Hola a todos, para empezar. Si estáis leyendo esto es porque ya he muerto o, simplemente, alguno de mis nietos ha estado fisgando donde no debía. Bueno, hijos míos, no quiero que mientras estéis leyendo esta carta lloréis. No quiero que lloréis por mi pérdida, sino que sonriáis y penséis en lo mucho que os quise, os quiero y os querré en otra vida. No sé por dónde empezar, la verdad. De todos vosotros, de mis tres hijos y ocho nietos, os merecéis más de los que os puedo dar. No tengo mucho que entregaros; pues, como sabéis, no me queda mucho después de aquel incendio que fue la causa de la muerte de vuestra madre, mi mujer. No he podido olvidar ese día durante toda mi vida. Cómo vuestra madre, tumbada en el suelo rodeada de muebles chamuscados y viejas fotos abrasadas, ya no respiraba. De su fría expresión en su rostro quemado, abrasado por las llamas que produjo una simple vela inocente. No os quiero poner más triste de lo que ya estáis, lo siento. Lo único que me queda, y que os puedo entregar, son las joyas que le entregué a vuestra madre el día de nuestra boda, que se las quitaba todas las noches para dormir y las guardaba siempre en un buen sitio. Estaba tan guapa ese día, con su vestido blanco y su ramo de flores en la mano esperando para que pudiera besarla delante de todos nuestros familiares y poder compartir toda nuestra vida. Yo para ella y ella para mí. También he logrado obtener algunas de las fotografías de cuando érais pequeños, gracias a vuestra tía, que me las dio. Ahora quiero que todos vosotros, como adultos, podáis haceros cargo de todos mis bienes, si se pueden llamar así... No podré ver crecer a mi pequeña nieta, así que por favor, decidle, cuando sea más grande, que su abuelo la quiso mucho, ¿de acuerdo? Bueno, deciros por última vez que habéis sido lo más grande que ha ocupado mi corazón.
Os quiere y os querrá por siempre, papá.
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TESTAMENTO DE UN VIEJO.
Short StoryNunca pensé en qué iba a escribir en mi testamento, hasta que llegó el momento.