola Chicaaas SegundoCapitulooo!!, Espero Que les Allá gustado**

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El Árbol de Las Brujas. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora