Ratilla de laboratorio

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La vida brotaba en la terminal poco a poco. Aquello se asimilaba a un internado, con mucha seguridad. 

Unos cuantos muchachos, la mayoría menores que yo, abandonaban sus habitaciones y se dirigían a sus actividades matinales. Cada uno desempeñábamos una tarea necesaria para el funcionamiento de todas las instalaciones, hasta ser enviados a las ciudades. 

Salí del ala 7, descendí un par de plantas, dejando atrás el área residencial, y yendo hacia los laboratorios para quitarme de encima las pruebas, y dedicarme a esos niños de Camposquemados. Apenas tardé nada en recorrer mi camino hasta allí. 

Aquel lugar constituía una compleja enfermería, que hacía las veces de centro de investigación y farmacia. Varias personas, adultas, pululaban entre las vitrinas manejando las muestras de sangre de los recién llegados y analizando enfermedades externas, buscando soluciones a los pocos problemas médicos que quedaban en la sociedad; la medicina se ejercía y desarrollaba fuera de las ciudades, para evitar cualquier contaminación. 

Nada más entrar una chica se acercó a tomar mis datos. Debía ser nueva. Casi todos en aquel lugar se sabían ya de memoria mi número completo de interna (el que llevaba tatuado al hombro) y los motivos por los que acudía a revisión contínuamente. Básicamente había algún problema o variación en mi compuesto de ADN que no llegaban a entender, por lo que tomaban muestras de mí a menudo, y me hacían pruebas. Yo ya estaba acostumbrada. La muchacha me envió a una de las camillas blancas del fondo. El doctor Forges no tardó en acercarse a mí, reclinar la camilla a mi gusto, y comenzar una alegre conversación mientras preparaba sus utensilios.

-¿Otra vez aquí Ocho? Si parece que me echas de menos mujer.- dijo mientras se lavaba las manos en gel antiséptico

Sonreí cordialmente, ofreciéndole mi brazo. -Ya ves Forges, las buenas costumbres no cambian. Me gusta la enfermería, aquí no soy la mayor de todos-

-Te faltan muchos años para ser como este viejo, y eso que tienes hasta canas- bromeó, y acto seguido negó con la cabeza, y rechazó mi brazo. -Hoy no necesito sacarte sangre ni nada parecido, será mucho más limpio. Tienes que probar un compuesto, yo compruebo los efectos inmediatos, y eso sí, la semana que viene te extraeremos una muestra pequeña, para ver las diferencias.

-No afectará en nada al tratamiento actual, ¿no?-. pregunté. Ya estaba tomando unas láminas violetas, que teñían ciertos componentes de mis células, haciendo más fácil sus labores de identificación.

-Eso es lo que tenemos que comprobar-. dijo mientras acercaba una bandeja con varios vasos de precipitados. -Creo que está amargo, así que te recomiendo que te lo tragues de una, sin pensar.

 Me tendió un vaso graduado, lleno de un líquido espeso y oscuro. -Forges...- susurré dándole vueltas y mirando a través. 

-¿Mmm?- respondió mientras se abstraía en enfocar las lentes para ver un recipiente grande, lleno de la misma sustancia.

-¿De qué color es?- pregunté

-Negro.- Respondió levantando la vista y mirándome en el instante en que tragaba. 

Arrugué un poco la nariz por el sabor y lo sentí bajar hasta mi estómago. Acortó la distancia conmigo y situó un foco sobre mi cabeza. Sacó su quimera y comenzó a apuntar cosas. -¿Puedes verme el cerebro a través de las pupilas?- dije con la vista fija en la luz. 

-Ojalá pudiera ver tu cerebro Ocho. Debe de ser un lugar de lo más interesante. Pero no. Compruebo las respuestas básicas ante... digamos estímulos básicos. 

-Ah.-  me quedé quieta un rato, mientras él  registraba mis constantes, y otro montón de cosas aburridas.

-Se acabó por hoy, ya puedes seguir a lo tuyo. Nos vemos la semana que viene-. Me dedicó una sonrisa mientras me incorporaba. Fui a darme la vuelta para despedirme del doctor, pero ya estaba enfrascado en estudiar alguna sustancia en sus probetas. Forges era un hombre tranquilo, que iba a su aire. No era muy delgado ni gordo. Su estampa quedaba definida por la eterna bata blanca, que yo veía de uno u otro color dependiendo de como incidiera la luz. Tenía un ademán tranquilizador, y sabía como tratar con niños.

Me alejé del laboratorio. Fui hacia el ala central. En aquel vestíbulo desde el cual se podía acceder a cualquier lugar de la terminal había unas cuantas quimeras repartidas. Accedí uno con mi número de interna y la contraseña asociada, que actuaban como clave. En mi caso me daban paso a prácticamente toda la terminal, y mucha información. Busqué la localización de los dos muchachos nuevos. Los hermanos estaban en el patio más grande, la antigua pista de aterrizaje; lo que llamábamos "el gran hangar". Dirigí mis pasos hacia allí.

¿Qué tal la lectura? ^^ introduzco este capítulo un poco más corto, porque me apetece comentar los "problemas" médicos de Ocho; es una de las pequeñas claves de la historia.

En los siguientes capítulos subiré un vídeo corto o gif, con un mapeado de la terminal, para que sea más fácil situarse n.n

Hasta la próxima.

Atte: Little Muffin.

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⏰ Última actualización: Apr 26, 2016 ⏰

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