Capítulo 1.

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La gente siempre habla de las drogas y el alcohol como sustancias peligrosísimas, de esas de las que debes alejarte porque fácilmente puedes quedar prendido para toda la vida. Algunos otros afirman que la adicción a estos elementos no se compara al sentimiento que se conoce cuando se está enamorado. Yo, en lo que me respecta, he decidido que no puedo vivir si él no me golpea por lo menos una vez al día. Solía conversar con algunas de mis amistades ㅡ antes de que él me encerrase aquí ㅡ y comentaba con ellos las rutinarias vidas de pareja a las que estaban sometidos. Muchos de estos individuos eran hombres maduros, casados y con hijos sobre sus espaldas a quienes alimentar, por los que preocuparse. Yo sólo lo tenía a él y eso parecía ser todo lo que me importaba. Mi vida estaba pendida de la suya, se aferraba, intentaba ser una con ella, moría y renacía sólo para tener la dicha de disfrutarle la existencia una vez más.

Nos conocimos en una de esas avenidas poco concurridas en las que las canciones de antaño revientan las paredes de los bares de mala caña, esos hostiles locales solitarios que acaban abiertos hasta el toque de queda sin haber vendido una sola cerveza, sumidos en una rivalidad innecesaria los unos con los otros; la atmósfera que se respiraba en esa zona de la ciudad era demasiado pesada para cualquiera. Para los lugareños, inclusive. Pero allí estábamos ambos, él y yo, sin saber lo que devendría una vez nuestros ojos se cruzasen. Tenía él la mano envuelta en derredor de una botella de cerveza costosa de la que apenas había bebido un par insignificante de sorbos.

ㅡ Jongin, atiende la mesa del fondo. - me dijo mi jefe desde detrás de la barra. Yo estaba limpiando una mesa luego de que un par de clientes se hubiesen retirado. Moví mi cabeza de arriba hacia abajo y me dirigí hacia donde me habían pedido.

ㅡ Así que "Jongin". - de haberle prestado atención, sabría que el hombre de la cerveza masculló esas palabras luego de la orden que me fue dada.

ㅡ Buenas, bienvenidos. - saludé sin más con los ojos enterrados en la libretilla que usaba para escribir las órdenes. ㅡ ¿Ya saben lo que van a querer?
ㅡ ¿Tú no estás en el menú? - preguntó uno de los dos hombres. Sonreí incómodo, en silencio. ㅡ ¿Qué hace un jovencito tan agraciado en un lugar como este? No me hagas creer que tu rostro es sólo dulce. Eres un niño.
ㅡ Tengo una identificación. - espeté visiblemente nervioso, quería aprender a usar ese "encanto juvenil" del que mi jefe me había hablado. Sí, a mis quince años era poco probable que alguien me tomase por un adulto real, pero a nadie solía importarle ese detalle cuando estaban dentro del bar.
ㅡ Ha de ser falsa.
ㅡ ¿Qué es lo que va a pedir? - no era propio de mí el resultar tan indiscreto, pero tampoco estaba acostumbrado a tantas preguntas.
ㅡ Tú no dejarías que tu jefe se metiera en problemas, ¿no? - empezó hablando el segundo que había visto. ㅡ De seguro le has dicho que te deje trabajar aquí, que nadie se dará cuenta; y nosotros podríamos denunciarlo.
ㅡ ¿Qué ganarían con eso? - para ese punto mis ojos estaban puestos en los rostros frente a mí.
ㅡ No, es más bien lo que tú puedes hacer para evitar una situación tan incómoda.
ㅡ ¿Qué rayos quieren?
ㅡ ¿Cuánto cuesta una hora? Y no preguntes, "¿De qué?"; me atrevo a asegurar que no es la primera vez que te hacen una propuesta así.
ㅡ Yo no hago... - la oración que empecé fue detenida casi de inmediato cuando sentí mi muñeca ser sujeta por uno de los individuos.
ㅡ No te hagas el santo, niño. - sus ojos me atravezaron como un par de navajas.
ㅡ Déjalo. - se escuchó venir por mi espalda. Apenas pude girarme para darme cuenta de que era él.
ㅡ ¿Y tú quién eres? - espetó aquel que no me tenía sostenido por la muñeca.

Yo nunca había visto tal despliegue de habilidades en una persona. Su cuerpo parecía estar hecho de un material ligero como una pluma, pero pesado como el cromo. Un brazo grueso y torneado cruzó mi campo visual por el costado hasta alcanzar con su mano la cabeza del hombre y hacer que la nariz le golpease la mesa en dos ocasiones. Parte de la sangre que salió de su rostro terminó en mi barbilla. Todo sucedió tan rápido que me fue difícil asimilarlo, no supe cómo pero antes de poder darme cuenta que no estaba respirando, ya él me había liberado del agarre fuerte al que había sido sometido apenas momentos antes. Me ocultó detrás de él. Recuerdo vívidamente que me pidió que no me moviera y que no dijera nada, pero yo estaba tan asustado que grité un poco cuando le golpeó la cara el tercer sujeto. Mi héroe sí tenía puntos débiles. Y yo también: Él.

Adicción. | SeKai (EXO).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora