El Secreto del Hermano

-El principio de todo-

Desde aquella confesión nocturna que había marcado una brecha importante en la memoria de los hermanos no había sucedido un intercambio mayor de palabras que "Vamos por aquí" propio de Niklaus, indicando el camino que debían tomar.

Su hermana le seguía porque no tenía a otro sitio al que ir, otra cosa que hacer, su padre les perseguía y debían estar juntos, a pesar de todo.

Para Klaus aquella fue la peor de las torturas, casi comparable con estar enterrado en un ataúd, desecado, sin poder salir.

Después de aquello era el guía de la expedición pero no era capaz de mirar a su hermana a la cara, demasiado orgulloso como para permitirse caer en la tentación de la humillación.

Ella sin embargo le observaba siempre desde detrás, su espalda fuerte y firme y sus puños apretados, seguros con cada paso que daba, pero rabioso a la vez, cargado de fuerza e ira.

Rebekah tenía miedo de hablar sobre lo pasado aquella noche por el tan presente sentimiento del miedo, de cómo reaccionaría su hermano Nik.

Cuando ella estaba cansada, agotada de seguir huyendo por aquellos bosques él no mostraba compasión, la obligaba a levantarse y a hacerla continuar. Aunque él estuviese igual de cansado y le doliese el corazón, hacer luchar su hermana en la huida sabía que les haría fuertes. Pero había un motivo detrás, no quería detenerse, descansar por el miedo de mirarle a la cara, otra vez. Que aquellos ojos se topasen con los suyos y caer en un vacío de impotencia y arrepentimiento por haber fracasado en su confesión. La rabia era mayor que el amor que sentía hacia ella, se había magnificado y podía sentir como nacía otra parte en él, la del odio hacia su hermana por haberle rechazado. Si no se conformaba con él no podría tener a ningún otro. Porque la quería a ella y no iba a conformarse con verla feliz, enamorada de otro hombre mientras él se moría por dentro fingiendo adorar a mujeres que no le importaban solo para querer mostrarle que lo había superado. Que podría encontrar a otra chica al nivel de su hermana.

El corazón de Rebekah sin embargo sentía arrepentimiento. ¿Qué la había hecho tomar la decisión de rechazarle? Seguramente el impacto de perder a Marcel y verse abrumada con la situación. Por su cabeza se barajaba la opción de que tal vez hubiese elegido mal y ahora, no habría marcha atrás no podía pararle y decirle que sí, que le quería. Porque quedaría como una niña caprichosa que no sabe lo que quiere. Y en cierto modo ella sabía que lo era, caprichosa y sin las ideas claras. Barajaba la posibilidad cuando lo había perdido. Cuando su hermano se veía muy poco partidario a volver a mirarla a la cara de nuevo sin esa forma tan acusadora a como estar viendo su alma se tratase.

Lograron instalarse en un apartamento, en una ciudad a miles de kilómetros de Nueva Orleans buscando cuidadosamente a una pareja de enamorados, no fue difícil dar con ellos.

Tras matarles en silencio y forma rápida escondieron sus cuerpos y se adueñaron de su identidad. Afortunadamente eran personas de gran nivel, algo a lo que estaban acostumbrados, no se conformaban con poco.

-¿Crees que hemos logrado despistar a padre? -Pregunto la vampiresa, entre la oscuridad de la noche mientras se adueñaba de las joyas de la mujer muerta, antes de quemarla.

Klaus estuvo a punto de mirarla a los ojos, pero no lo hizo, siguió con la mirada baja lubricando los cuerpos para que ardiesen.

-Estaremos a salvo durante un tiempo hasta que nos encuentre. O puede que no lo haga. -Los cadáveres comenzaron a arder. -Esto era lo que querías ¿No? Descansar

-Pero es una ciudad pequeña, tengo miedo de que...

-¡Maldita sea Rebekah! -La interrumpió de inmediato, mirándola por primera vez en mucho tiempo. Cayendo en la belleza de su rostro, el más hermoso que había visto jamás. Su perdición y sin embargo, solo podía mostrar desprecio y desagrado como moneda de cambio. -Nunca estas contenta con nada