[Capítulo 1]

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"Mi lady" recordó aquella sonrisa y aire jovial, entonces suspiró; ¿Cuánto tiempo había ya pasado desde que se vieron por última vez? parecían siglos y ahora, aunque no quería admitirlo, ya empezaba a extrañar a esos desgraciados akumas.
Hoy se cumplían cinco años desde su despedida, ambos retoños de diecisiete se encontraban acurrucados sobre la torre más alta de París; tenían los ojos vidriosos y las mejillas sonrosadas. Sin embargo, ninguno parecía notar los acelerados latidos de su compañero; estaban perdidos los dos en el incierto fúturo.
Escondían su diploma de graduación y no pronunciaron ni una sola palabra sólo hasta que Ladybug decidió romper el hielo:-Nada volverá a ser como antes ¿No? ¿Qué estudiarás? -dijo incorporándose. Chat la miró incrédulo y la jovén sólo se ruborizó -¡L-lo siento! Creo que sólo he sacado conclusiones, que tonta... -masculló nerviosa mientras jugueteaba con la cinta que adornaba su diploma. Se sintió idiota por esos incómodos segundos y ni ella misma sabía el porque de tal sensación. Quizá porque, después de casi tres años luchando codo a codo, no había averiguado nada de él. Intentó excusarse; "es porque las cosas suceden con naturalidad" o "es peligroso para nuestras identidades revelar datos personales", pero no lograba tragarse aquellas patrañas, entonces maldijo su cobardía. Chat Noir, por su lado, rió- Mi lady como siempre ha dado en el clavo -adoptó aquella coqueta actitud que tanto le caracterizaba -pues nada, mi padre es quien decidirá en donde iré a parar ¿Y tu?-.
-¿Un minino no es tan libre e independiente como presume? Yo seguiré mis sueños en un instituto, planeo ser diseñadora -la muchacha sonrió.
El rubio se quedó un momento pensativo -Así que diseño ¡Conozco a una chica que también comparte aquel anhelo! -contó mientras movía sus piernas lado a lado, igual que un niño que ansioso come un cono de helado -su nombre es Marinette, las veces que un bichito me ha dejado trabajando solo, la visité y he visto unos impresionantes diseños pegados en su pared -.
Ella rió, intentó mantener la calma -¿Y cómo te llevas con esa tal "Maríanet"? -disimuló.
-Marinette -el otro la corrigió.
-Si, ella -clavó los ojos en el horizonte -¿Son amigos? -.
Chat Noir la observó abrumado y sus ojos se tiñeron de un aire travieso -¿Acaso mi lady está celosa? -sonrío y la chica sólo llevó la mano hacia su cara gestando exasperación -no tienes nada de que preocuparte. Es sólo otra fan mía, sus sentimientos no los puedo corresponder, yo sólo tengo un único amor -adoptó la actitud de un apasionado poeta y luego rió.
-Gato tonto -musitó y luego se levantó -hasta la próxima.
-Hasta la próxima -.
Esa fue la última vez que se vieron.

Marinette, ahora una estudiante de veintidós años, se dedicaba la mayor parte del tiempo a su carrera. Había conseguido entrar en el instituto Barçot y destacarse como alumna. Pese a su "nueva vida ocupada" traía consigo los pendientes y a Tikki que, como siempre ,seguía siendo una gran compañera. Por alguna extraña razón, Papillon no había actuado desde que ella egresó del colegio y al parecer, tampoco Chat Noir. Había salido muchas veces a patrullar, pero no había ni rastro del chico gato, parecía haberse esfumado de la faz de la tierra.
-Es curioso -dijo ella, estaba sentada en el balcón de la habitación mientras el kwami revoloteaba a su lado -estaban casualmente en todas partes y ya no aparecen por ningún lado -.
-Tengo la teoría de que esos dos estaban conectados -Tikki se sentó en la barandilla -quizá ser un gato negro no era una simple coincidencia ¡Él atraía los sucesos desafortunados! -rió.
-Ja...ja... muy graciosa. No pareces interesada en el tema ¿No te agradaba? - la chica descansó los codos en el barandal.
-No es eso, pero si ambos tienen algo que ver... ¡Para el bien de todos es mejor que no aparezca! -.
-No conocía esa faceta tuya, aunque tiene sentido -suspiró -debo admitir que extraño sus ocurrencias -.

En un no muy lejano estudio, un chico estaba molesto:
-¡Pero si mañana es domingo, padre! no he tenido ni un día de descanso -.
-Ya has tenido suficiente descanso -.
-¡Sólo me has dejado sentarme a almorzar! -protestó.
-Los adultos no tienen ni siquiera tiempo para almorzar. Acostúmbrate -cerró así la conversación su padre. Adrien suspiró y cogió su bolso, salió del estudio y emprendió camino a casa.
Era tarde, pero prefirió caminar solo para darse el tiempo de pensar. No había tenido ni un sólo respiro desde sus diecisiete y todas sus actividades se traducían a trabajar como modelo, ayudar a su padre y discutir con él sobre el consumo de un matrimonio por conveniencia, práctica que le parecía arcaica y ridícula. Sin embargo, podía rescatar de todo el estrés, que papá ahora si le prestaba atención, almorzaba con él e incluso a veces podía ver escapar una sonrisa en su monótono semblante.
Al llegar a casa subió hasta su habitación y se tendió sobre la cama, recordó a Ladybug y las hazañas que habían logrado juntos.
-Me pregunto que estará haciendo ella -.

Ella estaba también sobre la cama, entonces llego un mensaje:

>Hola, Mari

-¿Quién es? -preguntó Tikki.
-Es Nath -sonrió y empezó a teclear.
-¿Ustedes...? -Marinette se ruborizó.
-¡Oh no! ¡Claro que no! Sólo somos amigos -dijo mientras se apartaba los cabellos de la cara.

Al día siguiente se encontró con él camino al instituto, Tikki no podía calmarse (Nota de Renfk; Imagínense a una fangirl volando exasperada dentro de una pequeña mochila. Algo así hehe). Conversaron y quedaron en juntarse para almorzar. Se despidieron para ir ambos a sus respectivas clases. Marinette soñó despierta toda la jornada y al final del horario, la profesora la llamó.
Se dirigió temblando hasta su escritorio, el silencio mortal hacía más intenso su nerviosismo.
-¿Sabes porque te llamé, Dupain-Cheng? -entrelazó los dedos y adoptó un aire grave.
-¡No tenía como limpiarlo! La mancha de café no salía y la entrega era el día siguiente, no pensé que fuera a gust... -Marinette dejó de hablar cuando la mujer la miró extrañada -...¿Es por la mancha de café? -musitó.
-No sé de que me estás hablando, te he llamado porque eres mi mejor alumna y decidí darte una responsabilidad que a nadie le he dado -deslizó un documento por sobre la mesa -Agreste está buscando ideas frescas para la empresa, y ha pensado en estudiantes para aquellas ideas. Aquí es donde entras tu, es una gran oportunidad para familiarizarte seriamente con el trabajo y hacerte conocer ¿Qué opinas? -no pudo ni acabar la frase antes de que las palabras de la muchacha interrumpieran.
-¡Si, si! -sonrió de oreja a oreja, pero intentó mantener la compostura -¿Cuándo? -preguntó para sí y leyó el documento -¿Mañana? ¡Gracias! -se levantó y agitó la mano despidiéndose, casi no pudo dar crédito a lo que acababa de escuchar. Empezó a teclear y acercó el teléfono a su oreja.
-¡ALYA! ¿Adivina? ¡No, yo te cuento! ¡Trabajaré con Agreste! ¡Estoy tan feliz que podría MORIR! Vamos a encontrarnos para almorzar ¿Si? -cortó, no le había dado la oportunidad a Alya de pronunciar una sola palabra, pero aquello no importaba; llevaban tanto tiempo siendo amigas que hasta podían saber donde exactamente se encontrarían para comer, en su "codigo de la amistad" no tenían permitido rechazar una cita con la otra, no importaba que cosa tuvieran que hacer o estudiar, se dejaba todo tirado para poder conversar.

Se encontraron media hora después en un café cercano; era un lugar agradable y tranquilo, muy frecuentado por universitarios y chicos de preparatoria, el aire olía a vainilla y desprendía una calidez muy familiar.
Ambas se sentaron frente a la vitrina y pidieron galletas de champaña.
-Entonces ¿Qué haras? -sonrío y escucho con todo detalle el relato de su amiga.
-Entonces... Agreste ¿Pensaste en que verás a Adrien? -al pronunciar ese nombre la sonrisa de Marinette se borró rápidamente.
-No lo había pensado, ni siquiera lo recordaba -se tapó la cara desesperada -hace siglos no lo veo ¿Qué le diré? Debe tener novia ¿Cómo lo saludaré? -su cuerpo se puso rígido -¿¡Y SI TIENE HIJOS!? -.
-Estoy segura de que no... oh, por favor. Es un chico maduro, si tienes suerte ni siquiera lo verás -miró por unos segundos a la chica -oh no, no me digas que quieres verlo... -se apartó los cabellos de las sienes y suspiró -todo saldrá como tenga que salir, Mari -.
Siguieron conversando hasta acabar su "almuerzo", ni siquiera se fijaron que afuera una fuerte lluvia empezaba a amenazar, por suerte, Alya llevaba un paraguas consigo y pudo brindarle refugio a la despistada de Marinette, finalmente decidieron irse juntas a casa para esperar que cesara el mal clima.

En otra cafetería cercana a la primera y resguardado por el simple toldo de ésta, se encontraba Nathanael. Había llegado muy puntual para almorzar con ella y buscaba excusas para esperarla hasta que pudiera llegar.

Pasó una hora y decidió finalmente entrar. Su cabello estaba algo mojado, así que se lo amarró en una coleta.
Se sentó y pidió un simple café, se encontraba perdido en sus propios pensamientos sólo hasta que pudo ver una cara conocida cruzando la puerta
-¡Juleka! -la llamó el pelirrojo, la muchacha volteó y se acercó sonriente a la mesa.
-¿Qué tal estás? -preguntó ella mientras se sentaba, Nath pudo sentirse algo sorprendido; Juleka había sido una chica algo "oscura" durante todo el instituto. Tímida y bastante introvertida, antes tapaba la mitad de la cara con una gruesa capa de cabello... Ahora, había recortado aquel mechón como un delicado flequillo. Su pelo, antes muy largo, llegaba hasta sus hombros.
Sin embargo, no se sintió con el derecho para preguntar por aquellos cambios; después de todo, él como persona si que había cambiado. Había ya superado aquella timídez, ahora dejaba ver una radiante personalidad, manteniendo aún ese aire infantil pero con un toque maduro y simpático.
Coversaron por un largo rato, Juleka le preguntó que hacía solo y empapado ahí, él le explicó la situación y ella sólo río.
-Marinette sigue siendo igual de despistada, no creo que lo haya hecho con mala intención -sonrío y el chico sólo asintió -en fin, es algo tarde y parece que no dejará de llover, déjame acompañarte a casa -dijo levantándose -parece que aquí hay otro despistado que ha olvidado traer paraguas.

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