Empecé buscando en las noticias locales y después en los clasificados. Leí y releí cada aviso oportuno en espera de que alguno me dijera su nombre por que estaba rentando su departamento o algún local comercial. Pero con el tiempo y frustrado por que no podía hallarla, comprendí que aún me faltaba una parte del periódico donde los nombres también saltaban a la vista: empecé a buscar en los obituarios.
Me pareció verla por las calles: a veces por descuido, a veces por pura insistencia. En incontables ocasiones mi mente me obligaba a verla, quizás para con ello paliar mis ganas de volver a su lado tal y como fuese siempre.
De cualquier forma, Nayled seguía sin aparecer. Ni por las calles ni junto a la pequeña Cruz que acompaña al nombre en aquellos obituarios. No sabía si vivía o sufria. No sabía si su nombre seguía siendo el mismo o si se lo había cambiado por que así podría empezar de nuevo. No sabía si recordaba la promesa o si por lo menos me recordaba.