LATIDOS DEL CORAZÓN

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LATIDOS

DEL

CORAZÓN

Pedro Triguero Palencia

Enero 2.001

Domingo, nueve de la mañana, una amanecer frío pero soleado de Febrero. Paseo mi soledad con desgana por el centro de la ciudad. Una urbe todavía dormida en esta mañana festiva. El boulevard está solitario. Camino bajo el sol, a mis pies descarados gorriones dan saltitos picoteando migajas y semillas, ahuecan sus plumas protegiéndose del frío de la mañana, parecen despreocupados, pienso con envidia.

Entré en una cafetería, desplegué mi periódico y pedí un café con leche y unos churros, me dispuse a desayunar y ojear la prensa sin prisa alguna. Tras catorce meses de separación, esta semana he recibido mi sentencia de divorcio; una separación que pone fin a una relación de mas de veinte años y que me devuelve una ansiada libertad. Cuando firmé la separación con mi esposa, me emborraché de libertad y cometí alguna tontería, disculpable por otra parte. Con el paso del tiempo todo se ha ido reposando y conduciendo más normalmente.

Estoy desorientado y solo, me cuesta adaptarme a mi nueva situación, me cuesta asimilar nuevos usos y costumbres. He perdido veinticinco años y me gustaría recuperarlos. He reflexionado mucho sobre mi vida y no estoy contento con ella, me considero estafado; tengo cuarenta y seis años y podría contarles mi vida en un par de folios. Ningún recuerdo infantil, apenas la operación de amígdalas; no recuerdo ningún compañero de escuela. Un par de amores platónicos adolescentes y con veintitrés años al matrimonio, virgen y estúpido, con veinticinco años dos hijos, luego, lustros dedicados a la consecución del éxito social. Es curioso, pero más de uno puede envidiarme y tal vez desearía haber tenido mi suerte.

Seguí mi paseo y caminé por solitarias aceras disfrutando del sol de la mañana y ajeno al entorno.

Llevaba ocho años casado, tenía dos hijos pequeños cuando conocí al verdadero amor, pasó por mi vida como un relámpago de aire fresco, pero le dejé escapar. ¿Fui consecuente con mi estado o simplemente un imbécil cobarde? Durante años pensé en lo primero, hoy creo lo segundo. ¿Cómo estará? ¿Dónde? ¿Se habrá casado?. Nunca antes había pensado tanto en ella.

No crean que deseo rehacer mi vida con otra mujer, no es verdad, estoy muy dolido con el género femenino, ni siquiera con ella, que por cierto no recuerdo su nombre... Sí, ya, se llamaba María Eugenia y pudo haber sido el amor de mi vida o no, ¿Quien sabe?. Tal vez sea yo el culpable y el fracaso vaya conmigo.

Me había instalado en un nuevo apartamento donde me disponía a iniciar una nueva vida. Era un céntrico ático en el corazón de la ciudad. En un viejo edificio rehabilitado, me quedé con la última planta y se acondicionó una vivienda loft de unos trescientos cincuenta metros cuadrados, con una terraza de ciento setenta metros en las que se instaló una pequeña piscina-jacuzzi y un cenador de verano. Tenía una sencilla distribución, un enorme salón con diversos ambientes, un amplísimo dormitorio con vestidor y baño, otro igual con menores dimensiones para invitados y una equipadísima cocina con cámaras frigoríficas, despensas y servicio de baño, lavadora y plancha. Suelos de roble claro, acariciaban e invitaban a ir descalzo, colores pastel en paredes y tapizados, muebles funcionales y de moderno diseño. Una decoración minimalista y escueta.

Cambié mi viejo coche familiar con un compacto y útil Golf, tenía una desahogada posición económica y hacía unos meses que había dejado mis negocios en manos de mis hijos. Había decidido dedicarme a vivir los sueños por realizar, pero no me estaba resultando fácil, no tenía relaciones ni amigos. Aquel domingo ya había despertado en mi nuevo apartamento, tras el agradable paseo matutino, regrese a él; hice mi comida y tras el refrigerio, una siesta. Al despertar pensé en salir, pero no sabía dónde ir ¿Al cine? ¿Una copa, solo? ¿Pasear? Comprendí que me esperaba un duro aprendizaje para el futuro. Me cansé de ver programas de TV, decidí salir y cenar fuera. Empezaba a darme cuenta que carecía de un proyecto de vida, había empleado unos meses en liquidar mi vida anterior, comprar y amueblar el nuevo apartamento, pero ya estaba solo y desocupado. Paseaba en la fresca noche, fría mas bien, del mes de Enero en busca de un poco de calor humano y tal vez de una palabra amable.

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⏰ Última actualización: Sep 24, 2013 ⏰

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