Bebés, el niño

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[POV Elian]

Me desperté entre los brazos de Brais. Aún tenía algo de sueño, así que apoyé mi cabeza en su pecho y me abrace a él.
Podía oír el compás de su corazón, como un tambor...
Estaba por quedarme dormido, cuando sentí una mano revolverme el pelo.
- Mejor duérmete- Dije con el ceño fruncido.- No te voy a soltar en un buen rato.- Restregué mi nariz contra su pecho e intenté volver a dormir. Pero Brais comenzó a hablar.
- Como te imaginas que sería el palacio, dentro de ocho años?- Sonreí por la pregunta y acerqué mi rostro al suyo.
- Que me insinúa, señor?- Entrecerré los ojos y junté nuestras frentes.- Acaso me estás pidiendo un hijo?- Me separé de él y me levante de la cama, antes de que pudiera besarme.
Antes de que, tan solo, pudiera llegara a la puerta que conectaba el baño con el cuarto, sentí como era levantado del suelo y llevado hasta la cama.
Brais me volvió a recostar en esta, se puso sobre mi, de manera que no pudiera moverme, dejándome sin escapatoria.
- Y si quiero unos diez?- Dijo y me robó un beso, que también me robó el aliento.
- Acaso, quieres morir?- Dije, mientras sentía como mi cara ardía cada vez más.
- Si es por tus manos, si quieres, te paso mi espada y atraviesa mi pecho con ella.- Sus manos, ya no aprisionaban la mías a mis costados, sino que estaban en mis mejillas. Que, seguramente, estarían ya teñidas de rojo.- Tal y como las flechas de Cupido...atravesaron todo mi cuerpo, hace años.- Sus labios estaban tan cálidos... Sus manos tan frías y su corazón latía junto al mío.
Como lo sé? Porque los oigo retumbar, entre nosotros, como dos tambores en un desfile.
Puse mis manos alrededor de su nuca y le seguí el beso.
- Que pensaría la gente, al saber que vas a tener un bebé, sin haberte casado antes?- Pregunté. Me respiración, aún, era irregular y mi cara seguía igual de acalorada.
- Todo el mundo se puede ir de narices a la mierda, si no aceptan a mi familia.- Sonreí por su comentario. No lo había oído usar ese tipo de expresiones, pero me gustó.- Que te parece... Si encargamos un bebé, justo ahora?- Me alzó de nuevo y me sentó en sus piernas.
- Oye, loco, y si nos damos un baño y luego hablamos de la cigüeña y sus bebés?- Dije y me levanté de la cama, seguido de un imbécil de lindos ojos.
Le cerré la puerta en las narices y puse el seguro.
Se podían oír los golpes en la puerta y las súplicas de Brais para que lo dejara entrar. Pero no podía dejarlo que me viera llorar...
Si, es verdad que me había enamorado del bobo de Brais, que le había dicho que no me importaría tener un bebé suyo, pero no me había parado a pensar... Que si tenía una niña, o un nene doncel, estaría condenado a vivir con quien lo reclame.
Abrí la llave del agua caliente y, por fin, lo pude soltar todo. No traeré un niño al mundo, solo para condenarlo a vivir como se le ordena.
- Para qué darle una vida a alguien... Si no la puede vivir como quiere...?- Las lágrimas nublaban mi vista, pero pude notar como, Brais, estaba parado en la puerta, mirándome sorprendido.
Limpié las lágrimas, con el dorso de mi mano, y fruncí el ceño.
- Creí haber puesto el seguro.- Dije, pero, al parecer, no me hizo caso.
- Así es como piensas... Sobre tener un hijo mío?- Vi cómo se acercaba a mi, quedando mi rostro frente a su pecho, tenía que levantar la cabeza para mirarlo a los ojos.
- Los donceles y las mujeres... No viven para ellos mismos.- Dije, mientras no dejaba de verlo a los ojos.- Desde que tengo memoria, los donceles, más que las mujeres, han vivido bajo las órdenes, reglas y pautas que les dan los varones.- Di un paso adelante, haciendo que el de uno hacia atrás.- Podemos ser elegidos por cualquier varón que quiera...- Di otro paso.- Como te sentirías, al ser, nada más, que un objeto que representa estatus?- Otro paso.- Por lo menos, las mujeres, tienen el feminismo. Pero los donceles...no pueden hacer nada más que obedecer y... Solo si tienen suerte, pueden llegar a ser felices.- Brais chocó contra la pared y yo puse mis manos sobre su pecho.- Y debo admitir que he sido muy suertudo, al enamorarme de alguien como tú.- Mis ojos volvieron a picar, mis manos temblaban y mi pecho dolía mucho. El nudo en mi garganta no me dejaba hablar, sin que me doliese.
- Entonces por qué lloras?- El tonto puso sus manos sobre las mías, apretándolas más contra su fuerte pecho.- Yo también te amo...! Acaso lo dudas?- Podía sentir como su pecho subía y bajaba.
- Que me asegura que, nuestro hijo, tenga esa suerte?- Mis rodillas fallaron, pero antes de tocar el piso, sentí como mi príncipe me sujetaba por la cintura.
- En ese caso, si eso es lo que te preocupa, considera esa ley como abolida.- El dolor de mi pecho desapareció y levante mi vista, para mirarlo a los ojos. Necesitaba mirarlo a los ojos, para saber que no era alguna broma de mal gusto, o incluso un sueño.
- Como puedes ser tan...tan prefecto?- Pregunté más para mí mismos, que para el, pero de todas formas me contestó.
- No lo soy, pero lo intento.- En eso, se oyó como tocaban la puerta y vi como una mucama entraba al baño. Hizo una reverencia y luego dijo.
- Buenos días, su alteza, señorito Elian.- Ella seguía mirando al piso mientras hablaba.
Me separé de Brais y me arrodillé frente a la señora. Esta me miraba sorprendida, así que hablé, ya que Brais tampoco parecía comprender mi comportamiento.
- Por qué miras al suelo?- La señora aún no parecía entender, pero Brais si, ya que se sentó junto a mí en el suelo, frente a la mucama.
- Si... Es verdad, si va a decirnos algo, mírenos a los ojos! No mordemos.- Ella se sorprendió, pero aceptó. Se paró recta y dijo.
- Príncipe Brais, su padre los espera a los dos, para desayunar.- Iba a hacer una reverencia, pero Brais carraspeó la garganta y se volvió a poner recta.
Saqué a Brais del baño y me bañé mientras oía como el de quejaba.
Salí del baño y me sequé. Sobre la cama, pude ver a Brais sentado enredado entre las cobijas, haciendo mohines.
- Cuando me voy a poder bañar con mi prometido?- Preguntó, mirándome con ojitos de cordero degollado.
Mis mejillas se sentían calientes y tuve que apartar la vista a otro lado.
- Jaja!- Volvió a hablar y se paró, rodeando la cama. Me abrazó, mi cara ardió y me dio un beso en la frente.- Me  esperas?- Asentí. Después de eso me soltó y dijo- No me tardo.
Me vestí con una blusa larga negra, un jean gris y un saco de lana azul.
Esperé a que Brais saliera y, cuando lo hizo, ya tenía puesto el pantalón.
Me avergoncé al ver su torso. Como es que alguien puede tener semejante cuerpo?!
Oí su risa y me molesté.
- Ya me puse la camisa- Dijo y lo miré de reojo-, ya puedes mirar. Vamos?
Asentí y salimos del cuarto. Brais me dirigió al comedor, unos mayordomos abrieron las puertas y entramos.
A la cabeza de la enorme mesa se encontraba Alvar, a su derecha se encontraba Bera y a su lado estaba sentado Regner.
Brais se sentó a la izquierda de Alvar y me señaló que me sentara a su lado, y así lo hice.
- Hijo- Comenzó a ladrar Alvar-, veo que ya adiestraste a tu pequeña bestia.- Dijo mientras me miraba de manera burlona.
- A quien le dices bestia, culicagado?!- Le respondí mientras me levantaba de mi puesto, sellándolo con una cuchara en la mano derecha.
- Culicagado?!- Se indignó.- Y que piensas hacer con esa cuchara?- Preguntó, retándome.
- Que que voy a hacer?!- Lo seguía señalando y dije- Voy a darte un cocazo! Eso voy a hacer!
- A ver!- Dijo pero nos callamos al ver como Brais, Bera y Regner se carcajeaban, aún sentados.
Me avergoncé y mis mejillas se acaloraron, decidí volverme a sentar junto a Brais y lo abracé. Escondí mi cara entre su cuello y su hombro, sentí como el me correspondía el abrazo.
- Imbecil...- Comencé- De que te ríes?
- De lo tierno que te vez enojado.- Dijo y sentí como restregaba su nariz entre mis cabellos.- Bobo...
Después de eso, el desayuno pasó sin problemas... Estaba muy rico.
Brais tuvo que ir a hacer algo y yo quise salir a los jardines, pero antes fui a la biblioteca para buscar un libro.
Luego me acordé de que hacía frío afuera, así que fui al cuarto a por una cobija. También me puse un abrigo y salí.
Caminé por unos minutos, hasta llegar a una especie de pabellón de piedra, con enredaderas que subían por los pilares y una banca de piedra, también, en medio.
Me pisa la cobija por sobre los hombros y me puse a leer. Ya iba por la página 100, cuando sentí que alguien me observaba.
Al levantar la vista del libro, vi una pequeña cabellera rubia escondida entre unos arbustos.
- Oye- Dije mientras me paraba y me acercaba al pequeño cuerpo.-, que haces ahí escondido?- Era un niño de unos seis años. Rubio, ojos verdes y piel blanca. Se veía tan tierno!
Pero sus zapatos estaban desgastados y sus ropas roídas.
- Donde están tus papás?- Pregunté mientras posaba mi mano entre sus enredados cabellos.
- En el cielo.- Dijo calmado, que inocente...no sabe de lo que está hablando. Algo en mi pecho se oprimió y solo quise abrazarlo.
Lo atraje hacia mi pecho y pasaba mi mano por su espalda y cabeza, tratando de calmarlo. Pero él no era el que lloraba, sino yo.
Después de unos segundos el me correspondió el abrazo. Oí su estómago rugir, sus manos estaban frías y habían ojeras bajo sus ojos...
Me separé un poco de él y me quité el abrigo. Se lo puse sobre los hombros, el me miró confundido y preguntó.
- Por qué me lo da?- A pesar de que me preguntaba eso, se acurrucaba cada vez más dentro de él, buscando el calor que dejé en el.- Me lo presta?
- Te lo regalo.- Le dije y tomé su mano.- Como te llamas? Yo soy Elian, y tú?- Le sonreí y lo ayudé a levantarse.
- Aricin...- Me estaba mirando con una carita tan tierna...!- Me gusta tu nombre, Elian.
- Pues a mí me gusta el tuyo, Aricin.- Le dije y lo llevé hasta el pabellón. Recogí las cosas y volví a tomar su mano.- Oye, Aricin- El me volteó a mirar.-, tienes hambre?- Su carita se iluminó y su estómago rugió. Se sonrojó y me reí.- Ven.
Después de eso entramos, dejé las cosas en un sofá cerca a las puertas y caminamos hasta la cocina. Le pedí al chef que le hiciera algo de comer a Aricin y nos sentamos en el mesón de la cocina. Él miraba todo con sorpresa y asombro. Y no lo culpo, yo aún no me acostumbro a estar aquí.
- Aricin, con quién vives?- Le pregunté y él dijo.
- Con nadie.- Dijo y bajo la mirada. Estaba triste.
- Quisieras vivir aquí?- El me miró y luego sonrió un poco.
- Puedo?- En ese momento recordé que tenía que preguntarle a Brais.
- Tendría que preguntarle a alguien, pero no te preocupes. Listo?- Le sonreí y él hizo lo mismo.
- Listo!- Después de eso, el chef trajo algunos platos y Aricin se lo comió todo.
Bostezó y se bajó de la silla, se acercó a mí y abrazó mis piernas. Puse mis manos en sus hombros y me arrodillé frente a él. Lo cargué, le di las gracias al chef y me dirigí al cuarto.
Lo dejé en medio de la cama y lo arropé. Dejé un besito en su cabeza y salí para dejarlo descansar.

El camino ( YAOI )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora