Bella
No pude dormir a causa de la pesadilla. Mi mente recreó el relato que me había contado Aleksi la noche anterior. Me vi a misma atrapada en una jaula: sucia y el rostro magullado. Era una imagen horrible en comparación a lo que vivía diariamente. No quería ser la víctima de Aleksander. Era capaz de matarlo yo misma si volvía a respirar en mi dirección. La próxima vez no me quedaría quieta. Le arrancaría los ojos con mis uñas. Le demostraría mi lado más oscuro. Amaba mi vida y él no iba a quitármelo.
Todavía aturdida y desconcertada, até mi cabello en una coleta y me apresuré a seguir con mi rutina en el jardín. Regué las flores, corté tallos y limpié el hermoso espacio. Había encontrado el libro que buscaba en la biblioteca más temprano. Pronto pondría en práctica algunos de mis conocimientos.
—Eso se ve muy bien—dijo una voz dulce a mi espalda—. Aleksi debería proporcionarte un honorario por todo el trabajo que has hecho en su jardín.
Me giré con una sonrisa en mis labios.
—Pensé que no regresarías.
Cassie me guiñó un ojo.
—Soy más terca de lo que crees—Me devolvió la sonrisa—. Vendría a verte todos los días incluso si no quisieras.
—Oh, Cassie...
Jugueteó con sus manos en un gesto nervioso.
—Lo siento mucho, Bella. Lo que menos pretendía era lastimarte.
Se veía muy culpable y arrepentida. Debí escucharla antes de sacar conclusiones. Cassie era la única además de Dorothea que me había proporcionado un poco de luz en esta pesadilla. Su amistad era importante. Ella era importante para mí.
—Está bien—susurré.
—No, no está bien. Tienes suficientes motivos para sentirte utilizada.
—De verdad ya no importa, Cassie. Podemos empezar de nuevo—Le extendí la mano y continué sonriendo—. ¿Amigas?
Asintió con entusiasmo y dio un leve suspiro de alivio.
—Amigas—repitió, sacudiendo mi mano.
—Déjame arreglar este desastre y nos pondremos al día—dije—. Tengo tantas cosas que contarte.
—No puedo esperar.
Me ayudó a arrastrar una bolsa con restos de hojas secas y abono sucio en una esquina. No se quejó cuando sus preciosas botas fueron salpicadas con un poco de barro. Cassie me agradaba y no quería dejar de verla. Ya el tiempo me diría si fue un error o no darle el beneficio de la duda.
—¿Dónde está Cookie? —Enlacé su brazo con el mío.
Me dedicó otra encantadora sonrisa.
—Esa bola de pelos necesitaba un buen corte. Lo llevé a la peluquería canina, debo recogerlo en una hora.
—Prométeme que lo traerás la próxima vez.
Levantó su dedo meñique y lo unió con el mío.
—Lo prometo.
Me lavé las manos y aceptamos las malteadas de fresa que preparó Dorothea. Nos sentamos juntas en las tumbonas cerca de la piscina climatizada y apreciamos el cielo. El día era hermoso como para desperdiciarlo sola. No podía esperar a que regresara el verano.
—¿Qué sabes de Aleksander Solovióv? —pregunté.
Cassie empezó a toser y respondió después de una tensa pausa.

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Cautivos [En Librerías]
Художественная прозаEsto no es un cuento de hadas. Es una pesadilla. Obra registrada. Prohibida su copia o adaptación. Código de Registro: 1709303636679