El Caballero De Triste Figura.

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"El caballero de triste figura"

Para el encantador Sir Mathew...

"Yo, señorita, no soy un hombre malo, aunque motivos no me faltan para serlo..."

Así comenzaba la carta que encontré aquella fría mañana invernal. El escrito yacía en mi velador, junto con la cadena de plata que perteneció al hombre que esa noche me había hecho compañía, quién me había mimado toda la madrugada hasta cuando caí en la inconsciencia. Cuando terminé de leerla me sentía como el día, fría y triste, pues afuera llovía a cántaro.

Mientras bebía café de grano en un tazón, acariciaba la plateada cruz de malta que descansaba en el cuenco de mis senos, y rememoraba los sucesos de aquella especial semana.

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Hacía tres o cuatro años, ya no lo recuerdo exactamente, conocí al personaje en cuestión, todo gracias a una amiga que teníamos en común, quién me enseñó un par de poemas que él había escrito; lo agregué a mis contactos de una red social, que en aquellos años era muy famosa, y él aceptó, nunca imaginé que me hablaría, pero así lo hizo.

Pasaban los meses y yo cada vez más quería, ansiaba y anhelaba conocerlo en persona, pues las palabras ya no me bastaban, quería saber que tan reales eran mis sentimientos que habían comenzado a nacer hacia él; tenía la esperanza puesta en aquél solitario beso que nos daríamos el día en que nos conociéramos, siempre y cuando yo estuviera soltera.

Así pasó el tiempo, yo egresé de la enseñanza media y salí de mi nido, para irme a estudiar a Chillán. Mis esperanza respecto al tema ya se estaban esfumando poco a poco, pues hacía, más o menos, un año que no hablábamos mucho, de vez en cuando nos texteabamos o nos hacíamos llamadas telefónicas, ya que él estaba más ocupado, pues ya se había graduado de la universidad y ahora trabajaba como educador en un establecimiento educacional de su ciudad, mientras sacaba su postgrado.

Todo seguía su curso habitual, hasta hace una semana atrás.

Durante la tarde del 26 de Junio, me encontraba estudiando piano, tranquilamente, hasta que una inesperada llamada irrumpió mi estudio sobresaltándome; al ver su nombre en la pantalla del aparato, mi corazón se aceleró por alguna extraña razón. Cuando le contesté y él me lo dijo, quedé perpleja, y al reaccionar le dije que me esperara porque lo iría a buscar.

De camino al terminal de buses, todavía no creía que fuera posible que él estuviera en la misma ciudad que yo, a tan sólo unos mediocres kilómetros. Estacioné el automóvil y corrí hacia el andén, observé un par de veces hasta que lo encontré. Estaba sentado en una banca solitaria, frente a él había una pequeña maleta negra y encima de ésta estaba una mochila de color azul marino. Tenía su cabello tal cual como me lo imaginaba, largo y negro, iba vestido con unos jeans, zapatos negros y una cazadora de cuero negro, estaba pensativo jugando con uno de sus anillos, el del pulgar izquierdo. Respiré hondo y me acerqué, me senté a su lado y le dije tímidamente:

-Hola Matías-

Él se enderezó y me miró directamente a los ojos; en ese momento agradecí estar sentada, pues me habría caído de culo si hubiese estado parada. Sus ojos café oscuro penetraron los míos, aún con nuestros lentes de por medios. Así estuvimos unos segundos, que a mi parecer fueron eternos, mi corazón estaba desbocado, sentía que en cualquier momento lo vomitaría.

-Rebeca...-

Eso fue lo que dijo mientras acariciaba mi rostro, yo solo cerré los ojos y disfruté de la placentera sensación. Él dejó su mano en mi cuello y yo abrí los ojos, lo miré y le sonreí, él lo hizo conmigo. Dejé de resistirme y lo abracé, escondí mi rostro en su cuello y aspiré su perfume, era delicioso, además su corazón latía con fuerza al igual que el mío. Al separarme de él, le dije:

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⏰ Última actualización: Sep 08, 2013 ⏰

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