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En un lugar del que nadie sabe mucho, vivía un niño que tenía por nombre "Nunca". Él siempre ha sido tímido, sensato, un poco asustadizo, y pasaba las horas entre libros de aventuras y poesía. No había tenido muchos amigos, rara vez salía de casa y le era muy difícil interactuar con otros niños. Una tarde de otoño en la que Nunca estaba en su habitación, escribiendo sobre sus aventuras imaginarias, la ventana se abrió de golpe. Un fuerte viento entró desde la calle, trayendo consigo las hojas amarillas de los árboles y revoloteando los papeles sueltos del niño. Él se dirigió a cerrar la ventana de una vez y al echar un vistazo, vio que a la casa abandonada del frente, estaba llegando una nueva familia. El cielo gris se iluminó en un segundo, cuando vio bajar del auto familiar a la niña más hermosa que alguna vez conoció. Nunca se quedó inmóvil a un lado de la ventana. La niña dirigió su mirada hacia donde él estaba. Su cabello bailaba con el viento. Se miraron y se perdieron en ese mágico instante.

Ella se llamaba "Siempre". Era una niña encantadora. Una soñadora, aventurera y valerosa. Jamás había estado más de dos meses en un pueblo. Había hecho muchos amigos. Y era capaz de persuadir hasta al más reacio.

Sus padres eran artistas, recorrían el país presentando su espectáculo y ganándose los aplausos de todo el mundo.

Nunca, no durmió esa noche. Desde su ventana, en la oscuridad, vigilaba sigiloso como los padres de la misteriosa niña ensayaban una especie de obra de teatro en la que Siempre también participaba.

La mañana siguiente, Nunca hizo algo que jamás antes había hecho. Se dirigió a la casa de la nueva familia y tocó la puerta tres veces. No estaba seguro de lo que estaba haciendo, no sabía qué le diría a la persona que le abriera la puerta. Los segundos se le hicieron eternos, así que decidió echar a correr de nuevo a su casa, se dio la vuelta, dio un par de pasos, y la puerta a sus espaldas se abrió haciendo un chillido.

— Te vi. No te vayas.

La voz dulce de la niña se mezcló con el ruido que hacía el viento.

Nunca se detuvo. Apretó fuerte los ojos y suspiró. Giró de nuevo y con una tímida sonrisa se presentó.

— Hola, mi nombre es Nunca.

Ella observó al niño de anteojos gruesos y supo que este niño era especial.

— Hola, mi nombre es Siempre.

Ambos sonrieron al mismo tiempo. Siempre invitó Nunca a sentarse en el pórtico.

Él estaba nervioso, sus manos sudaban y en cada paso que daba hasta el pórtico sentía que las rodillas se le quebrarían en cualquier momento. Se sentó al lado de la niña que lo veía maravillada y ambos miraron el cielo limpio sin mediar una palabra.

— ¿Sueles ser tan callado?

Preguntó la niña de vestido turquesa.

Nunca, agachó la cabeza y más sonrojado que nunca se excusó.

— No sé qué decir.

Ella se puso de pie y Nunca pensó que se marcharía.

Siempre estiró la mano y ayudó a Nunca a ponerse de pie.

— ¿Conoces el bosque de los misterios?

La niña preguntó esto con verdadera ilusión.

El niño había oído sobre la leyenda que encierra el bosque frondoso de las afueras del pueblo.

— Sé dónde queda, pero no creo que sea una buena idea ir.

Siempre se dio la vuelta y volvió con una bicicleta rosa.

— Ve por tu bicicleta. Vamos a ir al bosque.

El niño tuvo miedo por un segundo, pero fue a casa corriendo y volvió con su bicicleta azul.

— Vamos.

Ambos pedalearon por un sendero de tierra lleno de las hojas que se desprendían de los árboles del camino. Después de 10 minutos, llegaron a la entrada de un enorme bosque que permanecía amarillo todo el año.

Dejaron las bicicletas en el piso, al lado de un enorme y antiguo roble.

Siempre miraba a su alrededor asombrada. Jamás había visto un bosque tan grande. — ¿Cuál es la leyenda de este bosque? -Preguntó con verdadera curiosidad-.

Nunca se sentó al lado de las bicicletas, sobre las raíces del viejo roble y ella hizo lo mismo. Entonces, Nunca, contó lo que sabía sobre el lugar.

"Le dicen El bosque de los misterios. Hay quienes dicen que en el corazón del bosque se encuentra la entrada a un mundo fantástico".

Siempre oía a Nunca y ya sabía que era lo que quería hacer.

— ¿Quieres entrar a explorar?

Nunca quiso dejarse llevar por un momento. Le parecía genial la idea de descubrir si eran ciertas las leyendas que se habían tejido en torno a este misterioso lugar.

— Sí, claro...

Ambos se pusieron de pie. Siempre le dio la mano y dieron dos pasos hacia la entrada.

Nunca se paralizó. Apretó fuerte la mano de Siempre.

— No, mejor vámonos...

Siempre vio la cara de preocupación de nunca y el brillo en aquellos ojos detrás de sus gruesas gafas.

— Entraré yo. Saldré rápido y te contaré qué hay dentro, ¿sí?

Nunca no quería que ella entrara sola. Pero sabía que no podría hacerla cambiar de opinión.

Siempre se acercó a Nunca y lo abrazó tan fuerte como pudo. Nunca abrazó a Siempre con cariño y con voz firme le respondió.

— Ve con cuidado.

Siempre le pidió que se quedara sentado esperándolo al lado de las bicicletas y que no se mueva hasta que ella saliera. Él dio un beso tierno en la mejilla y se despidieron.

Siempre entró al bosque de los misterios y no se supo nunca más de ella.

Nunca se sentó al pie del longevo roble y la esperó para siempre.

Nunca quiere a SiempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora