P lleva cambiando desde que tiene memoria. El chico que se derretía ante una canción de Calle Trece, ahora se derrite como una piedra de resina. Pero todo depende de con quien esté.
Sabe adaptarse a cada situación, cambiar su ropa, su vocabulario e incluso su olor, en función de la gente a su alrededor. Cambia tanto que ya no sabe ni quien es. O ya lo ha averiguado pero no le gusta, y por eso intenta encontrar otro personaje, alguien que se ajuste más a las expectaciones que tenía de su yo adolescente, a las fantasías de ser "un chico mayor" cuando tenía cinco años. Pero cada vez se pierde más y se refugia en un "buenas noches" y una botella, donde cree estar más seguro. Aunque la seguridad no exista, y créeme, lo sabe. Sabe mucho más de lo que dice. El que calla no siempre otorga, a veces no quiere enseñar su verdadera identidad.
Hay una chica en su vida, alguien a quien conoce desde los ocho años, alguien con quien no le da miedo ser él mismo, pero aún así no lo hace. Llamémosla T. Han cambiado y crecido juntos y han pasado por mucho más de lo que puedan recordar. Han ido en caminos opuestos y paralelos, pero siempre dejando huella en el del otro. Si le preguntas que si la quiere, probablemente te mentiría, pero lo sabe todo de T. Aunque él siga siendo un enigma para que ella.
P se encierra en sí mismo y sólo sale con un par de caladas, dentro de su zona de comfort, en alguna azotea rodeado de sus amigos más antiguos. Pretende que nada le importe, aunque aún haya ausencias que lo maten por dentro. Intenta ser lo menos humano posible, para ser lo menos vulnerable posible. Intenta deshacerse de todas las tentaciones peligrosas, pero siempre acaba saltando al vacío. Y se siente débil por ello, cuando hasta el más macho habría saltado sin pensarlo dos veces.
Todo el mundo sabe que está lleno de inseguridades, por muy bien que se le dé ocultarlo. La gente que dice conocerle no tiene ni la más remota idea de quien es el P de verdad, por eso sus paredes son tan difíciles de subir, porque nadie jamás ha intentado encontrar una grieta en ellas porque pensaban que ya estaban dentro.
Cuando llevas ya años viéndole cambiar de disfraz, pintarse otro rostro y ser otra persona, en cuestión de segundos, llegas a comprender que por mucho que te cueste y te duela asimilarlo, P sólo es un reflejo de lo que tú quieres ver en él. Te das cuenta de la cantidad de gente a la que cae bien, y eso es porque están viendo en un espejo la parte que más les gusta de ellos mismos.
Seguro que en soledad, P es alguien. Con sus virtudes y sus defectos. Sus puntos débiles y fuertes y sus ganas de agradar a casi todos sus parientes. Con traumas y recuerdos, cicatrices y heridas abiertas de par en par. Pero ni él mismo conoce a esa persona de verdad.
Y ya sólo te queda amarle, mirar y pensar en cómo puedes descifrarle, dejarle saber que contigo está en casa, que puede confiar en tí pase lo que pase. "Amor incondicional" le llaman. Para mí es una mezcla de química y recuerdos con la que ya sé que no puedo luchar por mucho que lo intente.